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"Querido yo:
¿Me perdonas por no haber sido lo que siempre quisiste?
¿Me perdonas por ser el maldito que destruyó tus sueños"

Recuerdo muy bien el momento en que decidí comenzar con todo esto. Ahora con dieciséis años puedo decir que fué la mejor decisión de mi vida.

Nunca me importaron los peligros, nunca pensé que podría llegar hasta el punto en que me desmayara en un supermercado mientras hacía la fila. No era la primera vez que sucedía, pero al parecer sí la más grave.

El alboroto a mi alrededor me parecía gracioso, aquellas personas desconocidas preocupadas por mí, era tan falso pero a la vez real. De pronto una ambulancia me conducía hasta el hospital más cercano para luego internarme.

No había comido hace cinco días, y no tomaba mucha agua porque esta me hacía ver más gordo, hacía dos horas de ejercicio cada día y salía a correr.

La última vez que me pesé, la balanza marcaba 56 kg para mis 1.78 metros de altura, y estaba muy lejos de llegar a mi meta de 45 kg.

Pero eso ya no importaba, porque me encontraba en una camilla conectado a diferentes tubos que me inducían comida y me engordaban. Me encontraba solo esperando a que el doctor y mi madre terminaran de hablar, yo los podía observar a través de la ventana discutiendo. Mi madre nunca se enteró de mi muy notoria pérdida de peso, no se preocupó ni sospechó, no por mala madre, sino porque nunca estaba en casa y no la veía desde hace meses.

Suspiré cuando ella entró a la habitación mirándome fijamente con los labios apretados y los ojos llorosos. Sabía que en su mente se reprochaba por no haberlo notado antes.

-Mi niño- susurró sentándose en el borde de la cama-. Lo siento tanto.

De repente sus lágrimas comenzaron a salir por sus ojos color esmeralda como los míos, mientras ella me abrazaba con fuerza y susurraba mil perdones en mi oído.

No pude decirle que esto no era su culpa, porque lo era en parte. Siempre digo que las cosas son un “todo”, núnca surgen por razones individuales o genéricas, son causas en conjunto.

-Sólo mírate- sollozó-. Tu piel está completamente fría y pálida, tus labios están secos y tu cabello no tiene brillo. ¡Dios Mio! Puedo ver tus huesos sobresalir de tu cuerpo, las clavículas, tus pómulos ¿Dónde quedaron tus dulces cachetes?

No contesté, sé que me mira con desprecio como todas las demás personas, me tachan como enfermo y una aberración. Pero no se ponen a pensar el Porqué de todo, siempre juzgan sin conocer.

-Harry ¿Sabes que estás muy grave? Los doctores se encargaran que esta semana logres ganar un poco de peso, pero el resto de los días tendrás que ser tú quien te cuides- suspiró-. No podemos correr ese riesgo y tienes que subir de kilos, así que el doctor me recomendó un centro de rehabilitación, el cual estoy dispuesta a pagar para que te recuperes.

Fruncí el ceño a punto de quejarme cuando su celular sonó, pidió disculpas y se retiró. Bufé mientras tomaba mi cabeza con mis manos, notando que mis muñecas estaban vendadas. Maldije al recordar las cicatrices de los cortes que tenía por el brazo, seguro mi madre ya estaba al tanto.

No estaba seguro de qué iba a pasar en los siguientes meses, solo sabía que tendría que refugiarme en un edificio lleno de personas como yo. ¿Acaso es sano juntar a varios anoréxicos y bulímicos en una habitación? Es como juntar a los isis y esperar a que no hagan ningún atentado terrorista.

Sabía que no tenía escapatoria, que debía aguantar subir de peso unos cuantos meses para volver a perderlos cuando salga. Me dolía pensar que todo mi esfuerzo se iba a la mierda, y que unos patéticos intentaban alejar mi sueño de mí.

¿Cuantas semanas tendre que pasar en ayunas y sin cenar para bajar lo subido?

Ese era el castigo que recibía por descuidado, nunca tuve que salir a comprar aquella barra de chocolate que tanto deseaba. Si me hubiera quedado en casa no estaría pasando por esto.

Desde ahora odio el chocolate.

Pero más que nada, me odio a mí.

《Skinny Love》 [LS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora