Cuarta semana.

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LUNES.
06:57.

El rubio iba a paso apurado a su clase de gimnasia, según él llegaba tarde, de todas formas, estaba bien de tiempo. Eran épocas de pleno otoño, donde amanece cerca de las 08:00, y para empeorar, la noche anterior hubo una lluvia intensa, sin llegar a una tormenta, pero lo suficientemente fuerte para al otro día dejar el cielo repleto de nubes grises que se transformaban en negras con lentitud. Jimin estaba a dos manzanas de su residencia, no estaba ni cerca de llegar a su destino.

Tal vez los chicos no vayan... —dijo para sí mismo al percibir que se alejaba de su casa y ver las nubes que cubrían al cielo en una tonada fría.

Siguió caminando para su clase. No había mucha gente en la calle, a lo sumo había estudiantes, muy escasos estudiantes que también se dirigían a sus clases, hombres yendo hasta su trabajo o quien sabe, mujeres con sus hijos acompañándolos hasta su colegio, y luego estaba él, arrepintiéndose de porqué decidió asistir a educación física sabiendo que podía faltar y el día estaba horrible como para dar su presencia.

Llegó al gran parque, ni un perro callejero se veía. A pesar de que el parque estuviera bien iluminado, Jimin sintió miedo, pues a lo lejos había un hombre que prácticamente no se le veía el rostro por la gran bufanda que llevaba puesta y el gorro beanie que cubría su frente y parte de sus ojos. Park miró buscando alguien a quien se le pueda denominar como "Salvador" en ese preciso momento; nadie.

El chico no sabía con exactitud si acelerar o desacelerar su andar, el hombre con mala pinta estaba a menos de setenta metros de Jimin. Un sudor frío empezó a recorrer su nuca. El rubio había sufrido un intento de robo hace unos meses atrás, y debido a ese ataque, quedó muy paranoico aunque no le hayan robado ni lastimado, pero a su vez estaba más atento al estar solo en el exterior, sus reflejos mejoraron, y su autodefensa también. Había quedado tan asustado de esa vez, que hasta buscó tutoriales en YouTube de cómo defenderse, tácticas de defensa, golpes claves, entre otros.

Pero Jimin al observar que el contrario estaba a menos de cincuenta metros de él, todo su autoentrenamento y dedicación se fue por la borda, y el miedo incrementaba.

Tiene su mano en el bolsillo... —Pensó.

Y así pudo afirmar su pavor.

El sujeto sacó de su bolsillo una navaja con el suficiente brillo y filo como para que se reflejara en la poca luz solar que había a esa hora. Jimin contempló el arma blanca y al hombre que estaba a pequeños metros, y para concluir, no era un hombre, era un chico de aproximadamente su edad. Con movimientos en falsos, pudo correr en dirección contraria hacía el maleante, no obstante, no esperaba que el contrario corriera hacía él.

Park cruzó las calles a ciegas.

Si muero... que sea a causa de mi torpeza, pero no en manos ajenas.

No quería darse vuelta a ver al chico que estaba decidido a herirlo, sin embargo lo hizo, miró al chico a los ojos que reflejaban decisión y maldad. Su miedo se intensificó, sus latidos estaban desequilibrados. Corrió una cuadra. Dos cuadras. Tres cuadras. Ninguna autoridad ni seguridad. Llegó a las calles que se empezaban a ver concurridas por gente y gritó por auxilio, sin embargo, nadie ayudó. Sus piernas ya le fallaban, su energía estaba consumida por el pavor de la situación, y su mirada desesperaba buscaba alguna casa o tienda abierta para poder refugiarse. al igual que Jimin, el ladrón estaba en las mismas condiciones, pero no había elegido a su víctima para irse con las manos vacías.

El rubio siguió corriendo, y se tropezó fuertemente con otro chico castaño que lucía peor que el ladrón. Lo miró suplicante.

—¡Ayúdame, por favor! —mientras decía palabras atolondradas por el aire y el temor, veía de reojo al bandido—¡Por favor! —sacudió las ropas del contrario.

WEEKS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora