Diciembre

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En el que Clarke está en Seattle y Lexa en Londres

Hace frío.

Pero un frío de estos hijoputescos que se te cuela por la ropa (ignorando el hecho de que lleves medio armario puesto para intentar huir de él), anclándose en tus huesos de tal forma que no podrás deshacerte de los temblores ni con tres duchas calientes y un baño de aguas a temperatura rozando la de la superficie solar.

- Pu... put... puto frrrrrioooooooo -consigue decir, soltando nubecillas de vaho.

Quiere volverse a casa.

Quiere ponerse el pijama y meterse en su cama, con dos edredones, todas las mantas que encuentre y la bolsa de agua caliente para poder dejar de ser un calipo parlante.

Clarke Calipo Griffin.

Patrocinada por Frigo.

Mira de nuevo hacia Finn, el culpable de que esté en mitad de la calle a las nueve y media de la noche en plena nochebuena. Este, a un par de metros de ella, olisquea los bajos de un árbol como si su vida dependiese de ello.

Ah, sí.

Quizás debería explicarlo antes.

Finn es un perro, un husky para ser exactos, al que Clarke está cuidando temporalmente hasta que su manipuladora dueña, Raven, vuelva de su viaje (supuestamente viaje familiar a Portland, pero el hecho de que, uno, no tenga familia en Portland y, dos, que Octavia se haya ido con ella le hace creer a Clarke que no hay nada familiar en ese viaje... ni que saldrán de la habitación del hotel que seguro comparten).

"Quédate con él", dijo, "te hará compañía estas fiestas", dijo.

Y Clarke, en modo "hecho de menos a mi novia que ha tenido que irse a la otra punta del mundo seis meses por prácticas de la universidad", aceptó a quedarse con el perrete.

Finn (nombre que le puso Raven en honor a su ex porque "mentalmente son iguales") se acerca a ella tras marcar el árbol de ese parque de ciudad, lengua colgandera a un lado y mirada de "ME ENCANTA PASEAAAAAAAAAAR".

Vale, ha meado unas catorce veces desde que han salido (no se ha saltado ni una farola, esquina, señal de tráfico y moto por el camino, es metódico el perrete este), PERO no ha hecho lo que realmente Clarke quiere que haga fuera. Porque se niega a que se vuelva a cagar en mitad del salón.

Lo ve sentarse frente a ella, feliz como una perdiz, completamente inmune a este tiempo inclemente que ha invadido la ciudad.

Querido Ned Stark, el Invierno ya está aquí, puedes venir a recogerlo cuando quieras. Firmado, Clarke.

- Qué -le pregunta/exige a Finn.

Este no responde (menos mal), y se limita a ladear la cabeza antes de salir corriendo a lo "ATRÁPAMEEEEE" en dirección a una rama caída que abulta unas dos veces lo que la rubia. Y tal y cómo está ha previsto en cuanto la ha visto a lo lejos, Finn intenta cogerla y llevársela.

Pero va a ser que no.

Le vibra el móvil en algún lugar de sus capas de ropa.

Ni se arriesga a aventurar sus manos enguantadas fuera de los bolsillos, sabe quién es.

Su madre, preguntándole por vigésimo quinta vez en lo que va de noche que porqué no va a la "fiesta" navideña que está teniendo lugar en su casa. Y no acepta un "porque ir a la casa de mi infancia para ser dejada de lado por mi madre salvo para cuando quiera alardear de hija, estar rodeada de médicos cuyos nombre no recuerdo o ignoro y cuya media de edad sea el doble que la que tengo... pues como que no me va mucho". Tampoco acepta un "tengo un perro que cuidar, madre, obligaciones".

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