~ELYSSA~
-Ésta es de cuando Dylan y Olivia renovaron sus votos matrimoniales.
-¿Votos matrimo... niales?
–Asentí riendo. –¿Qué es eso?-Es cuando una pareja llevan muchos años casados y deciden volver a celebrar esa unión renovando los votos.
-¿Papá y tú también van a renovar los votos?
-Nosotros aún no podemos, cariño. –Reí cerrando el álbum de fotos para dejar un beso en su frente. –Que sueñes con los angelitos.
-Igualmente, mami. –Dejé el álbum sobre el escritorio para apagar la luz y cerrar la puerta antes de dirigirme hacia las escaleras.
-... Y por eso no deben de separarse de nosotros cuando vayamos a sitios desconocidos.
-¿Mamá lo sabe?
-Por supuesto. Mamá lo sabe todo.
-¿Qué se supone que sé?
–Pregunté entrando al salón para ver como Nick venía corriendo hacia mi.-¡Que papá se perdió en la casa de la playa cuando era pequeño!
-Ah, si. –Reí cogiendo a mi hijo en brazos. –Y ahora vamos a dormir, corazón.
-¡Yo ya soy grande! –Gritó moviéndose para que lo volviera a soltar. –¡Hasta mañana, papá!
-Adiós, campeón. –Rodé los ojos en cuanto salió corriendo escaleras arriba.
-¡No corras, Nick!
Seguidamente, lo seguí para entrar en su habitación y ver como se metía en la cama con blanquita a su lado.
-¿Puede dormir blanquita conmigo?
-Sí, pero intenta que no te llene todo de pelos. –Dije a pesar de que sería algo en vano. Era su época de muda y nos tenía prácticamente toda la casa llena de pelos.
-¿Cuándo vendrá el tío Álex a jugar?
-No lo sé, Nick. Mañana lo llamaremos, ¿te parece?
-¡Si! –Sonrió satisfecho para darme un beso en la mejilla.
–¡Hasta mañana!-Buenas noches, hijo. –Le sonreí desde la distancia para apagar la luz y cerrar la puerta.
Madison y Nicklaus eran mis mayores orgullos en la vida. Nos habíamos enterado de la existencia de Maddie poco después de acabar la universidad haciéndonos las personas más felices del mundo. Para ese entonces ya estábamos planeando la boda, por lo que esperamos a que ella naciera para casarnos.
Mientras que Nicklaus...
Él no estaba planeado, quizás si, pero no tan pronto. Klaus y yo habíamos hablado sobre la posibilidad de adoptar a un bebé cuando Madison tuviera unos cuantos años más, pero se me hizo imposible no querer tenerlo en mis brazos desde el primer día que lo vi en aquel orfanato.
Olivia y yo solíamos ir cada cierto tiempo al orfanato donde me habían adoptado para entregar una cantidad de dinero que les ayudara a mantener a los niños bien alimentados y cuidados. Fue entonces cuando me topé con unos hermosos ojos azules que me miraron con tanto amor y ternura que me fue imposible no enamorarme de él.
Al principio, Klaus no estaba muy convencido. Dijo que era mejor esperar a que Madison creciera y así ejercer de hermana mayor, pero yo no podía dejar a ese bebé allí e irme a casa como si nada hubiera pasado. Por lo que decidí preparar la adopción lo más rápido que pude, tampoco quería que otra familia le tomara cariño y se lo llevaran con ellos.
El tiempo que transcurrió desde ese día hasta el día que llegó a nuestra casa se me hizo eterno, pero mereció la pena.
Mamá me ayudó mucho con el cuidado de los dos bebés mientras que esto a Klaus le había costado un poco más. Se volvía loco cuando oía que Madison lloraba y poco después lo hacía Nick también. Era como tener mellizos pero sin serlos, ya que ambos tenían la misma edad, es más, Nick era más grande que Maddie por unos meses.
-¡Eh! ¿Qué haces aún ahí? –Salí de mis pensamientos para ver a Klaus mirándome extrañado.
-Solo pensaba... –Sonreí dándole la mano para caminar hacia nuestro dormitorio.
-Tú siempre andas pensando. Me asusta lo que puede llegar a pasar por tu cabeza...
-Anda, tonto. –Rodé los ojos abriendo la cama para meterme. –Solo recordaba cuando llegaron los niños.
-Bff... Que calvario pasé...
-¡Oye!
-Sí, pero no me arrepiento. ¿Ves como nunca me dejas acabar las frases?
-Idiota...
-No empieces a insultar que me recuerdas a tu madre. –Me crucé de brazos alzando una ceja. –¿Qué?
-Pues que a alguien tendré que parecerme ¿no? –Se encogió de hombros para arrastrarme hacia él. –No, quita. Ahora no quiero.
-No te enfades, Ely. Sabes que me gusta molestarte.
-Pues con más razón para saber que me pico rápido. –Dejé de resistirme para acomodarme en su pecho y cerrar los ojos.
-Lo sé, lo siento. –Besó mi cabeza para luego apagar la luz.
-¿Qué haces?
-¿Dormir? Después de esta rabieta no creo que tengas ganas de hacer nada. –Levanté la cabeza para mirarlo sonriendo.
-Eres el mejor, cariño.
-¿Ahora soy el mejor?
-Siempre lo has sido. Después de mi padre, claro, pero lo eres. –Me miró ofendido haciéndome reír. –¿Qué? Es la verdad.
-Ah, vale. Está bien saberlo ¿eh?
-Vamos. –Reí a carcajadas tumbandome boca arriba. –Que la que estaba enojada era yo.
-Pues ahora somos dos.
-Bien, vale. Pues hasta mañana entonces.
-Hasta mañana. –Dijo dándose la vuelta para darme la espalda haciéndome reír aún más.
Este Klaus nunca cambiaría.