Capítulo 8

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–¿Puedo saber...? –decía Garely y se dio cuenta que su voz no salía, era apenas un murmullo–. Drew... –fue todo lo que pudo pronunciar; y eso, sí retumbó en la habitación.

Él abrió los ojos, incrédulo. ¿Estaría soñando? ¿Era la voz de...? Abrió ligeramente sus ojos y aún a través del sopor de su estado pudo contemplar a su ángel. Garely ahí, parada, con su rostro estupefacto y furioso a la vez.

–¡Garely! ¿Qué haces aquí? –inquirió Drew, o al menos lo pretendió pues sus palabras sonaban casi incoherentes por su voz pastosa–. ¿Cómo entraste? Yo... –se sentía tan avergonzado de que ella lo viera así, tan culpable por sentirse avergonzado porque no debería. Él seguía traicionando a Janice con cada uno de sus pensamientos, de sus estúpidos remordimientos. ¡Jamás debió haber compartido nada con Garely! Ni la pista, ni mucho menos su corazón.

–¡Tú! –su voz finalmente acudió a ella–. ¡Drew! –repitió y se dio cuenta que no podía decir nada más. Ella quería reprocharle su comportamiento, decirle que le había fallado y que se sentía herida, que no debió exponerla porque no se lo merecía.

En cambio, no podía decir nada de eso. Al parecer su corazón se empeñaba en solo recordar cuanto él la había ayudado, como había estado ahí, cuantos meses creyendo en ella. Y Garely solo quiso llorar, abrazada a él, que le confiara por qué estaba así, que permitiera que lo consolara y que la dejara entrar.

Drew cerró los ojos cansinamente, esperando la reprimenda que seguro seguirían a las palabras: y Drew, pronunciadas por Garely; pues, ella estaría decepcionada y le reprocharía el haberle fallado. Él lo sabía, sin embargo nada. Garely no había dicho nada más. Seguía parada como sumida en profundas reflexiones. No parecía mirarlo a él, sino algo más allá. Y cuando lo miró, lo que vio en los profundos ojos femeninos lo desconcertó enormemente. No estaba molesta, no... sí lo estaba, pero eso no era lo que vio ahí, sino...

–Drew –Garely en dos pasos estuvo arrodillada junto a él. No sabía que decir, ni siquiera sabía por qué estaba ahí. Bueno, sí lo sabía, pero...–. ¡Tú! –repitió nuevamente y rozó con delicadeza su rostro. Al parecer el nombre de él, seguido de la palabra tú era lo único que podía decir.

–Garely –él atrapó su mano y se la llevó a los labios. Ella sintió que estaba a punto de perderse. Drew no pasó por alto la electricidad que sacudió su cuerpo entero– ¿Cómo sabías que estaba aquí?

–Yo no... –empezó a decir aunque él ni siquiera la escuchaba. Estaba quedándose dormido–. Hummm... creo que lo mejor será que tomes un baño mientras yo preparo un café.

–No quiero –se resistió como un chiquillo.

–¿Por qué? –cuestionó.

–Porque no quiero. Estoy perfectamente así –persistió tercamente.

–Vas a ir –insistió Garely– o...

–¿O qué? –preguntó él.

–O te llevaré yo misma.

–¿Tú? –soltó incrédulo y burlón.

–Sí, yo. Y no creas que por mi lesión no podría hacerlo –sabía que él reaccionaría cuando le recordara lo del accidente, pero como él no se movía, hizo ademán de agacharse a tomarlo por la cintura.

–¡No! –negó alejándose a rastras–. Bien –accedió y cuando quiso levantarse se tambaleó con fuerza. Garely únicamente pudo ponerse de pie, intentar darle apoyo cuando él la empujó con toda la fuerza de su cuerpo. Cayeron sobre la cama, Drew sobre ella.

Garely sentía que su peso la estaba asfixiando. Él era un hombre bastante alto, con un cuerpo de atleta y en su estado...

–Drew –lo urgió sin resuello– ¡muévete, por favor!

–¿Qué? –él estaba adormilado– ¿cómo es que llegaste ahí?

–Drew... –exclamó. Él la miró, desorientado.

–¿Garely? ¿Tú aquí?

–Drew, por favor...

–¿Por qué estamos en mi cama? ¿Por qué...?

Ella no le permitió continuar y con las pocas fuerzas que le quedaban, gritó:

–¡Drew, quítate de encima que me estás aplastando!

Él reaccionó brevemente y rodó al costado. Garely aspiró con fuerza y puso su mano sobre su desbocado corazón, intentado respirar con calma.

–¿Qué pasa, Garely?

–¿Dónde está el baño? –preguntó sin responder. Él indicó la puerta–. Bien, vas a tomar un baño ahora.

Drew intentó resistirse, sin embargo al final se dejó llevar. Garely hizo un gran esfuerzo hasta que pudo colocarlo bajo la ducha. La abrió. Un chorro de agua helada bañó el cuerpo de Drew e, inevitablemente, el de ella también.

–¡Maldición! –bufó saliendo rápidamente de la ducha y dejando a Drew apoyado sobre la pared. Apenas estaba reaccionando y soltó una sarta de maldiciones que calmó el espíritu vengativo de Garely. Lo dejó y se marchó a la cocina por un café.

No conocía la distribución de la casa, aunque fue relativamente fácil dar con la cocina. Prendió la cafetera y preparó un café bien cargado para Drew y ella... aparentemente, lo necesitarían los dos.

Drew estaba tiritando bajo el agua helada, aun tratando de entender qué demonios había pasado. En un momento estaba cómodamente sentado con su botella de whisky y, al minuto siguiente, estaba bajo un potente chorro de agua helada. ¿Cómo había llegado? ¿Acaso ella realmente estaba ahí? Al principio, había creído que estaba viendo un fantasma... Janice. Pero no, era Garely quien hablaba con él, lo reprendía y... –temperó el agua y suspiró satisfecho– quien había estado en su cama, bajo él. ¿No había sido un sueño? No era algo nuevo en su mente precisamente, pues había soñado con ella; últimamente, con más intensidad, cada noche con más frecuencia y... –cerró la ducha y tomó una toalla para secarse– rogaba con todas sus fuerzas que eso no significara nada.

Estrellas sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora