Capítulo 4

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Mis manos comienzan a sudar, y el corazón traicionero late con todas sus fuerzas, podía sentir mi garganta secándose y el diminuto cosquilleo que inquieta cada fibra de mi cuerpo.

Mis ojos intentan desesperados esquivar su mirada, pero es imposible, allí están esos profundos ojos observándome detenidamente. Y si no fuera por mi orgullo ya habría soltado un grito.

Me muerdo los labios al notar que mi mente comienza a fantasear con algo que jamás hubiera deseado. Decido mirar al piso y librarme de las sensaciones. Mis piernas tiemblan, y siento calor en mi cuello.

Debo comenzar a manejar estas sensaciones o terminaré siendo humillada.

Sus labios se acercan peligrosamente a mí,  el calor que emana de su cuerpo recién bañado me llega a mi cuello, se acerca a mi oreja y me susurra: "Hueles mal, tres".

Frunzo el ceño, una de las gotas que resbalan de su cabello me cae a mi hombro, esta fría, y mi pequeña suplica reacciona, despierto del hechizo. Lo empujo levemente, tomo un bocado de aire imperceptible y busco algo que decir coherentemente.

—Perdón, voy al otro baño

Huyó con rapidez, cerrando tras de mi toda la anterior escena. Tomó el aire suficiente para volcarme a mis tareas, me limito como robot a recoger la toalla, buscar la ropa limpia e ingresar a la ducha.

El agua fría de golpe me despierta, las sensaciones ignoradas aún me recorren, y busco la forma de olvidarme de su cuerpo.

Brian ha encontrado uno de mis puntos débiles, estoy segura que me vio indefensa, como un cachorro suplicando. Arrugo mi nariz. Su sonrisa acercándose a mi cuerpo, sus ojos observándome como cazador, la reacción inevitable de mi cuerpo tratando de escapar o ¿quedarse?

Cuando termino de bañarme el olor a champú hace que me sienta bien, es como si limpiara todos los duros momentos y olvidara lo sucedido hace un rato. Me envuelvo en la toalla acercándome al espejo que está en una esquina, observo mi reflejo y peino cuidadosamente mi cabello, los nudos hacen que se me dificulte pero luego de un rato está perfectamente desenredado, su color rubio ha vuelto a la vida, ya no es café o verde, es rubio como el cabello de mi madre. Tomo las pinzas que Lily dejo en el tocador y comienzo a quitar los bellos que se asoman por zonas que debería ser lampiñas.

Un sonido suave golpea la puerta, son toques tímidos.

—¿Hayley?— susurra una voz clara y tierna. Abro la puerta y Lily me observa con cuidado, creo que me está analizando con sus ojos azules mientras trato de no mover ni un músculo—. Te ves bonita.

Pongo los ojos en blanco y ella toma el perfume que está ubicado en la esquina,  lo rocía en mi piel, el contacto es extraño que causa que arda un poco, mis pequeñas heridas reflejan la vida que hemos tenido.

—Está casi listo todo, y los chicos esperan por comer—me sonríe—. La ducha dejó a Declan y Brian como hombres decentes, huelen bien...

Me río, ella se da vuelta dándome espacio para poder cambiarme. Meto mis piernas en la ropa interior y unas calzas que me aprietan.

— Lily —la llamo—, ¿Podrías buscar de mi bolso algún sostén?.

La chica asiste y me quedo nuevamente sola con el espejo. Terminó por fin la tarea de quitarnos bellos, cuando regresa Lily la recibo en la puerta donde me pasa por la mano el sostén. Miro mis bellos corporales y evito pensar en todas esas zonas que deberían ser lampiñas, me concentro en terminar de vestirme.

—Listo—murmuro saliendo—. Seremos la atracción de nuestros admiradores mordedores.

Ella se ríe, y siento tranquilidad en la casa. El cantar de un ruiseñor hecho en persona.

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