Capítulo 24: ¿Diciendo Adiós?

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Es gracioso como una llamada puede cambiar lo que pasará adelante en tu vida. Como una llamada puede significar el término de una etapa en tu vida. Algo completamente surrealista que se puede transformar en millones de cosas diferentes a la vez. Desde ese día puedo decir que me da miedo tomar mi teléfono cuando suena. Me da miedo que al contestar puedan decirme la peor noticia de mi vida, la noticia que significaría adaptarme con resignación a ella. Claro que ya nada puede ser peor a la llamada que recibimos ese once de julio. Que se convertiría en nuestro peor reto y pesadilla.

Kira había salido por la puerta ese mismo día. Con una sonrisa de oreja a oreja, de lado de la persona que más la amaba, Franco. Nada me dijo que ese día sería el último día en que vería sus ojos abiertos y esa alegría y luz que emanaba de ella. Juntos emprendieron el viaje a una de las múltiples fiestas que se realizaban entre ex compañeros de la preparatoria, en una de las zonas más alejadas de la ciudad y con mayor alcurnia. Sin mencionar que en donde mi familia vive hasta el momento es una de las zonas más exclusivas y caras de la ciudad.

Mis padres estaban un poco en contra de que el sitio de la fiesta fuera tan alejado, tanto que era necesario pasar por un pequeño tramo de carretera. Pero confiaban lo suficiente en Franco que no se necesitaron de tanta persuasión para convencerlos. Aparte de todo Kira era de esas personas que era imposible decirles no –lo dijo por experiencia propia-.

Al retirarse aquella pareja de jóvenes, mis padres y yo nos sentamos en la mesa de la cocina a cenar, un ritual que era de ley realizar todas las noches, pues digamos que era con el propósito de tener una pequeño rato para platicar sobre lo que nos sucedió en el día. Al final de la tan acostumbrada cena, subí las escaleras para así tener un rato para tocar el piano, porque he de admitir que eso me arrullaba y me arrulla hasta el día de hoy.

Estaba tan sumida en las teclas y en los sonidos que el piano liberaba que no me tomé la precaución de ver la hora en mi teléfono. Surgió la noche de una manera exageradamente acelerada y salí de mi ensimismamiento cuando el teléfono de la casa sonó. Aparte la vista de la serie de teclas blancas y negras para escuchar si alguien atendía el teléfono o no. En vista de que nadie atendía, me puse de pie y caminé hasta la cómoda que estaba enfrente del piano, donde se encontraba uno de los múltiples teléfonos.

Tomé el teléfono y una voz masculina atendió:

-Buenas noches, disculpe la hora pero ¿estará la persona a cargo de Kira Montés? –

Yo pensé que al fin mi hermana había sido autora de un crimen o un acto ilegal pero luego el tono de la voz del hombre me hizo recapacitar. Se escuchaba como si tratara de contener la desesperación.

-En un momento se lo comunicó.- dije yo, con extrañeza y curiosidad.

Baje a la cocina, un lugar en la que estaba segura de que debía estar por lo menos mi papá. Me encontré con la sorpresa de que ambos estaban y con semblantes serios y de desesperación. Al escucharme, voltearon automáticamente a mí. Fue ahí cuando supe que algo iba mal...

-Un policía quiere hablar con alguien a cargo de Kira.- Mi papá se acercó con rapidez a mí y tomó el teléfono con manos temblorosas. Vi la hora en el reloj de la cocina y este marcaba las cinco de la mañana, para términos de Kira, eso ya era demasiado tarde.

Mi papá se limitó a decir buenos días. A continuación, mi papá se encontraba sumido en lo que salía del teléfono en su mano. Vi sus ojos y dejó de moverse. Abrió los ojos como platos y dijo con inquietud: Ya voy para allá.

Colgó el teléfono y con rapidez lo dejo sobre la isla de la cocina.

-Es Kira, estuvo involucrada en un accidente.- Mi mamá y yo lo miramos de una manera alarmante. Dijo el nombre del hospital y de inmediato mis papás se pudieron sus sacos y tomaron las llaves del coche.

-Verónica, tú quédate aquí.- dijo mi mamá que me señalaba.

-¿Estas de broma verdad? Voy a ir con o sin su permiso.- Estos a regañadientes aceptaron y juntos emprendimos el camino al dichoso hospital. El lugar que nos tenía planeado una sorpresa que cambiaría el rumbo para siempre.

Mi papá conducía con rapidez esquivando a los coches pero siempre con cuidado pues no queríamos otro accidente. Recuerdo como ese viaje se hizo larguísimo. La incertidumbre lo hizo aún más pesado. Ninguno de los tres sabíamos qué tipo de daños había tenido Kira pues el policía dijo que esta información no se podía proveer por teléfono. Por lo tanto, pasábamos como si nuestra vida dependiera de ello.

Llegamos al hospital y al salir una ráfaga de viento recorrió mi espina dorsal que me hizo estremecer.

Siempre he odiado los hospitales, no por algún recuerdo en concreto sino por lo que representa. Con un ambiente cargado de tensión tanto que era palpable, los llantos de los familiares al no saber qué pasaba en ese cuarto que daría la sentencia final, aquel desafío entre la vida y la muerte. He de decir que yo no le tengo miedo a mi muerte pues "Lo que tenga que pasar pasará", pero la muerte de otras personas cercanas a mí me hace un nudo en la garganta.

Al entrar, mi papá fue directo al módulo donde daban información a los pacientes. Mis oídos no funcionaban con demasiada eficacia para escuchar lo que pasaba por lo tanto me quedaba viendo cada esquina y rincón de aquel cuarto con paredes blancas y gente a explotar.

La señorita que se encontraba al otro lado del escritorio señaló hacia un pasillo y dijo algunas palabras. Los tres caminamos rápido al mismo tiempo. Llegamos a la puerta del cuarto de Kira. Temblaba como si de estar en Alaska se tratara. Mi cuerpo congelado en una posición neutral ¿Quién sería el primero en abrir?

Mi mamá acercó sus manos temblorosas a la manija de la puerta y posteriormente la giró. Fue rebelada la figura de Kira postrada en una camilla, dormida, con demasiados rasguños en la cara y los brazos.

Los tres nos acercamos a ella con miedo y ciertas limitaciones que nosotros mismos nos pusimos.

La puerta se abrió de nuevo y dejo ver a un señor erguido con bata y un estetoscopio alrededor de su cuello con un pisapapeles en sus manos.

-Buenos días. Me supongo que son la familia de Kira.- Los tres asentimos.

-El estado de su hija es demasiado grave, en este momento estamos viendo que tiene una contusión en la cabeza y cierta hinchazón. Cuando llegó, llegó inconsciente, esto hace pensar que un golpe muy fuerte afectó su cerebro. No podemos dar en concreto un diagnóstico sino sabemos las condiciones en las que se encuentra.

-¿Y en qué momento se podrá dar el diagnostico?- preguntó mi papás con un deje de preocupación en su voz. Que difícil ha de haber sido, tener que ser el fuerte en una circunstancia que amerita lo contrario.

Salí de la habitación sin pedir permiso. Simplemente sentía como las cuatro paredes que rodeaban a Kira. Se veía pálida tal vez osaba a decir que se veía moribunda ¿Qué estaba pasando con mi hermana? ¿Por qué nadie me decía nada?

Me senté en las sillas que estaban justo en frente de la puerta del cuarto. Ya no podía, mi reloj del celular marcaban las siete de la mañana pero este parecía engañarme, había sentido que el tiempo que paso del piano al hospital fue cuestión de un día. He aquí lo engañoso del tiempo.

Se retiró el médico sin dirigirme una sola mirada. No había hablado con él ni una sola vez pero ya me caía mal. Observé por las persianas de la ventana a mi mamá abrazando a mi papá con llantos que se escuchaban hasta el vestíbulo.

Mi hermana entró en un coma del que posiblemente jamás podría salir.


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⏰ Última actualización: Nov 30, 2017 ⏰

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