Capitulo 9: El velo en los ojos de Gutemberg

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La sensación se extendió a lo largo de todo mi cuerpo, mis ojos seguían haciendo contacto con los suyos, y no porque quisiéramos, sino porque había algo que no nos dejaba separarnos.

Creo que estaba pasando energía a su cuerpo, lo hacía involuntariamente, mi cuerpo parecía ser como un parásito cuando tocaba a un gemelo, pero esto era diferente, era como si él me estuviera succionando la energía y no yo cediendola.

Erick temblaba, yo también, esto estaba siendo demasiado, por un momento eterno dejé de sentir a Bastian, y eso me asustó aún más. Pero no podía hacer ningún movimiento, me sentía prendada a este chico.

-¡Suéltalo Sacerdotisa!-

Alguien gritó eso, pero se escuchaba demasiado lejos como para reaccionar, mis sentidos estaban como debajo del agua, estaba atrapada en el mar azul verdoso de Erick maldito Ardvich, no podía salir.

De pronto una fuerza mayor nos separó, caí al piso de espaldas encima de alguien. No entendía nada, mi cuerpo dolía, se sentía débil y mi perla estaba como herida, ardía tanto que parecía querer desprenderse de mi clavícula.

Me encontré gritando de dolor y cuando al fin pude abrir mis ojos, una multitud nos observaba, murmullos por todos lados, hasta las cámaras repetían sus flashes todo el tiempo. No quería que me vieran así, débil, susceptible...pero no podía hacer mucho, estaba agotada.

Intenté levantarme, pero volví a caer sobre Bastian, si, esta vez estaba segura que había sido él. Erick estaba inconsciente en el suelo sus ojos cerrados y su respiración pausada lo daban a entender.

A lo lejos vi venir al rey León seguido de un preocupado Yago, ambos caminando apresuradamente hacia nosotros, pero en sus miradas pude ver preocupación por un lado y emoción por otro. Creo que no hace falta que les explique a quien pertenecían esos sentimientos.

Luego de eso, mi mundo se volvio negro.

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Abrí mis ojos de repente, asustada, en dos segundos mi mente recordó todo lo que había ocurrido en la fiesta y llevé mi mano automáticamente a la perla.

Seguía allí, intacta, cálida, con vida.

Suspiré fuerte y casi me da un infarto cuando vi a Yago y a Bastian de pie al frente de mi cama.

-Al fin despiertas, Alith- Yago no tenía por costumbre llamarme sacerdotisa, lo que hacía que me sintiera un poco más en casa.

Casa...mis padres. Caí en la cuenta que hacía demasiado no sabía nada de ellos, desde que salí de mi pueblo para ser exactos. Los echaba tanto de menos, y me sentía un poco culpable por no acordarme de ellos en todo este tiempo.

-¿Ali?- Bas intentaba traerme a la realidad agitando su mano frente a mi cara.

-Si, lo siento, estoy confundida. ¿Qué pasó? ¿Qué hora es?-

-Son las cuatro a.m. y no tenemos ni idea de porqué casi matas a mi primo. A primera hora de la mañana Ollissa vendrá aquí a explicarnos, por ahora  se está ocupando de él.- El príncipe intentando ponerme al día, que intenso.

-Está bien, pero no se quedará demasiado, no tengo ganas de verla.- Sonaba caprichosa pero no soportaba a la gente a la cual Bastian le venía sin cuidado, y tampoco la iba a tolerar.

-Alith, ya está, deja de ser tan infantil, ella es la única que puede enseñarnos más de lo poco que sabemos, además no podemos aprender sobre la política sin ella, y para eso estamos aquí.-

¿Desde cuándo Bastian era tan despreocupado? Se supone que por culpa de la política y de que van a usarnos va a morir y ¿ahora está de acuerdo?

-Bas, cuando digo no, es no.-

AlithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora