Espiando al... ¿amigo?

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-          ¿Estás segura de esto?

-          ¡Claro que sí!

-          Tenemos que intentarlo.

-          No me gusta la idea.

Estaban los cuatro muchachos espiando a un grupo de gente por una esquina del patio de recreo del colegio. Entre la gente estaba su objetivo, bueno, entre la gente no, sino a un costado del grupo de gente que se había acomodado en el jardín.

-          ¿Es en serio? ¿Nicolás Labionda? – dudó Miguel, alzando una ceja, mientras señalaba con disimulo al muchacho de cabello negro y ojos del mismo color, que miraba su libro, sin prestarle atención a nadie.

-          Sí, ¡es perfecto! – casi y grita Catalina, emocionada.

-          Para ti, eres la única que cree que es perfecto.- reitera Alba, sonriendo con sorna.

-          Nada que ver, verdad que tú estás de acuerdo conmigo, ¿no? – dudó la de ojos dorados, mirando a su amigo.

-          Bueno, tengo que admitir que le chico es raro.- comenta Francisco, sobándose la barbilla con pose de pensador.

-          ¿Ven? – la aludida sonríe, como saliéndose con la suya. Lo único que sus dos amigos atinan a hacer es suspirar y seguirle la corriente, pues bien sabían que su amiga se moría por Nicolás desde primer grado.

-          Bien, ¿cómo empieza la cosa? – pregunta Miguel, mirando a su compañera, esperando ideas.

-          Eh… no sé, esperaba que a alguno de ustedes se le ocurriera algo.

-          Ya, muy bien, chicos, ¡vayan! – murmura Alba, empujando a sus dos compañeros.

-          ¿Pero qué hacemos? – susurra Francisco, mirando hacia sus amigas.

-          No tengo ni idea, improvisen.- añade Catalina, antes de botarlos del lugar con un ligero empujón.

Los dos muchachos se encojen de hombros y se acercan al chico en cuestión, bien sabiendo que a él no le gustaba la compañía ni que interrumpieran su lectura, cada uno se sienta a su costado y comienzan a sacarle conversación, hablando de tonterías, riendo muy alto, no parando a pesar de las miradas que el de ojos negros les dirige. Hasta que se harta, parándose y dejándolos hablando, claro, no sin antes propinarles un buen golpe a cada uno con el lomo de su libro. Los dos chicos vuelven derrotados.

-          No, él no es.- murmura Francisco, sobándose la nuca.

-          Definitivamente no. – concuerda Miguel, suspirando.

-          Decepción.- susurra Catalina, mirando el suelo.

-          Ya, lo superarás, ahora, ¿quién es el siguiente? – dice Alba, sacando una lista de nombres que guardaba en su cuaderno de notas.

-          ¡Mala! – medio grita Cata, frunciendo el ceño.

-          La siguiente es Yuna Kusatsu.- lee el de cabello negro, ignorando a la hindú.

-          Dale, vamos a la librería.- dice Francisco, caminando ya hacia la librería, seguido de cerca por el otro muchacho.

-          ¿Cómo saben que está ahí? – duda la de ojos verdes, siguiendo a sus compañeros.

-          Es amiga de Marie, siempre pasan tiempo en la biblioteca.- responde el rubio, sonriendo.

-          Me voy a sentir mal fastidiando a la amiga de tu enamorada.- murmura Catalina, alcanzándolos.

Mi Totem Soy YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora