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Creí haber sentido cucarachas en mi cuerpo en las frías madrugadas en ese calabozo, sí, un calabozo. ''El Señor'' había decidido desde hacía casi ya un mes que tenía que dormir en el calabozo, como insignificante animal. Él se burlaba de mí cuando entraba a la pequeña y sucia cueva, me decía que pronto me poseería y que cuando estuviera ya embarazada, me obligaría a abortar, y de la peor manera. Me encontraba tirada en el suelo como gato muerto (mi posición habitual) pensando en la porquería de vida que estaba teniendo allí, en un calabozo. Nunca me había imaginado uno, y si lo llegué a imaginar, estoy segura de que no lo imaginé tan feo. Era un horrible calabozo que parecía más bien una cueva (muy asquerosa por cierto), llena de suciedad, trastes, libros inservibles y creo que hay tantas ratas que me he hecho amiga de ellas. La comida me la dan en lo que creo que es la tarde y de ahí en más no me vuelven a dar comida hasta el día siguiente. He tenido suerte, ‘‘El Señor’’ al parecer se había ido unos días, pues no había venido a molestarme desde hace unos dos días. Le agradecía a Dios, me estaba cansando su insoportable presencia. Me rugía el estómago y supuse que era la hora de la comida, sí, mi estómago es un reloj. Oí el sonido de unas llaves entrando en un cerrojo y posteriormente la puerta se abrió dejando pasar a una diminuta muchacha de tez morena y ojos aceitunados. Era nueva en el lugar pues quien siempre me daba la comida era Casidy, una mujer alta de algunos 60 años de ojos saltones y grandes labios. La diminuta muchacha se encaminó hacia mí, que me había parado del suelo. Tenía cara de ser buena persona así que me animé a preguntarle su nombre.

-Hola, ¿Cómo te llamas?, le pregunté con un tono amable.

-Soy Caroline. –dijo la muchacha tímidamente, al parecer le habían dicho que si me daba información la buscaría la policía.

-Un gusto Caroline, yo soy Georgia, ¿Cómo soportas trabajar aquí? Ha de ser tan molesto como estar en ésta sucia cueva.-dije tratando de ponerle un poco de humor a nuestra corta conversación- Me imagino que te pagan bien aquí ¿Cierto?

-Am, señorita Rose, a mi no me pagan.

Debe estar bromeando, ¿cierto?

-¿Y por qué trabajas de gratis? ¡Esa es una injusticia! ¡Eso no tiene perdón de Dios! ¡Esa es una…!

-Señorita Rose, soy como usted. Soy otra simple secuestrada, lo único es que soy sirvienta y a usted solo la tienen retenida. Hablaba con indiferencia, como si estar en pocilga llena de ratas fuera un paraíso. Me mordí la lengua para no lanzarle unas cuantas palabrotas. Me calmé y continué hablando.

- ¿Cuánto tiempo tienes aquí metida? ¿Una semana? Nunca te he visto por aquí.

-Dos años señorita Rose, además…

-Primero; No me vuelvas a decir ‘‘Señorita Rose’’, lo odio. Dime Georgia, es mi nombre de pila.

Segundo; ¿Por qué rayos tienes dos años aquí y nunca te he visto?

Tercero; Eres una…

-No me ha visto porque  me tenían trabajando en los jardines secundarios y ahora que están listos me han mandado a ser sirvienta, aunque me dijo que mi  trabajo principal es traerle la comida a usted, señori… -sacudió la cabeza- ¡Georgia!-gritó fuertemente, luego sonrió levemente-¡Sí!, lo he dicho bien –dijo en un tono bajo, para que no la oyera, pero aún así, la oí.

-¿Y por qué no puedo ser yo sirvienta?

-Dudó- Esa información no he decírtela Georgia –dijo con lástima-

-¿Por qué? No puedo decírsela a nadie, ¡No hablo con nadie!

-No Georgia, no me entiendes. Todos lo saben, excepto tú.

-¿Saber qué?, ¡¿Saber qué?! –dije gritando-

-Ya te dije, no puedo decírtelo, pero –dijo acercándose a mí- espero que lo descubras. Dicho esto se giró y levantó la bandeja de comida, poniéndola en una mesita cerca de la puerta. Antes de salir, se giró y me miró intensamente.

-Todo está en tus manos Georgia. Dicho esto, solo se fue, como todo el mundo.

El mundo oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora