El Chico de Las Mil Caras

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Gore Town, 12 de noviembre de 1997.

—Cierren toda salida de este pueblo, no dejen que nadie se escape.-Ordenó el alcalde.-Hoy será el día en que marcaremos un comienzo de algo nuevo.-Pronunció ante todo los pobladores.

—Por favor, tengo un bebé en camino. No nos haga daño, por favor.-Suplicó una señora de unos 45 años de edad.

La autoridad la miró con una mirada irónica y le respondió secamente.-No es mi puto problema.-Se limpió con un pañuelo el sudor de su frente y volvió a hablar.-Quiero que sepan que luego de hoy, nadie los recordará y no se preocuparán por ustedes. Gore Town desaparecerá de la tierra junto a todos ustedes, serán enterrados.

—Señor, no hemos hecho nada malo para merecernos esto.—Lloriqueó un señor.

—Ustedes son los causantes de muchas cosas y no digan que es mentira. Conocen muy bien cómo es esto, no me pidan compasión que no se las daré.—Las campanas de la resiente instalada capilla en el centro de la ciudad comenzaron a sonar fuertemente. Dio un sonrisa oscura.—Comencemos.—Les dijo a sus trabajadores.

Los pobladores estaban encadenados sin poder moverse, no eran muchos. Había alrededor de 40 trabajadores regando gasolina por las casas y sobre los inmóviles pobladores. Gritos comenzaron a hacerse presentes, trataban de salir pero no podían.

Una vez más las campanas sonaron más fuertes que nunca. El final del pueblo se acercaba.

—Nos vemos en la otra vida.—Rió el descarado alcalde que se alejaba en su carro con guardaespaldas.—Hagan lo suyo.—Dio la última orden.

Sus trabajadores lanzaron una llama de fuego al centro de esta ciudad, esta se fue esparciendo por todo el lugar, llegando a los humildes pobladores. Gritos de dolor y llantos era lo único que se escuchaba.

Con una risa en boca, el miserable alcalde festejaba su victoria desde lejos. La llama de fuego se prendió más sobre ellos, luego de unos minutos los gritos y llantos sellaron junto con el sonido de la campana.

—Señor alcalde.—Llamó uno de los trabajadores que se acercaba al auto donde se encontraba este.

—¿Qué quieres George?—Gruñó.

—Es Dylan.—El alcalde rodó los ojos y le dijo que siguiera hablando.—Mire, ahí hay un niño. Estaba escondido en el bosque. ¿Qué hacemos? ¿Lo matamos?

El soberbio señor, miró fijamente al niño que lloraba en los restos de su madre. Una cruel idea pasó por su mente y respondió.No, quiero que lo dejes vivo. Quiero que lleve el sentimiento de culpa y rencor por toda su vida, eso será el peor castigo y morirá consigo. Quiero que mi hijo sufra.

Una risa maligna se postró en sus labios.

We all need R.E.V.E.N.G.E (כולנו זקוקים לנקמה)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora