Capitulo 4

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Narra Valentín

Llego a casa cuando atardece, el cielo tiene un color amarillento que se mezcla con un rosa pastel. Estoy cansado y con mucha hambre. Estuve trabajando unas 12 horas seguidas. Lo bueno es que tengo dos días de descanso, voy a poder dormir mucho y mimar a mi bebé. Bajo del auto, sacando mi mochila del asiento del acompañante. Entro a casa y encuentro todo muy silencioso. Raro, muy raro. Normalmente llego y Ezequiel está con la música muy alta y bailando, mientras cocina. Dejo la mochila en la mesita que está al lado de la puerta y mi abrigo en el perchero.

-Bebé –lo llamo mientras camino hacia las escaleras- ¿Dónde estás, amor?

-Valentín –chilla mi esposo-

Termino de subir la escalera y camino hacia el baño, y veo a un Ezequiel rodeado de agua, mirándome muerto de risa. Está completamente empapado, no hay una parte de su cuerpo que no esté mojada. Entro con cuidado y me acerco a él. El piso está lleno de agua, como unos cinco milímetros. Miro todo desconcertado y Ezequiel suelta una carcajada ruidosa.

-Amor ¿Qué pasó?- pregunto desconcertado-

-Tu cara, Valen. –se sigue riendo-

-Eze ¿Qué pasó? ¡No te puedo dejar solo! –le digo mientras me saco las zapatillas y las medias para dejar todo en la pileta* ya que se están comenzando a mojar. Me arremango un poco mi jean para no mojármelo también.-

-¡Ja! –se ríe sarcástico- Yo no fui el culpable, imbécil. Llegué y ya estaba todo así. –Sus manos están tapando la canilla* con una toalla.- Ayúdame, dale. No para de salir agua.

-Cierra la llave de paso así veo qué es lo que se rompió.

Suelta la toalla rápidamente y empieza a salir de golpe mucha agua, apuntando directamente en mi cara. Suelto un grito nada masculino y otra vez Ezequiel ríe escandalosamente mientras trata de cerrar la llave de paso. Sigue saliendo muchísima agua que salpica por todos lados, intento tapar con la toalla el chorro pero salpica el doble.

-¡Apúrate! – digo tratando de no reír. Es una situación muy chistosa-

-No puedo, está trabada.

Dejo de intentar tapar el chorro con la toalla y voy donde se encuentra Ezequiel. Entre los dos tratamos de cerrar la llave de paso, se encuentra como oxidada. Hacemos el último intento y logramos cerrarla, hicimos tanta fuerza que nuestras manos se resbalan y caemos al piso, Ezequiel encima de mí. Nuestras carcajadas no tardan en llegar, es todo un desastre, uno muy gracioso. Estoy completamente empapado, no hay una parte de mí que no lo esté, Ezequiel se encuentra en las mismas condiciones.

Estos momentos son lo que hacen especial a nuestro matrimonio, estos momentos de risa, de alegría. Son momentos que no se buscan, salen de la nada, dejando una hermosa y chistosa anécdota para recordar.

-Me duele la panza de tanto reír –se carcajea Ezequiel, acostándose al lado mío, en el suelo-

-A mí también. –Giro mi cabeza para mirarlo-

-Vamos a tener que llamar a un plomero –asentí-

-No me interesa en este momento que se rompió- digo mirando todo su cuerpo mojado-

-¿Qué te interesa, entonces? –muerde su regordete labio rojizo-

Sabe cómo seducirme, el muy hijo de puta. Ya me tiene duro. Agarro su labio, el que se encuentra mordiendo y lo tiro un poco. Miro todo su torso, tiene puesta una remera* blanca que se transparenta por estar mojada. Sexy, muy sexy. Me subo encima de él, de golpe, entre sus piernas. Suelta un gritito sorprendido.

Más allá de lo InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora