Confianza

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—Ash... — Dije, tratando de mantener la voz firme, sin poder conseguirlo realmente. —¿Puedo confiar en ti?

—El me vio con una cara que no supe interpretar, sus ojos parecieron desviarse unos milisegundos hacia la tierra, antes de asentir débilmente.

—Qué... ¿qué necesitas que haga? —Preguntó al fin.

Lo pensé un momento, mi primer impulso fue ir a traer mi ropa, sin embargo, no sabía que tan buena idea era esa. Era poco más de mediodía, y era mi única vestimenta, por lo que mojarla implicaría tener que secarla después, de algún modo. Podría llevarlas puestas y esperar que el sol las secara, pero la camisa era totalmente blanca y el sujetador lo había dejado en la bolsa en la playa. Podría ponerme la camisa de él, pero era igualmente blanca y ya se encontraba empapada... además que la necesitaba para hacerle una nueva venda provisional en el torso y probablemente una para la cabeza.

Traté de serenar mis pensamientos, si cortaba de una vez los trozos de tela podría ponerme lo que quedara de la camisa, después de escurrirla un poco. Corté entonces con el mayor cuidado posible dos gruesos fajos de tela de la camisa, el más ancho para el torso y el otro para la cabeza. Volví a hacer contacto visual con Ash, quien me veía con cara de "lo lamento" y había algo más, otro sentimiento que no supe interpretar.

—Bien... ahora... necesito que cierres un momento los ojos ¿ok?

Él asintió al instante, y cerrando los ojos, volteó la cara hacia el otro lado.

Tuve sentimientos encontrados ante su rápida reacción. No entendía que me pasaba, él había hecho justamente lo que le dije que hiciera, y él lo hizo. ¿Qué esperaba? ¿Resistencia de su parte? ¿Qué se negara a hacerlo? ¿Por qué diablos querría eso? A pesar del frescor del agua, sentí cómo un incómodo calor se alojaba en la parte trasera de mi nuca. Sacudí fuertemente mi cabeza, como queriendo de manera física espantar todos los sentimientos y preguntas que me estaban asaltando.

Puse la camisa blanca en la zona más limpia a mi alcance y vigilando que Ash no abriera antes los ojos, o que lo hiciera, me impulsé con ambos brazos hacia arriba y salí del agua. Me di la vuelta, de modo que quedé sentada viendo hacia el río. Estrujé la camisa lo mejor que pude, para acto seguido ponérmela. El olor era curioso, una mezcla de agua, sol, césped, pero el aroma que predominaba era el suyo, el de Ash.

La camisa me tendría que haber quedado ligeramente grande, más debido a que había arrancado ya sendos pedazos de tela, me llegaba justo al tamaño del ombligo. Fue observando ésta peculiaridad que me di cuenta en que, aparte de la camisa, no llevaba nada más puesto. Suspiré, tendría que ir por algo de ropa al claro donde la habíamos dejado.

—Regreso en un momento Ash, abres los ojos hasta que yo te diga ¿ok? —Le dije, tratando de sonar lo más normal posible, cuando la situación era todo lo contrario.

Escuché un sonido ahogado, que supuse era de asentimiento. Sintiéndome más expuesta que nunca, me levanté, y pasando por encima de mi débil amado, fui lo más rápido que mis resbalosos pies y la vergüenza me dejaron hasta donde había dejado mi ropa. La pantaloneta que me había puesto desde el primer día en la isla era color verde fuerte, por lo que no habría mayor problema en dejármela puesta, aunque fuera mojada.

Regresé hasta donde había dejado a Ash.

—Muy bien, abre los ojos ¿estás bien? —

—Sí, gracias, sólo aún me duele un montón el todo —Trató de reírse para aligerar el ambiente, más lo único que logró fue un sonido ahogado y una mueca de dolor, seguramente le dolería el pecho.

Varados En La IslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora