Las conexiones suceden cuando menos lo esperas. Un día te encontrás leyendo un libro o un artículo, analizando una imagen o escuchando una nueva canción, y ahí es cuando, boom, como si nada, sentís algo dentro que se abre. Ese algo que se encontraba perdido dentro tuyo, por fin encuentra lugar para ser. ¿Muy loco, no? Cómo si el cuerpo y la mente estuvieran esperando el momento correcto para recordarte que sentís algo.
Lo mismo sucede con el amor, las conexiones pueden pasar desapercibidas hasta que uno se deja llevar por la intuición, esa locura escondida dentro que nos recuerda que de vez en cuando tenemos nuevas oportunidades para conectar.
Repito, ¿Qué loco, no? Después de tanto esperar, después de tanto fluir, aparece ese algo que nos hace recapacitar sobre nuestras expectativas.
A veces uno se deja estar, deja de creer en la magia, deja de creer en que el universo está conspirando para bien, uno simplemente se aburre de esperar. Y ahí, cuando uno menos lo espera, el corazón y la cabeza hacen clic para posicionarse de vuelta en el juego.
Así es como de a poco uno vuelve a pasar por situaciones que le vuelan la cabeza, situaciones que nos dejan con espasmos y descargas de adrenalina, que buscan de nuestra dopamina para sobrevivir y salir al mundo exterior.
Después de ese encierro, después de esos atajos y esperas interminables, volver a creer no es fácil. Los miedos y preguntas comienzan a aparecer como figuras que se mueven delante de tus ojos. El amor es fácil de sentir, es fácil caer ahí, es fácil estancarse, pero lo que no resulta fácil es saber cómo actuar frente a estas nuevas coyunturas.
El corazón no elije, pero por otra parte la cabeza sí, es ella la que toma las decisiones que nos cambiarán la vida para bien o para mal.
A veces ponemos fichas o expectativas en el lugar equivocado solo para aprender de nuestros errores, porque así es como forjamos nuestra verdadera potencia.
El fuego que sentíamos dentro no había muerto, simplemente estaba descansando, esperando el momento correcto. Porque a pesar de las fallas, a pesar de los desencuentros y las conexiones desviadas y confusas, uno necesita sentir que sigue vivo.
Las conexiones nos ayudan a reencontrarnos con nosotros mismos, porque aunque nos hayamos perdido a través del tiempo, seguimos siendo humanos. Las equivocaciones no son más que el manual que nos ayudará en el futuro a ser mejores, a elegir mejor, a conectar mejor.
Somos todos distintos y vibramos diferente porque la monotonía devora sin aviso, y los compromisos suelen tornarse aburridos.Uno necesita conectar, uno necesita sobrevivir, pero más que nada uno necesita sentir y estar, para recordar que lo vale, que uno es fuerte, que uno puede, y que nunca está solo, ya que siempre habrá algo nuevo con qué o quién conectar.
Para bien o para mal de eso se trata vivir, no de ser correspondido o amado, sólo se trata de no perderse, de no quedarse, de seguir intentando y conectar con lo que nos hace estar más cerca, porque solo así se encuentran los logros personales.
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Mis Veintitantos
RandomCuando los pensamientos queman y las conclusiones arden. Cuando las sensaciones tiemblan, la realidad mata y el tiempo se congela. Lo único que queda es salir a respirar, como si fuera la primera vez. Con amor, Loli Báez.