Drew había estado escuchando atentamente el relato, aunque evitaba mirarla para no incomodarla. No sabía que tanto sería el daño, el alcance que tendría en Garely. Sobre todo eso, el alcance. ¡Rayos! No había planeado que ella hablara sobre su vida privada; pues, su vida amorosa no le interesaba, sin embargo ahora quería... necesitaba saber más.
Cuando sintió que ella se detenía y se quedaba en silencio, él la miró y encontró absoluto y total ¿dolor? ¿Tristeza? ¿Melancolía? Vaya, jamás le había sido tan difícil el leer a alguien.
–Yo... –habló Drew sin siquiera pensarlo y fue interrumpido por Garely.
–Creo que ha sido bastante por hoy –soltó, después de aspirar profundamente– ¿vienes todos los días a entrenar?
–¿A la pista? –inquirió. Ella asintió–. Sí, excepto los jueves, vengo todas las mañanas muy temprano, o procuro hacerlo.
– Bien –Garely dudó, sin saber si debía continuar–. ¿Te parece...? ¿Tú quieres...?
–¿Sí? –Drew la instó a seguir– ¿Continuamos mañana?
–Sí... si a ti te parece. Si lo deseas, claro.
–Sí. Entonces, mañana –confirmó Drew sonriendo y añadió–: pero prométeme que no volverás por hoy a la pista. Ve a descansar.
–No pensaba volver –contestó Garely... y sabía que mentía.
–Aja. No te lastimes –pidió con inusitada vehemencia y ella se encontró asintiendo, lentamente–. Bien, nos vemos mañana –se despidió con un suave beso en la mejilla, pagó la cuenta y se alejó.
Garely decidió tomar un té helado mientras reaccionaba y recuperaba el habla. El roce había sido tan ligero –se llevó su mano a la mejilla– e indescriptible. Drew Miller... ¿también él o solo era ella la que lo sentía así?
Las mañanas se fueron sucediendo con lentitud, los días se fueron convirtiendo en meses y lentamente transcurrían por las vidas de Drew y Garely. Ella entrenaba como cada mañana, él la miraba y aprobaba sus esfuerzos, regañaba si se excedía y evitaba sus caídas. Se divertían juntos, disfrutando de su mutua compañía. En un acuerdo tácito, no habían vuelto a tratar del alejamiento de las pistas o del accidente.
Garely no se había atrevido a pedirle que patinaran juntos. Drew moría de ganas de patinar con ella.
"Debo esperar... al momento adecuado" –se decían a sí mismos
Aquella mañana de tantas fue especial, muy especial. Drew patinó junto con Garely. No lo había sentido, se había deslizado hasta la pista, como hipnotizado, desorientado y la miró con fervor. Con... ¿algo parecido al amor?
Garely sentía la pasión de Drew en cada uno de sus movimientos y le dedicó una mirada llena de la admiración que sentía por él; ya no solo por el patinador, sino por la persona que era. Y, de pronto, lo notó. Ya no era solo admiración. Era, casi como si fuera, ¡amor!
Terminaron y sus miradas se entrelazaron. ¿Así se sentía estar enamorado?
Se resistían a esa revelación, ocultaron sus ojos bajo sus párpados, pero continuaron tomados de la mano. En ningún momento destruyeron ese lazo de unión inconsciente entre ellos.
Sí, empezaron a patinar como pareja. Ella no lo había pedido, él no se había resistido. Simplemente había surgido.
Cada mañana tenían esa cita. Ese acuerdo tácito era una especie de secreto que les pertenecía, que los volvía cómplices; y no solo compartían el amor por el patinaje, él lo sabía, ella también. Sin embargo, eso no impedía que se negaran a aceptarlo, temían a lo que podía estar surgiendo entre ellos. Sus historias habían sido dolorosas, ninguno se sentía listo para seguir adelante.
En la cafetería de todos los días, Garely planteó la cuestión que le daba vueltas la cabeza, desde hacía varios días:
–Drew, estos meses contigo he aprendido tanto –explicó Garely con voz impregnada de agradecimiento–. Si me he recuperado, ha sido por tu ayuda. No has permitido que me exceda, aunque ni yo misma sé cómo lo lograste. Por eso...
–Eres muy testaruda, aunque yo también –reconoció sencillamente.
–Sí, lo somos –admitió ella y continuó con su declaración–: quiero darte las gracias, Drew; y, yo no sé cómo pedirte que...
–¿Sí, Garely? ¿Qué pasa? –Drew la miró, curioso.
–¿Quieres ser mi pareja en las Olimpiadas de Invierno? –preguntó antes de arrepentirse. Él se tensó, por lo que Garely se lamentó al instante. ¡Tonta y mil veces tonta! Había pasado por alto que Drew había dejado claro que no volvería a patinar.
–Garely, no creo que sea buena idea –habló finalmente.
–Drew, yo solo participaría contigo –confesó evitando mirarlo. ¡Qué difícil era abrir el corazón a alguien!–. Tú me conoces como nadie –tosió y añadió–: en las pistas, me refiero –aclaró azorada. Él sonrió, muy levemente, aunque ella no lo vio–. Sabes cuáles son mis debilidades; porque, por mucho que quisiera decir que mi habilidad ha quedado intacta luego del accidente, no es así. Y tú lo has vivido conmigo, tú sabes lo que puedo lograr, el punto exacto en que necesito apoyo. Tú...
–Tú te estás subestimando, Garely. Lo podrías lograr con cualquiera y tú lo sabes. Yo no... no podría hacerlo.
–¿No puedes o es que no quieres?
–Conoces que... ¡rayos! Ni lo uno ni lo otro –admitió Drew con un resoplido–. Lo quiero y lo necesito. Tú sabes que sí; tú me has conocido, sin palabras, en la pista, mejor que nadie me atrevería a decir. ¡Sabes que lo quiero!
–Entonces...
–Sí –gruñó escuetamente.
–¿Sí? –Garely quería evitar emocionarse en vano.
–Inscríbenos –pronunció y con un gesto de la cabeza se despidió. Ella lo miró alejarse, algo abatido. ¡Deseaba tanto correr tras él! Sin embargo, era evidente que quería estar solo y Garely no tenía ningún compromiso con él. Nada de complicaciones, únicamente palabras claras; y, eso significaba, que ellos eran amigos.
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Estrellas sobre hielo
Short StoryDos patinadores profesionales, un sueño destrozado, una nueva oportunidad de convertirse en estrellas. Esta es su historia.