Capítulo 1

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Volver a ver aquel escenario tan familiar frente a sus ojos casi le partió el corazón. Sintió como le inundaban las lágrimas y un nudo se formó en su garganta. Dios, sentía tantas ganas de llorar.

¡No! Sé fuerte –se dijo a sí misma y continuó con paso firme, aunque no tan firme como antes.

¿Qué? Sí, ya, estaba siendo una completa niña, pero es que...

¡Basta! –se reprendió con dureza y puso gesto severo. ¡Debía enfrentarlo ahora! Así era ella, siempre valiente, lo sucedido no lo había cambiado. O al menos eso quería, deseaba, necesitaba creer.

Al pisar la pista sintió el hielo más frágil que de costumbre, sus movimientos fueron algo torpes al inicio y maldijo para sus adentros. Se deslizó con lentitud y de pronto todo mejoró. Sintió como, de a poco, su técnica recobraba su vigor. Se sentía viva de nuevo. Tras esos largos meses... estaba de nuevo en el lugar que amaba.

Cerró sus ojos y empezó a recorrer la pista por entero. Se la sabía de memoria, pero en esta ocasión era una especie de reconocimiento. No era igual a las veces anteriores, se sentía como la primera vez que entró en contacto con lo que se convertiría en su gran pasión. La gloria que había percibido en todos esos años en el patinaje, inundó su alma. ¡Ahora estaba casi completa!

Solo había una cosa que faltaba. Un giro. Debía realizar el ansiado salto triple y todo volvería a ser lo que era. Su vida retornaría a su cauce. Se preparó con todo su empeño. La prueba de fuego estaba frente a su rostro. Era ahora... tenía que recuperar el control.

¡Podía lograrlo! ¡Sabía que podía!

Recorrió la pista con celeridad. La majestuosidad de sus movimientos la envolvieron nuevamente y se elevó por los aires. Durante una fracción de segundos estuvo segura de lograrlo. A punto... y de pronto las palabras de los médicos se clavaron en su mente.


–¿Podré volver a patinar? ¿Cuándo? –ella se removía inquieta y expectante.

–Con rehabilitación, dentro de tres meses usted volverá a caminar –evadió el médico.

–Eso no es lo que he preguntado. Solo dígame... ¿cuándo volveré a las pistas?

–Lo siento, señorita Vaughn –decía el doctor mientras la miraba con compasión– no podrá volver a patinar nunca más.


¡No! Esa era la única palabra que sus labios frenéticos habían formado. Estaba deshecha, eso no podía ser cierto. No sería cierto, ella no lo permitiría. Rendirse jamás.

Sin embargo, esa escena se repetía en su mente y aquellas palabras: "no podrá volver a patinar nunca más... nunca más"

Quiso gritar cuando sintió como en un instante su cuerpo frágil chocaba pesadamente contra el hielo. Se quedó ahí, de rodillas en el suelo, impotente y a punto de derramar toda la rabia contenida en su corazón.

–Vacilaste al final, aunque lo hiciste todo mal desde el inicio –se dejó escuchar una voz a sus espaldas que la mortificó aún más. No había pensado que alguien estuviera viendo su miserable fracaso.

–No... –articuló con dificultad y carraspeó un poco– no es asunto suyo –respondió sin mirarlo siquiera.

–¿Puedes levantarte? –él se paró frente a ella y extendió la mano.

–Claro que sí, no soy una inútil –furiosa se levantó y con la cabeza gacha, se arregló su húmeda ropa.

–Pequeña caprichosa –murmuró y eso logró que ella se quedará estática en el lugar.

Aun dándole la espalda y con los puños apretados, Garely trataba de controlar la furia que bullía por su venas. ¿Quién se creía el metiche ese?

–¿Qué es lo que deseas? –agregó mirando finalmente al intruso–. ¿Por qué...? –se detuvo al encontrar el rostro de su acompañante indeseado. No estaba segura de si veía bien–. ¿Por qué te acercaste? –concluyó, omitiendo el haberlo reconocido.

–Te miraba desde aquel rincón –señaló él, sonriendo cálidamente– desde que pisaste la pista hasta tu caída. Al ver que no te levantabas, pensé que te habías vuelto a lastimar.

–No, estoy bien. Gracias –contestó secamente, aunque clavó su mirada en él–. ¿Has dicho te vuelvas a lastimar?

–Sí. ¿Qué fue? ¿Un tendón? ¿Tu tobillo?

–Estoy bien, no ha sido nada. Gracias por tu ayuda –enfatizó con sarcasmo y giró tan bruscamente que sintió una punzada recorrer rápidamente toda su pierna–. ¡Rayos! –susurró tocándose la dolorida extremidad y casi desplomándose.

–Hummm... aún no estás recuperada, ¿cierto? –inquirió rápidamente, mientras la apoyaba en él–. No, deja te ayudo o te lastimarás más.

Con cierta reticencia se dejó hacer. Nada más y nada menos que Drew Miller... ¡jamás se habría imaginado que lo conocería! El patinador más famoso de la actualidad tomándola en sus brazos.

¿Se habría golpeado la cabeza y estaba alucinando? –soltó una risita por la ocurrencia.

–¿Qué? ¿Qué es tan gracioso? –Drew la miró arqueando una ceja–. Ya te sientes mejor por lo que veo –comentó, dejándola con cuidado en el borde de la pista.

–¡No me sentía mal! Estoy perfectamente bien.

–Sí, ya me di cuenta –dijo, conteniendo apenas la risa–; pero, sé que te ha sucedido.

–Ah... ¿eres adivino? –lo miró sin humor–. ¡Increíble lo que uno llega a saber!

–No, pero veo noticias –él clavó su mirada afilada–. Te lesionaste, Garely Vaughn.

–Sé mi nombre y no te he permitido usarlo –lo miró, escéptica–; además, ni siquiera recuerdo haberme presentado.

–No lo hiciste, tienes razón. Eres maleducada, pero ya lo hago yo por ti –él la miró con agudeza y mostró su sonrisa ladeada–. Garely Vaughn mucho gusto, soy Drew Miller –y dicho esto le tomó la mano y se la estrechó con firmeza.

Garely estaba estupefacta y aún no creía que fuera real lo que estaba sucediendo. ¿En verdad estaba estrechando la mano de la persona que más admiraba en el mundo? ¿El héroe de su país?

Y, en cuanto Drew soltó su mano, ella la dejó caer pesadamente, absorta en lo irreal de la situación.

Estrellas sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora