tres

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Dejé de escribir en mi cuaderno y tomé mi guitarra que yacía a mi costado.

Ya afinada y lista, comencé a tocar los acordes. Me la pase todos estos días componiéndola con tal que quede perfecta, creo que lo conseguí. Quiero cantarselo, quiero que la escuche, quiero que sepa lo cuanto que la quiero. No hay ni un segundo que no habite en mi mente, las 24/7 esta allí.

Realicé el último acorde y dejé de tocar para guardar mi libreta y la guitarra en un pequeño estante con llave. No me arriesgaría a que vieran lo que compuse, no me gusta que revisen mis cosas.
La puerta se abrió entrando Demián, uno de los doctores que me atendía.

—Hey Jackson, ¿como va todo?.—preguntó acomodándose sus gafas, hecho un vistazo a sus papeles de los cuales estaba mis avances.

Chasquee mi lengua.—Todo bien.—respondí sin darle mucha importancia.

—Me alegro, ¿no te ha dolido nada o has sentido algo raro?.—negué siendo sincero.—esto es bueno, tener leucemia no es nada fácil, puedes salir al patio un rato si deseas. Estar metido acá no es una de las mejores opciones.—admitió palmeando mi hombro en forma de despedida, asentí pensando en su oferta.

Cerró la puerta detrás de si y se fue sin decir nada más.Tenía razón, no era una de las mejores opciones quedarse acá. No había mucho que hacer y supongo que tomar algo de aire no estaría nada mal. Me levante a abrir la puerta y salí viendo el pasadizo, tome el ascensor para llegar mucho mas rápido. Había unas cuantas personas afuera observe caminando por la acera pero ella no estaba. Tome asiento en el césped flexionando mis piernas pensando en una de las razones por las cuales no ha bajado, normalmente para la mitad del tiempo aquí. Adora este lugar, los doctores y el personal lo saben muy bien también es por eso que lo cuidan y traen plantas nuevas cada fin de mes. Todos el personal le tenían un gran afecto, comprendía que ya tenia un tiempo aquí.

—Jackson, tu mamá ha venido a verte, te esta esperando en tu habitación.—la doctora Ginger habló haciéndome parar e ir de nuevo arriba.

Abrí la puerta y allí estaba mi madre sentada en mi cama viendo toda la habitación con ninguna impresión. De todas las veces que a venido a verme siempre estábamos en mi habitación, por lo tanto se sabia de memoria cada cosa que había.

—Mamá.—la llamé, al escucharme volteo a mirarme y una sonrisa creció en su rostro.

—¡Jackson!.—exclamó viniendo hacia donde estaba para estrecharme entre sus brazos.—no sabes cuanto te extraño mi bebé, ¿como has estado?.—preguntó mirándome feliz.

—Bien, me siento mejor.

—Eso es bueno cariño, muy bueno.—volvió a abrazarme.

—¿Como esta Bárbara?.—pregunte.

—Esta bien, esta con eso de sus estudios y su trabajo.—asenti comprendiendo. Estar en la universidad estudiando para medicina no es fácil, bueno para mi no lo es, la ciencia no es mi pasión.—te traje esto.—me entregó una bolsa con algo adentro.

Cogí con cuidado lo que tenía y lo saque viendo que era. Era un suéter negro aparte de eso estaba mi pantalón chándal y unas 3 medias plomas polares.

—Se que acá con esa bata no te abriga nada y no quiero que pases frío, aparte que ha empezado a correr viento.

—Gracias por preocuparte mamá.—hablé agradecido,esta mujer era la mas buena que encontrarás.

—Bueno, me tengo que ir que deje la lavadora lavando y no valla a ser que pase algo, adiós cariño.—beso mi mejilla saliendo del cuarto.

Me quité la bata y me cambie poniéndome lo que había traído mi mamá.

Ahora si que ya no sentía frío.

cáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora