9. Si te pierdes de pequeño, no te perderás de mayor

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...no te perderás de mayor". Y, seguidamente, me guiñó el ojo.

¿Cómo podía saber George que yo estaba tan perdido?

No le conteste nada. Absolutamente nada.

El me miró y me preguntó la edad. Me di cuenta de que sabía parte de mí, de mi mundo de enano, y creo que se imaginaba que mi respuesta desvelaría mi mentira, mi huida y mis miedos...

Le mentí, le dije que rondaba los quince. Sé que no me creyó. Pero no quería confesarle que tenía trece años, que era enano y me sentía muy sólo en este mundo. Tampoco deseaba explicarle nada de la muerte de mis padres ni de que estaba a cargo de mi hermano que me odiaba.

Y es que mi hermano, con los meses, se había convertido en un enano todavía mas cascarrabias. Aunque yo tampoco estaba de muy buen humor, la ausencia de mi padre y de mi madre me dolía hasta extremos inimaginables.

Además, por todo ello teníamos trifulcas diarias. Cada vez que lo leía, cada vez que recordaba la promesa que le hice a mi madre, odiaba ser enano, aborrecía ser pequeño y ver mi extraño reflejo en el espejo.

Y la verdad es que en aquellos años aún parecía un niño y no un enano. Con trece, hay niños bajos porque todavía no han crecido suficiente, pero que a los catorce dan el estirón, aunque también hay autenticas jirafas que luego se quedan igual para el resto de su vida.

Yo sabía que, si al cabo de un año no pegaba el estirón, entonces si que me quedaría pequeño para mi edad. Y oficialmente sería un enano.

Los médicos decían que todo era posible. Mi genética para ellos era un misterio y podía derivar en enano o en gigantón como decía mi madre.

La barrera era los catorce. A los catorce ya no habría vuelta atrás, entonces se vería si se detenía mi crecimiento. Quizá por ello le dije a George que tenía quince; para situarme en una edad en la que todo ya hubiera pasado.

Y lo de mentirle sobre mi marcha de casa fue porque era realmente duro explicarle las razones de mi huida.

Una parte se debía al bullying que sufría en el colegio, otra en la muerte de mis padres y la última gran porción tenía que ver con ese ser enano y ser cuidado por un hermano con el que no sentía afinidad por razones que espero explicaros si tengo valor.

Quedarme enano... He de confesaros que eso me daba miedo...

Deseaba... Anhelaba ser fuerte y alto... Crecer.

Es difícil explicarlo con palabras, pero saber que no crecerás que tu marca en la pared se mantendrá inmutable con el paso de los años es terrible para un niño, pero insoportable para un adulto.

Y no tiene que ver con lo que implica ser enano. Mis padres siempre llevaron con orgullo lo que eran, jamás les avergonzó.

Y a mi manera yo también lo llevaba bien. Desde los cinco fui consciente de que formábamos una familia diferente. Éramos como las otras familias, pero en reducido. Mi hermano era bajo, mis padres también, y yo lo era más aún...

Hasta compramos un perro mini, uno de esos salchicha... Todo a nuestra altura...

Pero tras la muerte de mis padres necesitaba cambiar, abandonar lo que ellos eran para convertirme en lo que yo jamás había sido.

Crecer significaba distanciarme del dolor... Crecer lo haría todo más soportable, porque me alejaría de ellos y sería más fácil olvidar su muerte, su entierro y la inmensa pena que me produjo perderlos.

George fue a buscar algo a la zona de equipajes. Daba la sensación de que era ajeno a todos aquellos pensamientos que había originado su pregunta sobre mi edad o quizá se imaginaba lo que había generado y me dejaba unos segundos para poder digerirlos.

Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven. Albert EspinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora