Una Caída Inoportuna

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—¿Encontraste algo?

Como toda respuesta levanté una toalla grande y una pequeña que había encontrado en una de las maletas de mano de uno de los pasajeros. Después de discutirlo un momento en la mañana, habíamos llegado a la conclusión que deberíamos sacar todo lo que fuera útil de los demás pasajeros. Hasta ahora sólo habíamos sacado las camisas blancas de una maleta y la comida y bebida del avión, así como los primeros auxilios. Aunque era una decisión delicada por alguna razón, decidimos que debíamos cremar los cuerpos que se encontraban dentro con la ayuda de Axew.

Sin embargo, debíamos encargarnos del dilema de la entrenadora del pequeño dragón, ya que no podíamos dejarlo verla en ése estado, Pikachu y yo entraríamos de primero y nos encargaríamos de ése cuerpo.

La escena no había cambiado de un día a otro, a pesar de estar ventilado debido a los grandes boquetes que se habían hecho al momento del accidente, en el lugar aún se respiraba el olor a muerte y humedad. Los cuerpos habían empezado a pudrirse. Llegamos hasta el cuerpo de la chica, intentando terminar con la tarea lo antes posible. Pikachu me vio y yo lo ví de vuelta, asintiendo. Lo siguiente pasó deprisa, un haz de luz blanca, un sonido eléctrico y el cadáver quedó reducido a un montón de cenizas y partes negras. Un nauseabundo olor a carne quemada invadió el lugar, más haciendo de tripas corazón, Pikachu siguió diligentemente con el siguiente cuerpo.

Salí del avión a traer a Axew, quien me esperaba junto a Serena y Sylveon. Les hice un gesto para que pasaran. Cuando Serena llegó a la par mía, la detuve por el brazo.

—No es necesario que entres allí si no quieres. —Le dije en voz baja.

Ella sacudió la cabeza.

—Esto no será fácil para Axew, y quisiera acompañarlo.

Asentí de manera comprensiva mientras soltaba mi agarre. Ella me dio un ligero beso en la mejilla antes de internarse junto a Axew y Sylveon dentro del avión. Yo los seguí y me reuní con Pikachu, quien ya llevaba dos electrocuciones más, por lo que el olor dentro ya era poco menos que insoportable. Afortunadamente, Sylveon conocía el movimiento dulce aroma, y gracias a ello pudimos aguantar todo el tiempo el olor a carne quemada. Después de quince minutos ya habíamos acabado, cómo si nunca hubiera habido nadie dentro del avión. Después, y con bastante cuidado, pusimos las cenizas de cada persona dentro de los envases de comida vacíos que teníamos. No era lo más elegante ni ceremonial, pero era lo único que podíamos hacer, junto a cada envase, pusimos alguna identificación de la persona para poder entregarlos a sus familias en caso de que alguien nos encontrara.

Por último, habíamos sacado todo lo que encontramos en el maletero y lo habíamos llevado hasta la playa. En general, el proceso nos llevo desde la mañana hasta un poco más del medio día. Para cuando terminamos, todos nos encontrábamos sudorosos y cansados, lo que nos llevaba a la situación actual. Desde el día anterior andábamos con necesidad de un baño, por lo que estábamos preparando las cosas para ir.

Nos pusimos en marcha con una muda de ropa cada uno y la toalla que encontramos, además de un pequeño sobre con champú que alguien llevaría en su maleta.

Serena se encontraba muy taciturna desde que habíamos dejado el avión, como si algo le molestara. Cómo le había durado un rato ya, decidí indagar que era lo que pasaba en su mente.

—¿Te encuentras bien linda?

Serena paró en seco y pude ver que se sobresaltó bastante.

Varados En La IslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora