Padre e hija.

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Las calles eran iluminadas por aquellos nuevos ingenios. Bombillas les llamaban. El bombillero recorría las calles colocando aquellas pequeñas esferas de luz en unos soportes con cables. Iba escoltado de dos guardias, que guardaban la valiosa carga de aquellos extraños y recientes aparatos. Algunas tiendas, las de mayor éxito, se habían podido permitir aquella iluminación. Electricidad lo llamaban y parecía estar destinada a quedarse en aquel nuevo mundo que abría las puertas a nuevos descubrimientos. Los carruajes llevaban a los mas poderosos de aquí para allá. Otros coches mas humildes transportaban a hombres y mujeres apurados hacia sus destinos. Las calles estaban ligeramente húmedas, producto de la llegada del invierno.

Entre los pocos transeúntes caminaban dos figuras de estatura muy diferente. La mas pequeña iba de la mano del mas mayor. El caballero era de porte elegante, distinguido en las maneras y el proceder. Tenia rasgos finos pero marcados y las mejillas ligeramente hundidas, con muchas angulosidades. La dama tendría unos cinco años, iba bien vestida, con una postura recta, enseñada por su padre para mantener sana la columna vertebral y parecía gustar de probar la resistencia de otro nuevo invento revolucionario: las botas para la lluvia.

-¡Papi!.-Dijo de pronto la niña.

Aquel hombre miró a su hija adorada.

-¿Sí, hija?.-Dijo con una pequeña y discreta sonrisa, aun había posibles testigos.

-Me gustó mucho la ópera. Me gustaron los señores disfrazados.

-¿De verdad?.-El hombre se maravilló ante aquello.-¿te gustaría volver? ¿no se te hizo aburrido?

-No, me gustó mucho.-la niña rio.-Yo ayer me disfracé en el colegio.-Dijo la niña dando pequeños saltos en los charcos cada vez que pasaban por uno.

-De árbol bailarín.-Dijo su progenitor, saludando a unos conocidos que pasaron por su lado.

-¡Siiiiii, de árbol bailarín!-a niña comenzó hacer la danza del árbol bailarín.

Aquel hombre, fiel a los principios regios de la paternidad, se sintió embargado de la misma felicidad que su hija sentía al interpretar una danza. Apenas podía disimular la sonrisa cuando la veía tan feliz.

-¡Papi mira, brilla!.-Dijo señalando una de esas novedosas esferas de luz.-¿Por que brilla?¿Tiene luciérnagas dentro?

-No, hija. Se llaman bombillas y sirven para darle luz a las calles.

-¿Y porque no hay velas?.-Preguntó la niña, con los ojos de su madre en el rostro.

-Eso es lo que me estoy preguntando desde hace semanas.-Dijo ese hombre pertrechado con sus mejores galas.

-¡Papi, mira!.-Dijo aquel pequeño ángel.-¡Aun queda una tienda de dulces abierta! ¿podemos ir?

El hombre entonces miró su reloj de bolsillo y el cielo, plomizo que amenazaba lluvia. La tienda estaba situada en la esquina entre una de las calles principales y una calle secundaría.

-Está bien, pero no deberíamos retrasarnos, mañana tienes que ir a la escuela y hay que ir a la cama.-El padre tomó a la niña de la mano con toda delicadeza y solamente la soltó cuando ella, producto de la emoción, trató de abrir la puerta, demasiado pesada para ella.

Padre e hija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora