Strong.

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-Preséntate por favor- aquel hombre flacucho te observaba desde su sillón junto a ti.

-Me llamo _____- Te presentaste con voz seca- tengo 18 años.- Te recostaste en aquel diván mientras el hombre escribía en su pequeña libreta.

-Y dime _____. ¿Quién te ha traído aquí? o mejor ¿por qué?

-No estoy loca, si a eso se refiere. Me ha traído mi madre así que vengo obligada, cree que ir siempre sola es algo raro a mi edad.- Bajaste la mirada observando tus converse.

-¿Y tú crees que es algo normal?- Inquirió él.

-Ya sabe lo que dicen, mejor solo que mal acompañado.

-¿Como te llevas con tu madre y con tu familia en general?- el insistió y se apoyo en el reposa brazos de su sillón para escucharte mejor. Tragaste saliva antes de contestar aquella pregunta.

-Mi madre se fue de casa hace un año y mi padre- hiciste una pausa y continuaste- Bueno, a mi padre no le importa nadie que no sea el mismo- y la droga  pensaste - Vivo con el.- apretaste los puños hasta que el dolor hizo que dejaras de pensar en los botes de pastillas que decoraban tu casa.

-Tranquila- puso su mano sobre tu hombro para que te relajases- ¿Que tal con tus amigos?- Cambió de tema.

-Yo no tengo amigos- Sentenciaste con lagrimas en los ojos. Y era verdad, nunca habías conocido lo que era la amistad.



Te sentaste como siempre en el único banco del parque. Aquel era un barrio relativamente tranquilo, tan solo se veía en la calle a los chicos de tu edad paseando por las tardes y las patrullas anti-droga que pasaban por allí continuamente.

Un grupo de chicos se acerco a ti, ellos te miraban y al volver a girarse se reían, te volvían a mirar y volvían a reírse. Era algo usual para ti, agachaste la cabeza intentando ignorarlos pero eso no hizo que parasen. Giraste la cabeza para no verlos ni escuchar como se reían de ti, de tu aspecto, de tu ropa vieja, de tu pelo descuidado y de tu soledad.

Dirigiste tu mirada a un pequeño y oscuro callejón. Allí, apoyado en la pared, un chico pálido observaba la escena.

Los chicos se acercaron algo más a ti y comenzaron a preguntarte cosas para dejarte en ridículo y hacerte sentir desgraciada. Intentabas ocultar que sus palabras te dolían mientras mirabas a aquel chico intrigada, estaba bastante pálido y tenia unas grandes ojeras bajo los ojos y tenia el pelo rubio por algunas zonas y algo despeinado.

-Haz el favor de mirarnos a la cara cuando te hablamos- Se rieron. No abriste la boca, el chico rubio se acercó hacia vosotros.

-¿Me podéis decir qué hora es?- dijo amablemente. Tenía un ligero acento irlandés que podía diferenciarse detrás de esa voz seca y ronca.

-Drogadictos...- uno de los chicos lo empujó hacia atrás.

-Las cinco y media- Le dijiste y el asintió.

-Gracias- dijo él.

-¿Estas tan sola que vas a juntarte con drogadictos? - se rieron sonoramente- Vayámonos no nos vaya a vender algo de mercancía- Se alejaron riendo a carcajadas.

-No les hagas caso, son idiotas. Gracias otra vez- El chico se alejo. Te había librado de media hora más de risas. Quizás y solo quizás, no estabas sola.



Strong. -Niall Horan- EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora