Capítulo 9

533 93 2
                                    


Garely aspiró el aroma del café mezclado con la ligera colonia del hombre que se encontraba a sus espaldas, a tan escasos centímetros que podía perfectamente saber que estaba ahí aún sin mirarlo.

Drew se había acercado lentamente y sin hacer ruido. Todavía estaba pensando qué diría, en caso de que Garely fuera real y estuviera ahí, sobre su comportamiento. Efectivamente, ella estaba de espaldas a él, sirviendo el café que de pronto se le antojó bastante apetecible.

Las manos de los dos se encontraron al tomar la misma taza. Él la tomaba desde atrás y ella quería dársela a él. El contacto fue mágico, casi tan intenso como en la pista de hielo cuando entrenaban. Garely apartó la mano de inmediato y él murmuró unas gracias, llevándose la taza a los labios.

Ella asintió silenciosamente y también tomó su café. Estuvieron varios minutos sin hablar, cada uno meditando lo que debería decir a continuación. Seguían de pie, cuando Drew fue hasta un taburete y se dejó caer, invitando con la mano a Garely a hacer lo mismo, a su lado.

Una vez frente a frente, había llegado el momento de hablar.

–Garely, yo... –empezó Drew luego de carraspear un poco– quiero disculparme. Mi... la manera en que me encontraste... yo... –él esquivó su mirada– lo siento.

–No tienes por qué. Yo fui quien irrumpió en tu casa, aunque lo hice por una razón. Quiero saber... –Garely respiró hondo– necesito saber por qué.

–No... –Drew negó cuando su cabeza empezó a darle vueltas. Empezaba a confundir la realidad con el pasado. Otra vez.


–Necesito saber por qué, Drew. ¿Por qué lo hiciste? –sollozaba Janice abrazándose a sí misma– yo te necesitaba a mi lado.

–Pero, Jan, no seas tan dramática –decía duramente el joven Drew– simplemente no pude. Tengo otros compromisos que cumplir, ¿sabes?

–Drew, yo entiendo tu pasión. Yo también amo el patinaje y...

–Quieres ser famosa –completó él sin percatarse del dolor que causaba en la muchacha– Por eso me "necesitabas" ahí –soltó con ironía–; tranquila, otra vez será y haré la aparición junto a ti. ¿Contenta? –Drew simuló una sonrisa y se alejó comentando con su amigo–: aunque no sé si sirva de algo a mi carrera. Una joven inexperta... ¿Qué tal si fracasa?

–Pero tú prometiste ayudarla –recordó el hombre que había sido su amigo desde la infancia–; además, yo pensaba que tú y ella...

–Yo no la quiero y que te quede bien claro. Tengo a tantas mujeres... –había dicho y esas palabras le taladraban el corazón de dolor al recordar.

Jamás se había imaginado que Janice lo estaba siguiendo y que escuchaba cada palabra que él decía.


–¿No? ¿No qué, Drew? –preguntaba Garely frente a la mirada vacía reflejada en el rostro de él–. No quiero rodeos –indicó, cuando él finalmente parecía volver a la realidad– ¿por qué no fuiste a la pista?

–¿A la pista? –repitió confuso, casi sin asimilar las palabras–. La pista... –volvió a decir– Garely, tenemos que hablar –apuntó, serio.

–Sé que tenemos que hablar –contestó, exasperada– ¿para qué crees que estoy aquí? –se levantó rápidamente y comenzó a dar grandes pasos–. ¡Necesito saber qué sucede, Drew! ¡Desapareces a días de la clasificación, te encuentro borracho y encerrado desde quien sabe cuánto tiempo! Y yo... yo estaba preocupada por...

–Por tu imagen –la interrumpió Drew con amargura– por cómo dañará a tu carrera si yo desaparezco y no patino contigo. Ya sé ese cuento.

–¡No, estúpido! –gritó Garely, harta–. ¡Preocupada por ti, Drew! Ni siquiera recordé mi carrera, sino a ti. ¡Demonios! ¿Qué clase de persona crees que soy? Drew, mírame –ordenó con impaciencia– ¿a qué te refieres? Yo... –Garely ahogó un sollozo cuando el pasado la golpeó con fuerza.


Iba muy contenta del brazo de Dirk. Se habían comprometido y se sentía en una nube. Sonriente le dedicó una deslumbrante sonrisa a su rubio novio y continuaron hablando de su futuro, lo exitosa que llegaría a ser, el dinero que ganaría... ¿eso había dicho Dirk? ¿El dinero?

–¿Dinero, mi amor? –Garely lo miró con ensoñación–. Eso no lo había pensado, aunque supongo que ganaré algo. Lo que más deseo es llegar a las olimpiadas.

–Y ser rentable... tu imagen será muy rentable, amor –su ambición se había evidenciado en su mirada, pero Garely estaba cegada–. ¡No puedo esperar a verte triunfar!

–Ni yo, Dirk. Será emocionante tenerte a mi lado –ella lo besó con pasión en la puerta de la casa de él–. Listo guapo, estás en casa sano y salvo. Ahora debo irme –se despidió Garely que había dejado su auto a dos cuadras del hogar de Dirk, pues no encontró lugar para estacionar– espero que arreglen pronto tu auto, amor. Te amo –lo estrechó en sus brazos– adiós.

–Adiós, nena... que te vaya muy bien. Nos vemos mañana –fue lo último que pronunció Dirk. Lo último que ella había escuchado embobada antes de enterarse de su juego.


–Yo no soy así –completó su idea anterior Garely al regresar al presente.

–No quise ofenderte –se disculpó de inmediato Drew, pero no la miró–. Yo solo...

–¿Qué, Drew? ¿Qué es lo que sucede? –Garely sonó dura hasta a sus oídos, sin embargo quería que él soltará ya lo que sea que fuera a decir.

–Yo no voy a patinar. Ni contigo, ni con nadie... nunca más –aseguró tras aspirar profundamente. Garely sintió que le faltaba el aire, se puso muy pálida; y Drew, él odió el sentimiento tan familiar de culpabilidad que lo invadió.


–Ya, he vuelto... ¡Maldición, me he perdido un gran brindis en mi honor! –soltó altaneramente– ¿se puede saber que quieres, Janice? –gritó entrando en casa de ella. Un extraño silencio reinaba en el lugar.

–¿Drew Miller? –inquirió una voz desde lo alto de las escaleras.

–Sí, soy yo –respondió y miró al hombre que tenía expresión grave y vestía una bata.

–Señor Miller, una enfermera fue quien lo llamó. La señorita Janice Ville nos pidió contactarnos con usted para que empiecen los arreglos para su funeral; y, ya que su familia... –el hombre siguió hablando pero Drew no escuchaba más. Su mundo se acababa de derrumbar en mil pedazos.

Estrellas sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora