I: Entrenamiento.

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A través de su vida, Sumire Kakei había sido privada de compartir con los niños de su edad la misma alegría de la infancia. Siendo su padre un rezagado siervo de la disuelta Raíz, le había transmitido su voluntad, queriendo que ella fuese quien terminara lo que él inició; al volverse la portadora de Nue, Sumire creció bajo la promesa de cobrar venganza por la desdicha que la Aldea de la Hoja había pesado sobre sus padres, al volverlos objeto de repudio por la misma afiliación que llegaron a tener con la organización de Danzo, y orillarlos a huir sin más.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la misión de Sumire terminó mezclándose con su día a día, en la academia de la Hoja. Para una niña como era ella, cometer un ilícito como destruir Konoha no fue fácil de sostener. En la Academia, conoció gente que, más allá de las subsistentes tendencias discriminatorias de las que le habló su padre, era empática, comprensiva, solidaria, y que llegó a encariñarse con ella. Esto desembocó en que para el momento en que Sumire pretendiera haber conservado la voluntad para hacerle daño a gente que, a la larga, la había acogido bien, cedió, y se dio cuenta de que ella también había llegado a estimarlos. Entonces, no quiso serle devota al odio de su padre durante más tiempo, y determinó que su lugar estaba como Sumire Kakei, la delegada de su clase. Y también llegó a querer a la Aldea, así como a sus semejantes, haciendo finalmente el cariño correspondiente.

Una vez librada del mal de su pasado, y devuelta a su verdadero ser, Sumire sintió admiración por un chico de su clase en particular. Había sido él quien la había hecho ver las cosas desde otro punto de vista. Él la había convencido de que era libre de decidir su camino, en lugar de seguir el de su padre. Él le dio el impuslo esencial para redimirse. Él era Boruto Uzumaki, el hijo de Naruto, el Séptimo Hokage.

Habían transcurrido 3 años desde la caída de Momoshiki. En ese lapso de tiempo, las circunstancias habían abierto un nuevo panorama para Sumire. A través de éste, ella pudo ser testigo de la transición de sus antiguos conocidos de la Academia, siendo para ella más prominente la de Boruto. Sencillamente, a pesar del tiempo transcurrido, ella se seguía conmocionando al verlo deambular en las calles, y recordar lo mucho que había madurado no sólo en lo que a apariencia física se refiere. Cuando lo conoció, su estatus no era mucho más alto que el de un carente de vergüenza. No se preocupaba por su futuro, ni demostraba interés en el que los demás ansiaban para sí mismos. Parecía, de hecho, que asistía a la Academia por capricho de sus padres. Después, tras los eventos de Nue, ella descubrió que, a pesar de lo rebelde que era, escondía tras ello un noble corazón, cuyo ascenso a su espíritu se dio tras la Vuelta de los Dioses, durante los exámenes Chunnin; para el punto en que Sumire vivió esta historia, él había ascendido a más que un shinobi. Era un exponente, todo un ejemplo a seguir. Noble, habilidoso, sabio, altruista, y un gran amigo. Ella había empezado a amarlo.

...

En un día nublado, con la brisa del viento sacudiendo las copas de los árboles, Sumire se encontraba con Boruto en la planicie aledaña a la Catarata de Yamato, aquella que el Capitán había concebido hacía años, durante la práctica de Naruto por dominar su naturaleza de chakra. En esta nueva ocasión, ellos dos asistieron al lugar como parte de un nuevo entrenamiento. Tiempo atrás, Sumire había insistido a Boruto que la instruyera en el combate cuerpo a cuerpo. Como parte de un principio, Boruto se sintió extrañado de esa petición, dado que él conocía las habilidades de su amiga, y estaba seguro de que no se encontraba perdida en aquél ámbito. Pero Sumire no dejó en paz esa idea. Ella decía sentir que la falta de entrenamiento podía estar haciéndola ceder en cuanto a habilidades. Por eso quería refrescar su movilidad; en aquella tarde, reanudaron con el uso del kunai.

-Hay un principio que debes tener siempre en mente con respecto al kunai. No es sólo una daga para arrojar a puntos lejanos con precisión. Es también un recurso para la ofensa y defensa a corta distancia. Un kunai, bajo circunstancias en las que no puedas seguir dependiendo del ninjutsu, y tengas al enemigo sobre ti, puede salvarte de la situación.

Te amo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora