Lo Lamento

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Me senté a la par de ella en la arena. ¿En qué carajos estaba pensando al decirle que me vengaría? ¿O cuando no quise terminar el abrazo? ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Desde cuándo era tan osado? Definitivamente la herida tenía algo que ver. Claro porque ¿qué sería si no?

Me encontraba levemente frustrado, pues no lograba interpretar su lenguaje corporal, hacía un momento pude ver cómo se había quedado estática un momento antes de alejarse ¿se enojaría? ¿Tendría que disculparme? Después de un rato, decidí "tantear terreno" para saber si se encontraba enojada o no. Vi hacia el sol y fue cuando recordé el truco que me había enseñado el profesor Oak una vez que salimos de campamento. Al poner los dedos frente al sol, se podía ver cuánto tiempo de luz te quedaba. Por lo que decidí enseñárselo a Serena.

— ¿Sabes que puedes saber fácilmente cuantas horas de sol te quedan? —le pregunté.

Me vio con cara de no muy buenos amigos, supuse por la broma que le había hecho el día anterior.

— ¿Es otra de tus jugarretas?

Su tono no se oía molesto, sino más bien precavido y perspicaz. Me reí de lo adorable que se veía.

Le expliqué todo el proceso. Ella volteó hacía el sol y se le quedó viendo unos momentos, por más que quise, no pude despegar mis ojos de su perfil. Y es que parecía el de una diosa. Su pelo castaño brillaba de un intenso dorado debido al sol, arrojando reflejos cada vez que el viento lo movía.

Finalmente se decidió a hacer el ejercicio que le había dicho, poniendo su mano frente a su rostro.

— Entonces... ¿nos queda una hora de luz? —Preguntó mientras me volteaba a ver.

No pude evitar sonreír al verla a los ojos... dios... se veía tan... hermosa.

—Algo así, puede variar según cada mano, a mí me quedan cuarenta y cinco minutos. — le dije, sin medir mis palabras realmente.

Y después de eso, fue mi cuerpo quien se movió sin permiso, tomé su mano y la puse con la mía. Pude ver la sorpresa en su mirada, más en ningún momento hizo el amago de quitar su mano. Durante unos mágicos segundos, nos quedamos viendo.

— ¿Eso significa que me quedan quince minutos de luz más que a ti? — Su voz fue sólo un susurro.

Mi osadía seguía dándome sorpresas.

—Tal vez. —Respondí, y entrelacé mis dedos con los suyos.

Su mano era increíblemente suave y se sentía tibia.

—Pero aun así, nuestras manos se juntan a la perfección. —Mis palabras y acciones no estaban pasando por ningún filtro, pues salían sin que apenas me diera cuenta, sin embargo... Por alguna razón, sabía que había querido decirlas y hacerlas hacía tiempo ya y que nunca me había atrevido. Nos quedamos viendo a los ojos, se veía tan hermosa con el brillo dorado en sus ojos... Una parte de mí sabía que no había vuelta atrás. La vi con tanto amor... con tanta ternura... ¿Cómo pude ser tan ciego al inicio de nuestro viaje?

Nuestros rostros empezaron a acercarse, hasta que estuvieron a centímetros, en un momento, ella cerró los ojos. Fue entonces que mi corazón dio un vuelco ¡Ella también lo deseaba! Fue en el último instante, cuando yo también terminé cerrando los ojos.

Entonces fue cuando...

Sentí una calidez que me recorrió desde los labios hasta el resto del cuerpo. Sus labios eran increíblemente cálidos y suaves. Durante unos momentos nos mantuvimos así, estáticos, hasta que ella se movió y fue cuando perdí todo rastro de coherencia dentro de mí. De manera impulsiva, entreabrí mis labios y con la lengua toqué ligeramente la abertura de su boca, pidiendo permiso para pasar. Sentí un instante de sorpresa y resistencia antes que ella entreabriera también sus labios y tímidamente uniera su lengua con la mía, empezando un lento baile que bien pudo durar uno o dos minutos.

Varados En La IslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora