Capitulo 1

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Abro mis ojos con algo de temblor. El silencio absoluto era reflejo de que todo iba bien, ninguna garganta carraspeando, ni algún hedor repugnante que me alertara que las cosas no andaban bien. Me levanto y camino hasta la esquina del galpón, es mi zona destinada al baño o al menos algo que se le parezca. Pongo mis manos en la fuente que aún conserva agua desde ayer, me lavo la cara mientras busco algún tenedor viejo que me sirva para peinarme, intentó no perder mucho tiempo, después de todo mi pelo cada día le costaba más desenredarse.

Evito mirarme en el espejo, el rasguño de ayer debió dejar una marca en mi rostro, del cual no deseaba ver.

Hay ciertas cosas que no me permito hacer, la primera es mirarme en el espejo y la segunda es derramar agua.

Cuando termino de hacerme una coleta, camino hasta el paquete que tengo guardado en la repisa junto a toda la comida, está por la mitad. Esa también es una de las reglas de oro, racionar la comida y vivir más tiempo. Meto mi mano en el envase e intento tragar lentamente las últimas papas que me quedan, tal vez en años no las vería.

Al terminar de alimentarme, miró hacia la pared y confirmo que debo migrar antes que el invierno comience, tal como lo habíamos planeado con papá. Observo la cartulina media rota y manchada de extrañas sustancias.

La lista dice: Gasolina, armas, balas, agua, mochila y finalmente medicina. Suspiró al darme cuenta que poseo la mayor parte de la lista, 9 posillos de gasolina, cuatro pistolas con dos paquetes de quince balas, agua, y alimento.

Hace un año que la purga empezó, no teníamos ni idea en ese tiempo que sería tan devastadora para la humanidad, se supone que comenzó en algún país de Oceanía. Las imágenes de gente mordiendo de otras causaron conmoción por lo que fueron quitadas al día. Mi madre dijo en ese entonces.

- Ojala descubran la cura

Sonrío levemente, que inocente era, la cura no estaba y no estará, porque si los médicos de ese entonces no supieron como revertirlo, nunca lo harían los sobrevivientes a ello.

Me vuelvo a poner en pie, y doy pasos hasta la salida de la esquina del galpón, esta cubierta de protecciones, bajó por verja, pasó la espada larga que uso para defenderme. ¿La razón? fácil, las espadas eran más silenciosas que un balazo, no atraerían a los muertos vivientes.

Verifico por las salidas si había alguno de mis pequeños amigos está en el paso, para mi alivio los autos que habíamos puesto de barricada lograban el efecto deseado, alejar a los malditos que quería comerme más que nada en el mundo, como si estuviese hecha de chocolate o algo así.

Luego de unos pasos ya estoy en el almacén, levantó la protección que oculta mi fuente de alimento y de vida, saco el canasto grande, casi como un carrito, comienzo a poner todo lo que hay en él. Es la hora de huir del refugio y verificar si los rumores de ese algo son reales.

Hace nueve meses con padre encontramos un taller mecánico abandonado, que estaba bastante protegido ante alguna amenaza, con muchos autos en él podíamos ponerlos y abastecernos de litros de bencina que estaban a una cuadra de allí, lo mejor era que la autopista estaba al lado y bien sellada en caso de algo.

Él era astuto, y conocía a la perfección que nos estábamos enfrentando, solía revisar las entradas a nuestra calle todos los días y perfeccionaba el sistema de protección todas las noches.

Salgó nuevamente a la calle y a lo lejos veo a una mujer, esta mordida en el cuello y maldigo por dentro. A mi parecer la peor forma de que te muerdan es en el cuello, si fuera una mano podrías cortártela antes que la infección envenene tu sangre y mueras por la septicemia, o termines siendo alimento de zombis.

Zombieamor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora