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YoonGi se observó por última vez en el gran espejo de su dormitorio y le sonrió a su reflejo. El traje negro que traía puesto le quedaba bastante bien, al igual que su cabello perfectamente peinado. JiMin lo había invitado a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad y quería verse presentable. Roció un poco de su perfume con olor a vainilla alrededor de su cuello y cabeza y pasó por sus labios un hidratante con sabor a fresa. Siempre trataba de que se vean bonitos, rosados y limpios.

-Siempre hay que estar preparados- pensó.

Salió de sus pensamientos cuando escuchó una bocina bastante conocida sonar unos pisos más abajo y se asomó por la ventana, topándose con la penetrante mirada del mayor. Le sonrió tímidamente y con un par de señas, le indicó que bajaría en seguida. El peliazul se puso los zapatos con rapidez y antes de salir, se observó por última vez en el espejo. Cerró los ojos, tratando de calmar a su emocionado omega, y bajó con velocidad los pisos correspondientes. Se despidió del conserje con un movimiento de manos y abrió la puerta principal. Tembló al sentir el frío aire impactar contra su cuerpo y escondió sus pálidas manos en los bolsillos del traje. Se acercó con la cabeza gacha hacia el mayor, tratando de mantener el calor corporal, y lo saludó con un movimiento de cabeza. JiMin se extrañó un poco al ver el cortante saludo, pero al percatarse de que las mejillas y nariz del omega estaban sonrojadas, dedujo que se estaba congelando. Era lógico. El invierno estaba por llegar y el pequeño omega, al estar con un traje no muy abrigador encima, estaba muy expuesto al frío clima. El rubio atrajo el cuerpo hacia sí y lo rodeó con ambos brazos, mientras transmitía todo el calor que le era posible.

-Entremos al auto, ¿si? No quiero que te congeles.

YoonGi asintió y se apegó más al cuerpo del más alto. JiMin, enternecido, hundió su nariz en la cabellera del menor y sonrió inconscientemente.

-Estoy considerando el hecho de que me estoy volviendo un adicto.

YoonGi levantó su rostro dejando a la vista su sonrosada nariz de botón y le dirigió una mirada confusa.

-¿Adicto a qué señor Park?

JiMin sonrió ante la inocencia del menor y negó.

-Olvídalo. Pasa al auto. Ya tenemos que irnos.

YoonGi asintió no tan convencido e ingresó al lugar indicado. Se colocó el cinturón de seguridad y escondió sus manos nuevamente dentro de sus bolsillos.

-¿Quieres que prenda la calefacción?

La respuesta del pálido tardó en llegar hasta que finalmente asintió dejando escapar un casi inaudible "sí". Todo el camino al restaurante se mantuvo en un silencio cómodo. La música de la radio era relajante y el paisaje nocturno los acompañó durante el viaje. Al cabo de unos minutos, el auto se detuvo en un restaurante muy elegante y JiMin bajó del auto con rapidez para poder abrirle la puerta a su acompañante. YoonGi sonrió gustoso y bajó del asiento con delicadeza. Admiró todo el lugar con asombro y con los labios levemente abiertos. Todo era tan hermoso. Unos elegantes candelabros adornaban el techo junto con un sin fin de pinturas coloniales en las paredes. Las mesas estaban perfectamente arregladas y limpias, mientras que un par de velas descansaban sobre ellas. Una mesera les indicó su mesa y tomaron asiento en una mesa doble. Ambos quedaron frente a frente y sin saber que decir. YoonGi estaba demasiado asombrado con todo lo que veía. En sus cortos 19 años, jamás, había visto un lugar tan hermoso.

-YoonGi.

El menor salió de su ensoñación al escuchar la voz del rubio y asintió en señal de atención.

-¿Sabes por qué te traje a cenar?

YoonGi negó con los ojos iluminados y apretando los puños bajo la mesa por la emoción. Después de la plática de hace unos días, Rosé no había vuelto a aparecer por la empresa y su relación con su jefe era cada vez mejor.

Kitten ; jimsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora