La señora Clement.

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-Creo que debería acostarme ya.-Dijo la niña, bostezando ostensiblemente.-Buenas noches papi.-

-Buenas noches, princesa.-Dijo aquel hombre, enternecido por el lento caminar de esa criatura.

-Señor.-Dijo la señora Clement.-¿Puedo hablar con usted?.-Estaba sonriendo pero su voz estaba cargada de algo que no era precisamente una promesa de conversación distendida en temas intelectuales.

Lo que siguió fue un recordatorio de lo que significaba la palabra "horario de sueño" y "horario escolar", todo ello acompañado de palabras en el idioma natal de la señora Clement que aquel hombre tenía algo oxidado pero podía extrapolar su significado a través de la expresión de su rostro, el movimiento de sus manos y la respiración acelerada.

Ya entrada la noche, tres sombras se colaron en aquel barrio de gente adinerada. Tres hombres de vida conflictiva y costumbres violentas, afanados en el chollo del secuestro y otros asuntos realmente turbios. Con las ganancias de sus últimos quehaceres se habían podido comprar un carro, totalmente pintado de negro con una capota, que hacía las veces de tapadera para camuflar sus golpes en forma de transporte para transeúntes.

-¿Es esa la casa?.-Peguntó uno de aquellos maleantes.

-Esa es.-Dijo el otro mientras preparaba el gancho y la cuerda.-Recordar, entramos, secuestramos a la niña y dejamos la nota pidiendo un rescate. Es muy rico ese tipo así que no escatimaré en el precio.-Dijo con una sucia sonrisa el secuestrador.

Uno de los hombres se quedó en el puesto de conductor mientras los otros dos lanzaban un gancho hasta el tejado. Con todo ingenio habían recubierto las puntas de aquel gancho con telas para que no hiciera tanto ruido. Sacrificaban el agarre mas efectivo a cambio de un poco mas de sigilo. Tras unos pocos intento aquella cuerda pudo permanecer tensa mientras los hombres escalaban por ella y abrían la ventana que daba a la habitación del único motivo de cordura para aquel señor de fama incierta.

En cuando agarraron a la niña esta hizo lo obvio y se puso a gritar, mas rápidamente le taparon la boca. Sin embargo parecía que alguien se había despertado.

-Rápido, atranca la puerta.-Dijo el que parecía el líder de aquella banda. Su voz era calmada, denotando mucha profesionalidad en aquellos tejemanejes.

Una pequeña silla donde la niña se sentaba para jugar al te con sus amigas de trapo en los momentos de soledad parecía ser suficiente. Se equivocaban.

De pronto la puerta salto hacia adelante, quedando tumbada y atravesando el dintel entraron ochenta kilos de rabia e instinto maternal hecho mujer. La señora Clement portaba dos cuchillos de longitud respetable y vio tan solo como la niña desparecía por la ventana. En la habitación quedaban ella y el otro secuestrador. Este sacó un cuchillo.

-Créeme, soy lo mejor que te ha pasado esta noche, cariño.- Y con toda determinación casi homicida la señora Clement se abalanzó contra ese hombre, que probablemente no saldría de ahí. No al menos con todos los dedos o las dos orejas.

Mientras esto sucedía, el secuestrador que tenía aquel sueño hecho niña había llevado a la secuestrada al carro y dio dos golpes indicando que se movieran. La niña aun estaba siendo sostenida por aquel hombre, pataleando pero apenas le quedaban ya fuerzas. Sus lágrimas caían amargamente, quería que papi viniera y la abrazara, tenía miedo al no entender que sucedía. El hombre dio dos golpes en el techo para indicar al conductor que se moviera, que tenían que arrancar. No sucedió nada. De nuevo otros dos golpes. Nada. El líder del grupo asomó la cabeza. Su compañero conductor y los caballos parecían paralizados.

Padre e hija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora