Capítulo 11

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–Drew, tú eras muy joven para saber que estabas cambiando a las personas que te querían realmente por los que estaban interesados en tu dinero –continuó Garely mientras él negaba sin fuerza–. Sí, Drew, es así. Mírame, eras un chiquillo... ¿cómo no deslumbrarte por lo que te ofrecía el mundo?

–Eso no es razón para matar a alguien. Yo...

–Tú no la mataste. Ella lo decidió así. Drew, tú no gobernaste su vida, ella hizo su elección y tú... tienes que hacer tu elección. Aquí y ahora.

–¿Mi elección? Ya está hecha, Garely.

–¿Estás seguro? –él dudó y ella prosiguió–. Yo... tú me puedes ayudar tanto y ayudarte a ti mismo. Nuestra vida es el patinaje.

–El patinaje, el patinaje... ¡tú solo piensas en eso! Te interesa que te ayude por eso, por tu beneficio. ¡Tu maldito beneficio! –reprochó él– ¡¿qué sabes tú sobre personas interesadas?! ¡Absolutamente nada!

–Tú no conoces mi vida –intentó controlar Garely su ira naciente.

–¿Qué puede saber una niña mimada de la realidad? ¡Tú nunca te deslumbrarías porque siempre has vivido en el lujo!

–Drew te estás extralimitando. Basta –apretó los dientes con fuerza.

–No eres más que una nenita que no sabe del mundo...

–¡He dicho basta! –explotó Garely al escuchar esas palabras–. No soy ninguna nenita y sí sé de lo que hablo. Estuve a un paso de casarme con un hombre que solo veía en mí una mina de oro. ¡Rentable, así me llamó! –soltó con gran dolor–. Y no trates de decirme que no sé de lo que hablo, yo sí lo sé. Tuve la excusa perfecta para retirarme del patinaje y no lo hice. Elegí seguir luchando y lo volvería a hacer una y otra vez, porque yo aún creo en mí. Sé que puedo... yo aún puedo amar.

Drew se quedó mudo de sorpresa. Ese era el dolor que había visto tantas veces en los ojos de Garely. El desengaño, aunque nunca se imaginó que tanto...

–¿Tú aún crees poder amar? –exclamó, sorprendido–. ¿Cómo...?

–Yo no lo creo... no lo creía posible; sin embargo, ahora lo sé, Drew. Yo estoy enamorada –admitó. No tenía nada que perder y mucho que ganar si tan solo él le permitiera...

–¿Quién...? –Drew apretó inconscientemente los puños–. ¿De quién?

–¡Maldición, Drew, me lo pones tan difícil! –gritó ella, frustrada–. Debo irme ahora –pronunció cuando sintió que sus ojos se inundaban de lágrimas y un nudo atenazaba su garganta.

–No, Garely. ¿Qué es lo que pasa? Yo...

–¿Realmente quieres saberlo? ¿Crees estar preparado para lo que voy a decirte?

–Sí... no... no lo sé. Pero siento que debo escucharlo.

–Yo... –Garely suspiró. Al entrar a esa casa había destrozado su dignidad, ¿qué podía perder?–. La persona que... de quien estoy enamorada... –¡qué difícil era!–. Te amo, Drew. Eres tú a quien yo amo.

Drew no se movió. Su corazón se detuvo y la miró rápidamente. No podía reaccionar. ¡Eso no lo esperaba! Ella había dicho que lo amaba...

–No. Tú estás equivocada.

–No, Drew. Nunca he estado más segura.

–¡Maldición, Garely! Tú no puedes amarme a mí.

–¡Rayos, Drew! Sí, quieras o no, es así. Te amo.

–¡Esto no puede ser!

–Sí, sí es. ¿Por qué se te hace tan difícil creerlo?

De pronto los ojos de Drew brillaron de entendimiento; y, antes de que pudiera pensarlo mejor, dijo:

–¿Lo planeaste, cierto? –Garely lo miró sin entender–. ¡Todo esto es por el patinaje! Tú... quieres manipularme para que patine contigo.

–¿Qué dijiste? –soltó incrédula, antes de sentir que algo se rompía en su interior.

–¡Claro! Así yo patinaría contigo por culpabilidad y... –no pudo seguir cuando sintió una fuerte bofetada en su rostro.

Garely había reaccionado ante el dolor que le causaban sus palabras. Drew no tenía remedio. Él creía que todos querían manipularlo y... ¡había despreciado su amor! ¿Cuánto más podía rebajarse una mujer?

Decidió salir de ahí. Tenía que huir. Pero antes...

–¡No! ¡Estás tan equivocado, Drew! –Garely sintió que sus ojos se humedecían–. ¡Eres tan imbécil! Yo... realmente sentía lo que dije. Soy una tonta porque siempre elijo a los idiotas para enamorarme. Al hombre equivocado. No eres el primero al que amo así, ni serás el último –mintió para salvar algo de su orgullo–. No entiendo cómo pasó esto, no obstante así mismo se terminará. ¡No, Drew! –ella se alejó de su contacto–. No te necesito. No quiero tu lastima, ni tu cariño. Ni siquiera tu amor quiero ahora... no lo vale. Y no te preocupes por la competencia de mañana... ¡queda cancelada! Dalo por hecho.

Corrió fuera de esa casa. Se sentía aún más herida, traicionada y dolida. Con Dirk, había sido su orgullo el que había sufrido las magulladuras, comprendió después. Con Drew... era su corazón el que estaba destrozado, herido y traicionado. Él nunca la amaría, no creía en ella; y, aún amaba a una mujer muerta.

¿Cómo se puede competir con alguien muerta?

Drew miró salir a Garely. Se sentía más estúpido con cada segundo que pasaba. ¡Garely lo amaba! ¡Dios... él había soñado con eso! Aunque se hubiera sentido culpable, él también se había estado enamorando y no le había creído a ella. Había resultado tan increíble, porque a él también le pasaba lo mismo.

¡No podían parecerse tanto! Sus corazones casi tan sincronizados como sus pasos en la pista de hielo.

¿Podía ser posible? Si la respuesta era sí, él acaba de ser más que un completo estúpido al haberla herido de esa manera.

Estrellas sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora