— ¿Qué estás leyendo Kook?–pregunta HoSeok sosteniendo la cámara muy cerca del rostro del aludido.
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— Ah... L-literatura r-romántica...–el menor sonrió con nervioso inmediatamente guardando su teléfono en uno de sus bolsillos.
— Oh... Literatura romántica...–se genera un silencio incómodo durante unos momentos hasta que vuelve a hablar–¿quieres leer algún párrafo para las armys?
— Oh, jaja... ¿Para las armys?–HoSeok asintió moviendo la cámara hacia arriba y abajo–¿u-un párrafo?
— Sí Kookie, no seas tímido, ¡las armys quieren escucharte!–el pelinegro se congeló por unos segundos sin saber como actuar.
— Oh, ah... Es que... Ah...
— ¡Espera! ¡Llamemos a los demás! –dijo el moreno de lo más entusiasmado.
— No, ¡n-
— ¡Chicos! ¡Storytime! ¡JungKook va contar una historia para las armys!–JungKook dejó caer la mandíbula, estaba muerto.
— ¿Alguien dijo armys?
— ¡TaeHyung-ah!–exclamó el HoSeok al verlo.–Kookie nos va a contar una historia. ¡Ven y siéntate!
— Wooooh, daebak!–el joven se dejó caer en el sofá de forma brusca y bufido se oyó al instante.
— Hijos de p**a, me c**o en vuestra p**a madre, quitad vuestros p***s traseros de encima, j***r.–Kook y Tae se levantaron aterrorizados, observando al mayor de los presentes tumbado en el sofá y con gesto molesto.
Al parecer llevaba tanto tiempo ahí que ya era oficialmente parte del sofá.
— Y aquí podemos observar a un salvaje YoonGi en su hábitat y estado natural... Científicos afirman que si es abruptamente sacado de su letargo puede matar al perpetrador con una sola línea de rap...–murmura HoSeok de forma que sólo la cámara pueda captar su voz.
— Te he oído... Voy a meter mi p***a en tu *** para que t-
— ¿¡Estáis grabando un Bangtan Bomb sin mí!? ¿Alguien quiere oír un chiste?–dijo Jin acercándose al grupo con una sonrisa cautivadora.
— ¡NO!–dijeron todos al unísono.
— Aigoo...
El recién llegado se sentó en el sofá obligando a YoonGi a hacer lo mismo.
— Kookie, ¿y la historia?–soltó Tae haciendo que el mencionado abriera los ojos como platos al recordar el problema en el que estaba metido.
— Oh sí...–el chico carraspeó sentándose de nuevo.
El pelinegro sacó su teléfono móvil y lo desbloqueó con el pulso tembloroso.
