siete

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A la mañana siguiente me levanté ansioso, fui al baño a lavarme los dientes y hacer mi higiene personal. Al salir me encontré con Demián.

—Buenos días Jackson, hoy te toca tus chequeos y tomar tus medicinas.—asentí y fui a hacer todo lo que me dijo que hiciera.

Al pasar los minutos tocaron mi puerta, un poco extrañado fui a abrirla dejando de lado el libro que leía. Al hacerlo me lleve la impresión de que era ella más acompañado un balón de fútbol en su mano.

—¿Jugamos?.—tenía una gran sonrisa en el rostro, acepte encantado y bajamos llendo al jardín de siempre.

Seguro que si nos íbamos por la parte del estacionamiento donde casi siempre no hay muchos autos nos van a regañar.

—Bien, si pasas de la maceta azul es un gol.—expliqué a lo que asintió y puso la pelota en medio.

—Y si tu pasas del árbol es un gol.—asenti y comenzamos a jugar.

Corrimos hacia el balón y antes de quitárselo me lo arrebató ágilmente marcando un gol de la nada. No se en que momento paso pero me a impresionado.

—¡GOLLL!.—celebró dando saltos.

No me daré por vencido, fui donde la pelota y anoté un gol.

—¡GOLLL!.—le saqué la lengua.

A los minutos mi ángel me estaba ganando por 5 pelotas, adivinen quien ganó.

Si, ella lo hizo.

—¡Te gané!.—grito seguido de un baile raro.

La cogí de la cintura y la cargué en mi hombro.

—Hora de un baño.—avise dirigiendo me de nuevo en el interior del hospital. Refuño molesta pero al final de gastar saliva en vano accedió.

La deje en su habitación y le informe que al terminar de bañarse le tenía una sorpresa. Deje una caja blanca en su cama acompañado de un lindo lazo rojo y unos zapatos. Los miró extrañada pero entendió de que tenía que ponérselo.

Hace unos días atrás que llevó planeandolo, ya le pedí permiso a su doctor que la atendía. Al principio no estaba muy seguro pero el sabía lo cuánto que yo quería a mi ángel, en varias oportunidades nos ha visto juntos haciendo tonterías. Al final accedió con la condición de que tome sus medicamentos a su hora y no come nada que pueda afectarle en algún sentido.

Entré a la ducha y empecé a bañarme.

[..no.]

Ya listo salí a cambiarme, estaba muy nervioso...demasiado diría.

Camine hasta su puerta y cogí la poca valentía que tenía para dar unos leves toques. Sus pasos se escucharon y el pomo se giró dejandome verla.

Esta...bellísima.

—Van a entrar las moscas.—levantó mi mentón. Dios que vergüenza.

—Eh...—saqué el ramo de flores que tenía detrás de mi espalda y se lo entregué.

—Gracias.—sonrió. La tomé de la mano y salimos por el pasillo.

Su piel era muy suave y tenía un olor a vainilla exquisito. Las miradas por parte del personal del hospital y de los pacientes no hicieron falta, entré todos ellos estaba Demián y el doctor que atendía a mi ángel sonriendo.

Salimos del hospital y tomamos un taxi hacia un restaurante donde tenía planeado llevarla.

—¿Te gusta el sushi?

—Me encanta.

—Es bueno saber eso.

[...]

Entramos y nos dirigimos a una mesa con ventana, el sol hoy estaba muy bonito. Pedimos nuestra orden y al instante nos la trajeron.

Esto era lo mas saludable que le podía dar a mi ángel y sin duda para mi también, hay que recordar que yo también estoy enfermo pero no a tal grado de fatalidad.

—Este lugar es muy bonito.—recorrió la mirada por cada rincón. Asenti dándole la razón.

Ya había venido unas cuantas veces, con mamá y Bárbara. Adoraban mucho este lugar pero desde que entre al hospital no he vuelto a venir pero ya estoy acá de nuevo.

Olvidaba lo rico que era su comida, creo que no fue el único en pensar eso, por su cara parece que le encantó.

—Esto esta muy bueno.—se metió un rollo a la boca.

—Si y eso que aún no has probado nada.—me miro curiosa y justo Elena, una de las camareras que conocía trajo un pequeño postre que de seguro le gustará.

—¿Y eso?.—lo miro extrañada pasando un dedo por el chocolate y seguido llevarlo a la boca.—sabe rico.—sonrió.

—Es Grand Marnier.

—¿Y eso exactamente que es?

—Es un soufflé de chocolate con licor.—soltó un oh y iba a coger mas pero retire su mano a lo que me miro confundida pero negué.—tu no puedes comer mucho chocolate hací que lo partiré a la mitad.—asintió sin gustarle nada la idea.—es por tu salud, no quiero que te pase nada ángel.

Alzo la mirada y pude ver una pequeña sonrisa asomándose.

—Me dijiste ángel.

Al darme cuenta de lo que habia dicho me di un facepalm mental, se me había escapado.

—Me gusta.—admitio, sonreí un poco.

A los minutos ya habíamos terminado de comer y salimos del lugar. Pensaba que podíamos un rato caminar por un parque. Nos sentamos en una banca y vimos a unos cuantos niños jugando en los juegos que había.

—Calum...

—¿Que paso linda?.—sus ojos se conectaron con los mios.

—Gracias por esto.—sus mejillas tomaron un leve color rojo.

—No fue nada, pensé que tal vez saltarnos un día o salir de todo lo cotidiano estaría bien.—su sonrisa se ensanchó. Con la leve luz del sol impactando su rostro la hacia ver hermosa. De un momento a otro nos quedamos mirando hasta que nos comenzamos a acercar.

Sus ojos se iban cerrando a medida que íbamos acortando la distancia. Nuestras frentes chocaron, las respiraciones de ambos se mezclaron formando solo una, nuestros corazones latían desesperadamente queriendo que esto ocurra de una vez.

Hasta que paso, sus labios chocaron con los míos moviéndose despacio guardando este momento en mi memoria como el recuerdo mas hermoso que tuve. Mi mano fue a su mejilla acariciándola lentamente como si fuera la cosa mas delicada, mi ángel, mi precioso ángel.

Nos separamos saliendo un momento de esa burbuja mágica en la que nos encontrábamos, nuestras frentes estaban unidas formando una severa distancia entre ambos.

—Te quiero Calum.

—Yo te quiero mas, ángel.

Sonreímos y volvimos a volvernos una vez mas en uno solo.

cáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora