Capítulo III La familia

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Capítulo III

La familia

Al entrar por la puerta, Amaya saludó a su madre, una mujer de estatura media que llevaba lentillas en sus ojos de color marrón. Era bastante miope, por lo que las alternaba con las gafas.

Su carácter era abierto y era una mujer extrovertida que solía relacionarse bien con cualquier persona, incluso aunque acabara de conocerla.

- Hola hija, ¿Qué tal te ha ido el día?

- Bien, mamá. Sin muchas novedades. He tenido clase de Lengua, Ciencias de la Tierra e Inglés. Y después he ido al gym. Hoy no ha impartido la lección la profesora habitual. Lo ha hecho otra chica jovencita con la que he hablado antes de la clase.

- ¿Y te ha gustado?

- Sí, mamá – contestó Amaya cariñosamente.

La madre era una cocinera muy hábil. Solía preparar auténticas delicias para el paladar. Le gustaba ver reproducciones sobre cómo hacer correctamente un pescado azul, o cómo cocinar comida india en casa. También solía preparar platos especiales en ocasiones que lo demandaran. Por ejemplo, en Navidad o en Semana Santa. Cualquier época era buena para cocinar. Y los postres eran algo que no se le daban nada mal.

Ese día había buscado alguna página en Internet sobre cómo hacer una buena tarta de queso. En la web había muchos datos acerca de los ingredientes y la preparación.

Parecía una receta difícil por la cantidad de letra que había para prepararla. Se dio cuenta de que hubiera sido más fácil buscar algún vídeo en YouVídeos. Por ello, decidió que en esa ocasión seguiría los pasos de la receta escrita, pero en futuras ocasiones sería más práctica.

Amaya le dijo a su madre que se iba a su habitación para llamar a su amiga del colegio. Cuando pasaba por el pasillo, se cruzó con su hermana pequeña. Pequeña era una manera de hablar, porque era bastante alta. Medía al menos 1,75 metros de altura. Amaya solía pensar que si hubiera querido podría haberse dedicado al modelaje. Tenía una cara pequeña, redonda y ojos grandes que cuando los maquillaba le daban un aspecto llamativo. Su pelo era largo, ya que le llegaba por los hombros y de aspecto encrespado, pero solía alisarlo con un secador semiprofesional que había adquirido a través de una plataforma de ecommerce muy popular. Pero ante todo tenía saber estar y un carácter muy equilibrado. Pocas personas en la familia entendían por qué en lugar de esforzarse tanto en trabajar en una oficina duramente, no se había dedicado a realizar trabajos de fotografía. Podría haberlo compaginado, aunque fuera los fines de semana. Pero era su elección, por lo que nadie tenía poder de decisión real en ese tema, salvo ella. Y ella parecía tenerlo muy claro. Prefería estudiar y dedicarse a algo relacionado con la administración de las empresas.

Amaya saludó efusivamente a su hermana.

- ¡Hola Sara! ¿Cómo te va?

- Bien, Amaya, estoy ordenando la ropa en mi habitación por el viaje – contestó con una sonrisa en la cara.

- Me alegro. Voy a llamar por teléfono a Estela.

Tras el saludo, entró en su habitación, cogió el teléfono y marcó el número de su mejor amiga, que iba a otra clase y ese día no había tenido la oportunidad de cruzarse con ella.

- Hola Estela María, ¿cómo estás? ¿qué tal te ha ido el día?

- Bien, sin mucha novedad. Cada vez que me llamas por mis dos nombres es porque me quieres contar algo importante. ¿Qué tal te ha ido a ti Amaya?

- Hoy ha sido un día distinto al resto porque he conocido a un chico nuevo. Y Alan me ha mirado de una forma extraña en clase, se ha girado cuando el profesor no nos ha emparejado para hacer un ejercicio en la clase.

- ¿Estás segura, Amaya? Alan suele tener un comportamiento extraño cuando se trata de ti. Te ha ignorado durante años, pero no deja de mirarte cuando estáis en clase. ¿Por qué crees que se comporta de esa manera?

Amaya se quedó pensando durante unos segundos en el comentario de su amiga. Era difícil descifrar el comportamiento del chico. ¿Sentía afinidad hacia ella? ¿O sólo la miraba sin ningún motivo encubierto? En realidad, no habían tenido el suficiente trato personal como para interpretar sus reacciones.

- Quizá tengas razón, pero el problema es que casi no nos hemos hablado en años. La última vez que nos dirigimos la palabra fue para que le prestara un bolígrafo negro porque dijo que se había dejado el material en su casa y no tenía nada para escribir. Y eso fue cuando se sentaba detrás de mí. Aún recuerdo lo que me estremecí cuando me tocó y al girarme sólo pude tartamudear.

- Amaya, ¿Por qué no tratas de hablar más con él? Si mejorarais vuestra relación o, mejor dicho, si la iniciarais porque ni siquiera os habláis lo básico, a lo mejor podríais llegar a ser amigos e incluso algo más. Pero para que eso suceda, deberías actuar de otra manera.

- No depende solamente de mí, Estela. También depende de él. Por cierto, con quien sí he hablado es con Tom, un chico francés que ha llegado nuevo a clase mediante el programa de intercambio del colegio.

- ¿Y a qué esperabas para contármelo? Me has estado hablando de algo irreal todo este rato en lugar de darme los detalles relevantes de una situación auténtica. ¿Cómo es Tom?

- Es alto, tiene una mirada muy llamativa y conmigo se ha portado educadamente, pero al mismo tiempo me ha hablado en algunos momentos como si quisiera que yo me enfadara porque ha hecho comentarios irritantes.

- Bueno, bueno...esto promete –dijo su amiga emocionada. Cuando nos veamos me seguirás contando. Debo irme a mi clase de guitarra española y canto.

Amaya pensó que su amiga era una persona con talento. Cantaba realmente bien. Tanto era así que formaba parte del coro del colegio, donde solía coincidir con Alan que tocaba el teclado. Siempre que había alguna actuación cuando llegaba el fin de curso, actuaban los dos. Ella cantaba como integrante del coro entre actuaciones y él tocaba el instrumento cuando se le necesitaba.

- Pasa un rato agradable con tus compañeros del coro y si ocurre algo, llámame –dio Amaya

- Hecho – contestó Estela con firmeza.

- Hasta mañana, Estela.

- Hasta pronto, Amaya.

Las dos colgaron el teléfono y Amaya se dirigió a la habitación de su hermana.

- ¿Estás preparando la maleta?

- Sí, tengo que tener cuidado para no pasarme de 20 kg., que es el peso permitido por la compañía aérea. Y ya he guardado mucha ropa. Tengo que pesar el bulto en la báscula para tener una noción aproximada del peso real, ya que en función de si lo pesas de una manera o de otra, el resultado no es exactamente el mismo.

- Está bien, si quieres te echo una mano.

- No hace falta, aún tengo que ordenar algo más todo lo que hay en mi habitación

- Bueno, en ese caso me marcho. Hasta luego, Sara.

Amaya se dirigió al salón y cogió su tablet para navegar un rato por Internet. Se dedicó a buscar qué significa que un chico te mire mucho o que haga comentarios para enfadarte. Pero no pasó mucho tiempo buscando esa clase de temas. Poco rato después, cogió el libro número siete de su enciclopedia y comenzó a leer. Ya que sus padres lo habían comprado, debía amortizar la compra. Y como a ella le gustaba leer, lo mejor que podía hacer era cambiar de actividad y dedicarse a ello.


Amaya en 1º de Bachillerato - Capítulo 1Where stories live. Discover now