Prólogo

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"Y se extendió por todo el mundo, como un huracán imparable"
Derain


Las estridentes melodías en la radio sonaban aplastando eufemismos mientras una taza de café humeaba en mi escritorio repleto de hojas en blanco. Si no fuera por el continuo tic tac de las agujas del reloj, pensaría que el tiempo no existía, pues, el mundo, a través de los cristales de mi ventana, lucía quieto y nebuloso, como si estuviera dentro de una bola de cristal desgastada. El cielo quebradizo me resultaba bastante nostálgico, por lo que dejé caer las cortinas y me volví en mi silla giratoria para colocar los pies sobre la pulcra superficie de madera y así tener una vista panorámica de la pequeña oficina en la que me encontraba.

Era un día como cualquier otro; misma taza con la misma marca de café, el mismo suelo de parquet, las mismas cortinas de encaje y exactamente la misma cantidad de tareas del día anterior.

—En serio, ¿hasta cuándo vas a estar aquí? —pregunté a Hariel, quien se encontraba sentado en un rincón de la habitación, mirándome con expresión de angustia.

—Hasta que me lo digas.

—¡Que no tengo idea! —respondí encendiendo un cigarrillo. A lo largo de los siglos, los vicios humanos se me habían pegado inevitablemente y me permitía fumarme una caja o dos de Marlboro por día.

—Claro que lo sabes... Tú siempre sabes todo y asumo que sabes cómo meterme a los archivos secretos.

Puse los ojos en blanco, dando una calada al cigarrillo. Los asuntos celestiales eran realmente complicados y evitaba pensar en ellos la mayor parte del tiempo, aunque todos se pensaran que iba de chismoso y que me enteraba siempre de todo lo que pasaba en las oficinas.

—¿Sabes lo que hay en esos archivos?

—No.

—¡Pues yo tampoco! Es más, incluso dudo de su existencia. Es muy sospechoso que todos en el Cielo hablen de los archivos secretos y que nunca nadie haya tenido acceso. Algunos dicen que son predicciones muy importantes, otros que son reliquias muy poderosas y no sé qué más, cada día se inventan algo nuevo, luego dirán que en verdad es un tónico que bebe Abaddon para mantener su asexualidad.

Hariel dudó por un momento, mientras jugueteaba con el mando a distancia de la televisión que tenía amurada en una de las paredes.

—Podría ser cualquier cosa, han dicho cosas sobre una espada que mata ángeles también, pero, nadie tiene pruebas.

—Todas son mentiras.

—Pues, ¡pruébalo! —desafió.

—¿Por qué debería hacerlo? ¡Eres tú quien ha apostado que puede meterse a la oficina de los arcángeles y averiguarlo! ¿Por qué has hecho tremenda idiotez?

Hariel hizo una mueca, dudando por un momento si seguir o no.

—Joshua, ha prometido cubrirme en mi puesto los próximos tres siglos si lo descubría.

—Tu puesto no apesta tanto... Bueno, obviando el hecho de que vistes un pañal...

—¡Lo del pañal es un mito! Solo dime si has oído algo sobre esa oficina.

Suspiré, quitando los pies del escritorio para adoptar una pose más seria. Hariel se encontraba muy ocupado revisando la pequeña vidriera con licores de mi despacho, murmurando algo sobre historia celestial y una guerra de arcángeles con escudos y espadas sagradas.

—Gabriel es el único que entra allí, he visto la llave colgar de su cuello.

—¿Será cierto que en esa oficina tienen un espejo que muestra el futuro? La leyenda dice que Abaddon y Raziel se lo quitaron a unos alienígenas y que su primera predicción fue la que causó su enemistad, desde entonces se han vuelto enemigos mortales, aunque incluso habían sido compañeros de equipo y buenos amigos —comentó emocionado, aparentemente estaba muy convencido de lo que decía.

—¿Alienígenas? ¿De dónde sacan todas esas patrañas? No creo que exista un espejo que haga predicciones. Las mismas comenzaron a hacerse desde las apariciones de las musas, son las únicas que lo hacen, y sabes que incluso sus visiones son bastante inciertas. ¿Te has leído alguna vez el libro de Enoc? El tipo es un aburrido, sí, pero el mejor muso que haya existido y así y todo ha fallado en varias predicciones. Si el espejo existiera y fuera exacto, Abaddon habría asfixiado al bisabuelo del primer híbrido para evitar su nacimiento, pero no fue así, ¿verdad? —Tomé un poco de aire antes de seguir—. Si ese humano moría, no tendría ningún hijo que luego tendría un hijo, que tendría una hija, que se pusiera a procrear con ángeles dando origen a los nefilim, cagando toda nuestra jodida existencia.

Hariel destapó una botella de whisky y bebió directamente, sin molestarse en tomar un vaso. Arrugó la frente en cuanto el alcohol quemó su garganta, pero de inmediato dio otro sorbo, para luego limpiarse la comisura de los labios con la manga de su camisa blanca.

—Entiendo que a ti no te importe destruir generaciones enteras, pero Abaddon actúa diferente. Se supone que es justo y correcto.

—Vamos, estoy seguro que recurriría al infanticidio si fuera necesario, además, la pérdida de unas cuantas generaciones no es gran cosa, se ha hecho en otras ocasiones: las malditas plagas en Egipto, más atrás, en el tiempo el gran diluvio, incluso en la actualidad con el SIDA en África. Pasa todo el jodido tiempo; cosas de equilibrio y eso, hacer el bien.

—Es un bien un poco retorcido. —Hariel volvió a beber, adoptando una pose pensativa. Odiaba que al estar ebrio sus charlas se volvieran más filosóficas y profundas.

—Hacer las cosas correctamente no siempre significa ser precisamente el más sensible o bondadoso, por algo no tenemos emociones.

—No todos somos tan despreocupados como tú —se quejó, ahí venía uno de sus discursos sobre entender a los humanos.

—Debes ser el único ángel tan ingenuo. Eres el único que se ha creído que todo lo que pasa en el mundo humano, está planeado con siglos de anticipación: cada desastre natural, cada accidente y cada enfermedad. Comprende que es imposible tener un registro del futuro, porque todo está cambiando constantemente, aún más con la aparición de nefilim que interfieren continuamente en la vida de los humanos, a lo sumo, pueden manipular lo que pasa en el presente; ayer jugando damas chinas, decidimos si mandábamos un terremoto a Japón, por ejemplo, y lo del Titanic, sucedió luego de lanzar una moneda, ¿lo sabías? Tuvieron muy mala suerte y cayó cara, así que ahí pusimos el iceberg, había sobrepoblación en esa época y el Cielo estaba un poco vacío, con eso de que las almas solo están allí cien años y luego regresan a la Tierra, ya sabes.

—En serio, me cuesta pensar que nuestro bando es el bueno, con tipos tan fríos como tú.

Torcí el gesto, entrecerrando los ojos. Tener ese tipo de conversaciones me irritaba, por lo enredoso que resultaba todo. La existencia de seres como nosotros desde siempre había sido difícil, no teníamos la misma suerte que los humanos ignorantes, debíamos cargar con el peso de muchas cosas; más aun en los tiempos que corrían. Los ángeles existíamos desde la creación de la humanidad, éramos criaturas al servicio de Dios, dedicadas al cuidado de los humanos y la Tierra. Ocupábamos nuestros poderes y dones para mantener el orden natural establecido por el Creador. No se nos permitía tener emociones ni necesidades individuales, pero cuando un par de milenios atrás, un grupo de ángeles traidores decidió joder la raza, cayendo en las tentaciones humanas, justo después de que Dios nos abandonara, todo se salió de control.

Donde Dios dejó su videocámara: La InquisiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora