Capítulo 1

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"Strippers, finos y ¿él?"

    Y ahí se encontraba ella. Caminando por la misma calle de todos los días en la noche, exactamente a las once ─solo que ésta vez más tarde─. Donde las luces no se conocían, los grafittis sin sentido envolvían las paredes de los dueños en aquellos dibujos con significados que poca gente lograba captar. Y el silencio, el único sonido, después de sus zapatillas al caminar apresuradamente.

Después de dar unos pasos más, ya podía sentir el suelo vibrar y sus oídos vibrar por la música que venía de "The Doll's Black House". Ella lo sabía, y al ver el gran lugar con el letrero color rosa neón y las grandísimas puertas negras de madera, sonrió.

Colocó la mano en una de las puertas y suspiró. Como lo hacía de costumbre. Al entrar, se desabrochó la cinta de su abrigo negro, dejando ver su blusa de tirantes blanca, caminó por el largo pasillo oscuro viendo las luces rojas moviendose al compás de la música, las grandes jaulas humanas donde algunas compañeras se encontraban bailando con poca ropa y más adelante, mesas repletas de hombres gritando con dinero en las manos, borrachos y otros de traje con esas miradas lascivas, aquellos que llevaban el cabello con un sencillo pero elegante peinado y trajes de elevados precios se encontraban con mujeres sentadas en su regazo, bailando o dejándose tocar —Peyton los llamaba finos—.

Eso era un resumen del lugar. Echó un pequeño vistazo y se fue por el otro lado donde se encontraba otro letrero con letras negras diciendo; Camerinos, solo personal autorizado.

Se adentró por aquel pasillo y vió a Brimstone en la entrada de los camerinos con el ceño fruncido.

—Llegas tarde. Muy tarde. —Dijo Brimstone sobando con sus dedos, las sienes.

Brimstone era el dueño en The Doll's Black House, el lugar más famoso y misterioso de Londres, pero ¿qué era ese lugar y porqué era tan famoso? Era la maravilla para cualquier hombre, donde podían mal gastar su dinero a cambio de sexo o admirar a las mujeres en tubos eróticamente, llamadas strippers. Así que con él no se jugaba sucio, ni siquiera jugárselas con Brimstone; era un hombre de respetar.

—Lo sé.

¿Lo sé? Esa no es una respuesta, te estabamos esperando, pensé que no vendrías. Casi le decía a Brooke que ocupe tu lugar —bufó—. Me preguntan por ti, te han estado pidiendo, ¡te quieren en éste lugar! Y tú en cambio, estás afuera perdiendo el tiempo... ¡Perdemos dinero, niña!

—No me llames niña, tengo mi edad, y lo sabes perfectamente. También tengo nombre ¿sabes cuál es, cierto? —se detuvo para respirar—. Estoy aquí, no te preocupes.

—Sí, pequeña; lo sé, pero he enloquecido —suspiró—. Anda rápido, aquí está tu vestuario —le dió unos tacones negros con un pequeño short negro y un sostén de cuero.
»Y... ¿por qué hasta ahora? Son las once cuarenta.

Ella retorció los ojos recordando a su madre.

—Mi madre no me dejaba ir. Me estaba diciendo cosas que no entendía, después que podemos tener un mejor mundo si somos mejores personas y ayudamos a los demás. Bla, bla, bla.

—¿Cómo te has liberado de eso?

—Le he dicho que estaba agotada y tenía sueño, por poco me lee algo... —como la última vez, pensó— cuando se fue, cerré la puerta con cerradura y salí por la ventana. Lo siento Brims, he venido lo más rápido que pude.

—¿Por qué aún no compras el departamento que tanto anhelas?

—No tengo el dinero necesario. Pero ya me verás, tendré ese departamento cueste lo que cueste. Sólo me falta un poco de dinero —contestó.

Pecados en Londres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora