8 - Un nuevo amanecer.

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Robert logro conseguir su primera oportunidad, era la hora de que Robert naciera. En el hospital, a las 5:49 am del 14 de diciembre, Inglaterra le dio la bienvenida. Pesando 2 kilos 100 gramos, era un bebé sanó, de ojos  azules y cabello dorado, solo había algo inusual en él, no lloraba.

   Su madre estaba tan feliz,  como para darle importancia a ello. Las lágrimas de Kate circulaban por sus mejillas para luego caen en la pequeña y arrugada frente de Robert.

Ella lo miraba fijamente y aunque tenía los ojos cerrados, ella sabía que el la veía, la sentía, pero más que nada la quería.

-Felicidades señora, es un varón muy sano- dijo la enfermera con ternura. –Lo sé, igual que su hermana…- repitió en 2 ocasiones Kate.

-¿Cómo se llama su hija?-  Preguntó la enfermera, -Caitlin-, respondió sonriente.

-¿Y su hijo como se llamará?-, -Aún no sé…-Y el sonido de la puerta detuvo la conversación,- Hola Kate-, -Buenos días doctor-, -¿Cómo está, cómo se siente?-, -Muy bien, muchas gracias por todo-, -No Kate, para eso me pagan. ¿Y su esposo?-, -No creo que venga- respondió Kate con cara de angustia, pero al momento de ver a su hijo la felicidad volvía a dominar en su rostro.

   George, el esposo de Kate, no era nada más que un simple visitante de cantinas, tugurios, y cuando el dinero escaseaba, de callejones llenos de iguales a sí mismo. Un hombre en el cual una gota de trago amargo y barato valía más que su familia, que su trabajo, que su vida misma. Un hombre al cual no se le esperaba con felicidad en casa, a que siempre dejaba las marcas del alcohol en su esposa e hija, las golpeaba por el simple placer y satisfacción de sentirse hombre, cuando solo demostraba lo cobarde que era.

   Kate, estaba lista para dejar el hospital con su recién nacido Kevin, así decidió llamar a Robert. Aunque aún no lo quería registrar, ya qué quería estar segura.

   En los primeros 5 días Kate estaba asombrada, no lograba comprender como Kevin (Robert) no lloraba, simplemente parecía ser un niño de más edad. Y así fueron pasando los años, al fin Robert lograría descubrir todas esas inquietudes que tuvo, solo era cuestión de tiempo y fuerza, ya que al ir descubriendo cosas buenas igual llegarían cosas malas, como ¿quién en realidad es?

  Al año y medio empezó a decir sus primeras palabras, su madre iba apuntando las cosas extrañas que hacía, ya que su comportamiento era extraordinario, para su edad.

  “16 de mayo

       Hoy Kevin ha quitado uno de los tornillos que sostienen la madera que se encuentra debajo del refrigerador, con el desarmador que George  había dejado en la mesa. Sigue repitiendo la misma palabra que hace un mes: ”Robert, Robert”, es como si algún recuerdo le trajera ese nombre, porque cada vez que lo dice me mira con unos ojos que penetran mi corazón, como si en realidad el fuera otra persona, como si no fuera mi Kevin.

      Hasta cuando me abraza me dice al oído ese nombre.”

    Y así fueron pasando los meses, poco después Kate decidió registrarlo como  Robert, aunque en ocasiones le decía Kevin.

   Para Kate el nombre de Kevin era muy importante, así se llamaba su hermano, a quien asesinaron por amor, por enamorarse de la persona equivocada.

   Robert entró al colegio, en su primer mes la maestra quería adelantarlo de grado, puesto que sentía que sabía mucho para el lugar donde estaba.

    Nadie podía evitar que Robert descubra cosas, cosas que de cierta manera el ya conocía, nadie evitaría que Robert descubra su pasado, solo era cuestión de tiempo, solo era cuestión de fuerza para aceptar la verdad.

   El tiempo siguió su camino, siguió con gran velocidad por los cauces de la vida, enseñándole a Robert  cosas y dejándolo con muchas dudas. 

   En un trabajo que le marcaron a Robert, en el colegio, le pedían describir cómo se siente, decir que piensa de él, de su futuro, ¿quién es, quién es su familia? La llamó: ”Una carta a mi existencia”

    “Trabajo escolar-

Una carta a mi existencia

      No ganó nada con decir que mi vida es normal, no lo es. Por alguna extraña razón siento cosas que no puedo explicar, siento que existen cosas que de cierta forma ya conozco.

     Decirles que estoy seguro de mi futuro, de mi familia actual, de mi felicidad, etc. Sería mentirles, no estoy seguro de ser yo.

     ¿Mi familia? Mi madre y mi hermana Caitlin, son todo lo que tengo y las quiero porque junto a ellas logro confirmar, en ocasiones, aquella duda. La de si soy feliz. La cándida luz de mi madre me logra mostrar el camino a ella, el camino a la seguridad, en fin, me gustaría poder decir lo mismo de mi padre,  No cabe duda que para poder decirnos un :”te quiero”, primero debe perder toda la conciencia, es como si lo hiciera para al día siguiente no recordar lo sensible que ha sido con sus hijos, como se eso le quitara fuerza a su machismos. Es horrible pensar que mientras en su legua no exista esa humedad embriagante, no pueda estar con su familia, la cual podría mojarle la lengua 100 veces, con la cantidad de lágrimas que se desprenden de nosotros todas las noches, cuando regresa con sangre, o cuando simplemente no sabemos si lo volveremos a ver. En muchas ocasiones rectifico mis actitudes, mi forma de tratarlo, quizá soy demasiado duro con él. Pero me arrepiento de esos pensamientos cuando recuerdo los golpes que alteran los hermosos colores de la suave y linda de mi piel, cuando por más volumen que la televisión tenga, los decibeles de su voz expresando y pidiendo a gritos la muerte. Y, entonces, empiezo a nadar en tristeza cuando él le pregunta el por qué no se ha ido si tanto odio le tiene, y ella entre tartamudeos le dice :”Porque no podría soportar a mis hijos sufriendo por su padre”. Entonces, solo pienso en ¿cómo sería nuestra vida sin él? Pero luego pienso en la verdad, la verdad de que, a pesar de los golpes, los gritos, ella lo ama y él está tan enfermo que solo piensa en cómo conseguir más dinero para alcanzar un porcentaje de alcohol más alto. Y, entonces, las lágrimas de quizá no volverlo a ver se repiten y se repiten. Y mi madre llora y llora, pareciera que sus ojos cafés perderán su color por tanta exposición al agua, pareciera que su cuerpo pierde todas sus fuerzas, como si lo mandaran todo a su corazón, y quizá lo único que la mantiene con vida seamos nosotros…

   ¿Mi futuro? Mi futuro ha cambiado cada día, mi futuro es diferente cada vez que veo la realidad, cada vez que una persona me rompe las ilusiones, por ejemplo, cuando digo que me gustaría cambiar al mundo”

    Robert  era un joven muy inteligente, pero aún era inocente, aún no lograba comprender sobre que giraba el mundo, el dinero.

    La maestra  de séptimo grado le fue agarrando un cariño un poco extraño o diferente a Robert, sin duda sabía que no era alguien normal, que detrás de esos ojos azules había, quizá un futuro fantástico. Quedó sorprendida con el trabajo de Robert, pero preocupada. Pidió permiso a la dirección para programar una audición con sus padres, porque sentía que Robert estaba creciendo en un ambiente insano.

    A la semana siguiente la Srta. Jaime, maestra de Robert, fue a hablar con sus padres. Al llegar a la casa de Robert, no escuchaba nada, se aproximó a la puerta y con dos golpes, una voz masculina, demostrando prepotencia, que dejaba claro lo ebrio que estaba, gritó:”¿Quién diablos es?”, y abrió la puerta:

-¿Qué quiere?-, dijo George.

 -Disculpe, soy Jaime, la maestra de Robert-. Dijo Jaime temerosa.

-¿Robert? Ahora que hizo-. Respondió George riendo.

-Disculpe, ¿se encuentra la señorita Kate?-. ¿Para qué la quiere, no le basta conmigo?-. Respondió George de forma prepotente-. –No señor, no me mal interprete, pero me gustaría que ambos estén, son asuntos un poco delicados sobre Robert-. -En ese caso tendrá que regresar otro día, mi mujer no está…- George empezó a trabar las palabras, como si no pudiese sacarlas, se hizo para atrás y empezó a toser. –Señor, ¿qué le pasa? Tranquilo, llamaré a una ambulancia-. Y entonces George quedó tendido sobre la alfombra. 

El último error de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora