La escoba que sostenía Gabriel se movía mucho más que el. Lo conocía desde que ambos teníamos 7 años. Sabía, que aunque se viera muy hombre, era la persona más miedosa de este mundo, apostaría que del universo. Toda barba y pelo en pecho, no le servía de mucho.
También sabía que su mente no funcionaba bien, había tenido tres intentos de suicidio y se podría decir que estaba vivo de milagro. El sol le daba a él en todo el rostro, era obvio que estábamos en su habitación, era fácil de saber por la cantidad de carteles de modelos que tenía en sus paredes.
— Si me sueltas te contare todo, aunque no me creerás. Ayer te negaste a hacer — le dije bastante somnoliento, la verdad es que su escoba no me quitaba el sueño.
— No te soltaré, ayer casi me matas, ¡crees que no recuerdo que eres un monstruo! —grito bastante fuerte, lo cual si me despertó. Detesto que griten, lo odio demasiado...
— Todo tiene una explicación, ilógica, pero la tiene. Sólo dejame...
No termine de hablar porque me asestó un golpe bastante fuerte en mi cabeza con ese maldito palo. Lo fulmine con la mitad, y m fijé verdaderamente en el. Sólo había dos palabras para describir cómo se veía, “mal” y “terrible”. Su cara estaba muy pálida, había perdido bastante músculo, aún se veía atlético, pero no como yo lo recordaba. Estaba temblando, y sus ojos se veían desesperados, me causo tristeza, pero no tanta como ver que tenía sus muñecas vendadas. Al parecer ya habían sido cuatro intentos de suicidio.
— Tengo que aclararme, me tengo que calmar —hablaba con el mismo golpeandose su cabeza.
Yo estaba mudo, nunca lo había visto tan mal, dejo caer la escoba al suelo, se fue tambaleando hasta que se tiró al suelo y saco de una caja varias cosas. Tomo una especie de resorte y se empezó a apretar su brazo, más arriba del codo. El muy maldito se iba a aplicar heroína. No supe que pasó, sólo sentí rabia pura corriendo por mi cuerpo. Las cuerdas de las que me tenía amarrado a la silla de deshicieron como si fuera polvo. Quería lastimarlo, quería que sintiera dolor para ver si reaccionaba de una buena vez. El quería dolor pues lo iba a sentir. Y como si esto fuera natural, de mi cuerpo salió un pequeño rayo dorado que lo impacto contra la pared, dejándolo totalmente inmóvil.
Me sentí mareado de nuevo ni se porque lo hice, sólo fue un impulso, ni tenía idea de que había sido eso. Me deje caer en la cama, que por cierto estaba hecha un desastre, colillas de cigarro, condones usados, drogas. El estaba mal, y eso dolía.
Las paredes de la habitación estaban pintadas de un color azul muy suave. Sólo estaba una cama, una pequeña mesa de noche, un espejo y una rosa artificial. Me sorprendió que la conservará, yo la había ganado en una feria hace tres años. Yo la habia desechado y el la había recogido, ya que según él, los hombres también necesitan flores.
Me causó nostalgia y alegría ese recuerdo, habían sido tiempos felices. Tiempos que nunca volverían. Al parecer, cada uno sufría su propio infierno, nuestros demonios personales nos atormentaban a su placer.
Me levanté y me observe en el espejo, mi camiseta roja estaba bastante arrugada, y el pantalón blanco que llevaba estaba muy sucio. Aunque a pesar de los mareos me veía bastante saludable, nunca había sido alguien delgado, ni tampoco gordo. Digamos que el destino me permitía comer un número ilimitado de empanadas sin engordar. Mi cabello estaba revuelto en todas direcciones y mis ojos aún seguían brillando naranja. No tenía nada de parecido, a mi Madre, ella era rubia, yo era de piel morena, de facci... tenía los mismos ojos naranjas de Alejandro, no los había notado. Se que el me dio su Guadaña, pero eso no explica nada.
Ese hecho me estreso aún más, parecía tener partes de un rompecabezas y que todas las fichas fueran de color blanco, y la figura sólo aparecería si las juntara todas, perfectamente, en un primer intento.
Gabriel se movía entre sueños. Hablaba pero no le entendía nada de lo que decía, sólo balbuceaba. Me dio un poco de lástima dejarlo tirado en el suelo, así que lo tome de las axilas y me sorprendió el hecho de que lo levante como si fuera una pluma, al parecer aparte de los rayos, la guadaña de oro, también tenía súper fuerza. Si un miserable flaco de 1.79 ahora tenía una fuerza increíble, tal vez ahora mi debilidad fuera la kryptonita.
Después de dejarlo en su cama, seguía profundamente dormido. No se porque hice lo siguiente, pero anoté mi número de teléfono en un papel y se lo metí en el bolsillo de su pantalón.
Abrí la puerta de su habitación y me dirigí directamente a las escaleras para bajar al segundo piso, no me extraño ver la casa totalmente vacía, sus padres tenían mucho dinero y le daban lo que quisiera para que él no se suicidara.
Toda la casa estaba pintada de color blanco, había botellas de cerveza por todos lados. Me acerqué a la cocina y saque una cerveza de un refrigerador que habia allí. Me la tomé completa sin respirar. Me encanta la cerveza.
En la puerta principal estaba mi casco, era un casco totalmente negro mate y con dos triángulos arriba que simulaban las orejas de un gato. Abrí la puerta y unos segundos después comenzó a llover. Afortunadamente mi moto aun seguía en el mismo lugar, me puse mi casco y saque mi celular para ver la horas eran las 9:53 am. Era injusto que lloviera tan temprano, pero que se puede hacer, así es el Quindio.
Después de subirme a la moto y mojarme el trasero me lamente de haber nacido. Acelere rápido y tome la avenida centenario, para luego llegar a la carretera llamada chaguala que lleva hasta Calarca de nuevo.
★★★★★★★
Cuando llegué a mi casa estaba completamente empapado, el agua me escurría y donde me queda de pie dejaba pequeños charcos. Mi casa por fuera era normal de un azul color blanco, pero por dentro era de todos los colores, unas paredes negras, otras de rojo, otras de azul, estaban todos los colores que pudieras imaginar, hasta color caqui, ¿a quien se le puede imaginar pintar una pared color caqui? Pues a mi madre.
Subí a mi habitación bastante cansado, me quite la y quedo bóxers, me tire a la cama y me cubrí con las cobijas. Estaba bastante cansado y sólo quería dormir, relajarme, pero el destinó me odiaba. La puerta principal se abrió y la voz de mi madre resonó en toda la casa.
— ¿Acaso alguien inundó la casa? Cuantas veces te tengo que decir Lu, que me gusta mantener la casa limpia.
Siguió hablando pero la ignoré totalmente, me cubrí la cabeza con la almohada, pero sabía que si no bajaba la discusión iba a ser peor, además mi mundo se había convertido en otro, como la podía mirar tranquilamente y hablarle, había pasado cosas raras, inexplicables, la había visto en otra vida.
La tenía que enfrentar, tenía pruebas para demostrarle todo. Me vestí con una sudadera negra, unos zapatos que adoro, son como pantuflas pero deportivas, son la comodidad Suprema. Y para rematar y que iba súper con la ocasión, una camiseta blanca que tenía es la espalda dos dibujos, unas alas, y unos cuernos, debajo tenía escrito « ¿Ángel o demonio? ».
Tomé mi celular y todo el efectivo que tenía ahorrado, baje de dos en dos las escaleras. No vi a mi madre por ninguna lado. Estaba a punto de de darme la vuelta para buscarla en la cocina, pero un dolor insoportable se abrió en mi pecho, baje mi mirada y me encontre con una gran espada llena de símbolos raros que atravesaba mi pecho, la sangre escurría de ella. La voz de mi Mamá sonó silbante y aterradora en mi oído.
— Por fin nos volvemos a encontrar Alejandrito, disfrutare picandote en pedazos.
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VILLA DE ÁNGELES Y DEMONIOS
Fantasysueños, pesadillas, un destino y un delicioso aroma a café.