Charles
Londres, Oxford Street.
Palpo por encima de los bolsillos del pantalón y no encuentro el encendedor. Levanto la ceja al comprobar que lo está usando Thomas y se lo saco de las manos en un ágil movimiento para prender el cigarrillo que sostengo entre los labios.
―¡Eh! Podías haber esperado al menos a que lo encendiera ―comenta con indignación.
―Que te jodan. ―Expulso el humo en su rostro, y éste me sonríe justo antes de abalanzarse sobre mí para intentar quitármelo.
Una vez logra su objetivo, comienzo a reírme en alto al ver que se aparta lo máximo de donde me encuentro situado para darme la espalda y poder fumar tranquilo.
Llevo toda la semana deseando que llegara el sábado. En la fábrica de acero las cosas no parecen ir muy bien según me ha contado mi padre. Yo me limito a ir mis horas y desempeñar lo mejor posible mi puesto de trabajo. Él, que lleva desde los catorce años allí, conoce de sobra que las cosas no van bien y teme que los sindicatos vuelvan a solicitar otra huelga, la cual nos veremos obligados a secundar. En la boca de todos están las palabras despido masivo, y no podemos permitir que eso ocurra o no sabremos qué será de nuestras vidas.
―¡Mike, ponme otra cerveza! ―grito por encima de la música del local.
―¿Dónde se ha metido Thomas? ―pregunta Steven, alzando el mentón para intentar encontrar al miedica de nuestro amigo.
―Creo que lo he amedrentado, aunque volverá, no ha sido para tanto ―aseguro.
―¿Haciendo gala de la fuerza bruta de los Fuller, eh?
―Pero si no le he hecho nada, sois unos exagerados. ¿No hay forma de que olvidéis la reyerta con los Morris? Ya ha pasado casi un año de eso. ―Le doy un sorbo a la pinta que me ha servido Mike hace un rato.
―Imposible que lo olvidemos ―afirma. Revisa su reloj y frunce el ceño para acto seguido llevar la vista a la entrada.
―¿Esperas a alguien? ―Lo deduzco por su manera de actuar.
―Fred debería de haber llegado, le pedí que fuera a buscar a unas chicas que conocí.
―¿Unas chicas?
―Sí. ―Se frota ambas manos entre sí con rapidez―. Fui hasta High Wycombe para entregar un pedido y estaban en una especie de salida programada por el centro al que asisten.
―Espera un segundo... ―Poso la jarra de cerveza en la barra para mantener toda mi atención en él―. Me estás diciendo que has invitado a...
―Mujeres ―me interrumpe―. He invitado a mujeres. Olvídate por un segundo de la posición social que tengan y diviértete. ―Me pasa la jarra de nuevo para que me olvide del tema.
Thomas se reúne con nosotros pasado unos minutos y nos informa de que ha aprovechado para preparar todo. Termino mi bebida y dejo sobre la barra el importe de la misma.
―Venga, vamos. ¿A qué esperáis? ―les presiono para que se apresuren. Estoy deseoso de poder olvidarme de toda la mierda que llevo acumulada en los últimos días.
Abro hueco con mi cuerpo para caminar entre los asistentes y llego a la esquina más apartada de la entrada. Me subo al pequeño escenario que no tiene más de dos palmos de alto y, en cuanto sostengo entre mis manos la guitarra, empiezo a sentir que los problemas huyen de mi mente.
La música de los Beatles que hace un rato sonaba es silenciada para dar paso a nuestras particulares versiones de grupos como: Deep Purple, Led Zeppelin, The Rolling Stones o The Who.
Ninguno de nosotros tenemos en mente que vayamos a tener futuro en la música, es más, no tenemos ni nombre que nos defina como banda. Tan solo lo hacemos porque nos gusta y, para ser sincero, siempre ayuda para llamar la atención de las chicas. Aprendí a tocar con una guitarra clásica que pasó por las manos de todos mis hermanos antes de llegar a las mías.
El local tiene un micrófono, un par de guitarras eléctricas y una batería a disposición de quien los quiera usar. Gracias a ello, podemos venir cada semana a distraernos un rato.
Steven marca el compás a la batería con las baquetas, y las personas que están más cerca de donde nos encontramos se voltean para observarnos. Acto seguido, comienzo a mover los dedos sobre los trastes y el ambiente empieza a animarse.
Llevaremos unos veinte minutos entreteniendo a todos cuando Thomas se arrima lo suficiente como para darme con el codo en la cintura logrando que pierda el ritmo, frunzo el ceño enfadado y mueve la cabeza en dirección al público. Sigo la trayectoria que marca con su mentón y me percato de que Fred acaba de llegar acompañado de cuatro chicas que no dejan de mirar todo a su alrededor. Como no somos los únicos que esta noche han venido con ansias de poder tener una pizca de la gloria momentánea, que aporta el saber algo de música, terminamos el tema y poso la guitarra en el soporte para justo después acercarnos a ellas y presentarnos.
Me fijo en una en particular. Tiene el pelo negro azabache y su tez es tan pálida que resalta entre el abundante colorido que la rodea. No deja de llevarse la mano al cuello de la blusa de manera nerviosa.
―¿Ves algo que te guste? —indaga Steven.
―Puede. ¿Qué sabes de ellas?
―Lo que te comenté, ni más ni menos. Entonces, ¿no te importa si intento algo con...?
―Te refieres a la morena, ¿no? Hay algo en ella que me llama.
―Tranquilo, no seré yo el culpable de que no tengas una alegría. ―Le doy un golpe con la mano en la nuca.
―Cállate y preséntame ―le reprendo.
―Tendrás que hacerlo tú mismo. Conozco a las otras, a ésa aún no he tenido el placer.
―Ni lo tendrás, si está en mi mano ―susurro por lo bajo. Realizo un gesto con la cabeza para saludar a Fred, y una de las chicas se da la vuelta para mirar en la dirección que lo hace éste.
―Hola ―me saluda con una sonrisa en la boca la chica rubia―, me llamo Susy, y éstas son mis amigas, Kate ―la señala con el dedo índice―, Bridget y Martha. ―El brillo de sus ojos me hipnotiza, simplemente no pudo dejar de mirarla. Extiendo la mano para saludarla.
―Encantado, soy Charles. Charles Fuller.
―Tú, eres tú... ―vocaliza con lentitud y rostro asombrado.
―¿Nos conocemos? ―pregunto abiertamente dada su reacción.
―S... No, creo que no. Disculpa, te he confundido con alguien. ―Niega con la cabeza un segundo. Dirige su mirada de nuevo hacia mí y me muestra al fin una sonrisa que ilumina el club por completo―. Encantada, Charles.
Nuestros dedos se entrelazan, una corriente eléctrica traspasa mi cuerpo de pies a cabeza, mi corazón se acelera y siento que mis pulsaciones se disparan.
¿Es a esto a lo que se refiere la gente cuando hace referencia al típico flechazo? ¿Acaso me he prendado de esta mujer que apenas conozco desde hace unos segundos?
―Yo..., yo, necesito salir a tomar el aire. ―Me suelta la mano con demasiada rapidez, se aleja del grupo y sale por la puerta principal sin esperar a ningún tipo de réplica.
¿Qué acaba de suceder?
Jijijiji, ¿Quién sabe lo que sucederá ahora?
Yo sí :)
YOU ARE READING
Premonición. Slow Death 0.5
Historia CortaRelato corto de mamá Fuller (Madre de Adam Fuller en Slow Death). Por y para Deathladies, y Deathbrothers.