Deseaba que tal pregunta fuera tan solo una broma de mal gusto, pero los ojos de mi compañero siguen observándome atentamente, sus labios se mantiene cerrados esperando que pueda procesar mis próximas decisiones.
El policía se ha desligado de cualquier elección, obligándome a decidir, algo muy cobarde de su parte. Lo sabe, hay dos opciones: llevarlos a casa o dejarlos acá. Mi corazón late y parece apurarse al comprender el grado de importancia que tiene cada alternativa.
Poncio Pilatos carraspea y hace un gesto para que apure. Presumo que su decisión es llevarlos, porque aunque B luzca como una roca en el fondo hay bondad. Una bondad atrayente que era muy dificil de ignorar.
—Te odio —replicó—, deberíamos ambos dar nuestro punto de vista.
Se encoge de hombros y pasa totalmente de mi. Por una parte creo que lo hace para tomarme el pelo, pero otra parte de mi esta segura que desea que este tranquila ¿Pero como saber cual de las dos son sus intenciones?
—Te apoyaré en ambas decisiones
Sus palabras me quitan el aliento, y pareciera que sutilmente me confirmirá la confianza que se contruia en medio de riñas y risas.
—¿Te dije que te odiaba?—le suelto intentando desviar la pequeña tensión creada—, supongo que gracias.
Atento de mis movimientos sigue sin esquivar mi mirada, provocando un largo silencio que quisiera derribar, como un niño se muerde los labios para soltar un suave soplido.
— A mi no me desagradas—dice serio—, en realidad es todo lo contrario.
Un escalofrío me recorre, como una perfecta actriz ignoro. El chico es un insinuoso, con el agrado de tomar el pelo y disfrutar la pequeñas emociones que pueden rodear cada situación.
— Tampoco es que te odie, era un decir.
— Si quieres repetir el beso del armario soy materia dispuesta. Tu me dices aquí y yo te contesto con ahora—. Un sonrisa coqueta se dibuja en su rostro, y sus ojos decoran el cuadro para elevar el nerviosismo.
Mi cuerpo como un traidor no es capaz de soltar alguna palabra que opta por reir, reir para terminar la obra y volver a la realidad, escapando de todo atisbo de romantecismo y deseo que ya no soy capaz de negar.
— Ya quisieras— digo terminando por tomar distancia.
Me arreglo mi cabello por inercia y tomo el impulso de huir cuando carrespea para evitarlo.
—¿Tan poco creíble sonó el que me gustas que no eres capaz de considerarlo?
Ruedo los ojos ante su pregunta, lo que dijo no fue una declaración de amor, si no más un coqueteo descarado.
—Ya deja de jugar, tenemos que trabajar—digo levantando una de mis cejas— Iré hasta allá y más vale esperar como mi chofer.
—Pero a mi me encanta jugar—me responde con su tono aún coqueto—, aunque me falta compañeros para que se disfrute más.
Su risita hace que levante mi dedo del medio para darle la espalda. Si bien mi mente solo piensa en la decisión mis emociones tiñen mis planes para desconcentrarme de lo realmente importante: decidir.
Vacilo por tocar o no la puerta, y lo hago, decido tocar para avisar. Es Ares quien se asoma con una arma que baja al notar que tan solo soy yo desprotegida con las manos arriba para librarme del peligro.
—¿Podemos hablar?
Asiste y avanza para cerrar la puerta tras de mi.
—Eh....—trato de articular algo mientras muevo mis dedos de forma nerviosa en mi espalda.
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Zombieamor?
Ficção CientíficaHayley pasó de pesar 65 kilos a 55 kilos, ¿Gimnasio? ¿Tenis? ¿Aerobic? No, nada menos que un apocalipsis zombie. El mundo que conocían se ha ido, y personas sobreviven de una o otra forma, algunas se van en grupo, otros almas solitarias prefiere...