Capítulo 2

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   Esperó unos minutos más, hasta que observó al jóven y delgado chico que sujetaba la nueva botella. Vestía una camisa blanca y unos tejanos simples. John abrió el vodka que enseguida sirvió en un vaso.

─Tienes razón.

─Siempre la he tenido ─contestó John.

***

Después de varios minutos de inhalar y exhalar, sintió que sus manos sudaban aún teniendo el vaso completamente helado.

Ella lo veía fijamente.
Él también...

Al ordenarle a sus pies unas mil y un veces que se movieran, estos obedecieron. Peyton tragó el nudo de la garganta que le impedía hablar. Avanzó unos pasos y quedó al frente de él.

─Pensé que nunca te acercarías.

La ojiazul colocó el vaso de vidrio encima de la mesa.

─Aquí tienes ─habló y dió una vuelta para marcharse.

─¿Tan pronto te irás? ─escuchó la voz del jóven casi como un susurro que recorrió cada extremidad de su cuerpo.

─Lo siento, tengo cosas que hacer ─contestó Peyton después de volverse para mirarlo. El corazón le latía con demasiada fuerza, tanta que en sus oídos lo sentía, y la música del club se escuchaba a lo lejos.

─¿Cómo hace un momento? Sentada en el taburete, platicando con aquél viejecillo.

Un poco del orgullo que se acumulaba dentro de ella, se desvaneció. Lo miró para decirle una cosa. "John no era un viejecilo y que no se atreviera a faltarle el respeto" pero antes de decir esas palabras, al salir no fueron las correctas.

─Entonces ¿que quieres que haga?

─Tómate un trago conmigo, sólo unos cuantos minutos.

Ambos sentados, uno frente al otro, la chica no dejaba de sentir un hormigueo serpenteando por su espalda.

─¿Desde hace cuánto llevas vigilándome? ─preguntó antes de poder detenerse.

─¿Vigilar? Yo no usaría eso.

─¿Por qué me estabas vigilando? ─preguntó algo enojada.

Él recargó su espalda en el asiento con las manos cruzadas recorriéndola con sus ojos mieles y sus largas pestañas revoloteando.

─No sé si lo habrás notado, pero con ese culo nadie te pasaría por alto ─dijo.

Incluso pensarlo le costaba trabajo. Algo en ella se habia desatado con ese comentario tan vulgar y grotesco, parecido la ¿exitación?
Algo peligroso, sexy e impulsivo...

Pasaron uno, dos, tres, cuatro minutos tal vez en un incómodo silencio. Tomó un sorbo al vodka y le ofreció.

─No, gracias.

─Vamos, chiquilla. ¿No te gusta o aún no lo habéis probado?

─No me llames chiquilla. Y no quiero, gracias —contestó.

Alzó una ceja, cruzando su largo dedo entre los rosados labios evitando sonreír. Pero era obvio que sonreía por la manera en que sus ojos se hacían pequeños y sus mejillas resaltaban.

—Eso no contestó a mi pregunta.

—Sí, me gusta, pero no quiero ahora.

—¿Cuál es el problema? Dale un sorbo —dijo pasándole el vaso.

Pecados en Londres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora