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Elizabeth sonrió.

Y, de pronto, alguien detuvo el metal de mis manos. A la vez, sostuvo mis caderas.

—Para, Hitsuji... —escuché.

Volteé a verlo.

—Capitán —lo vi con enojo.

—No lo hagas —entrecerró sus ojos.

—Tú... Yo no soy un Pecado —me moví entre su agarre.

—Entonces, ¿Cuál es la razón para seguir siendo tú Capitán?

Hice una mueca.

En realidad, le digo así desde tiempos atrás, al ser el Capitán de los Diez Mandamientos me vi obligada a decirle así desde siempre. Supongo que me quedó la costumbre.

Apretó el agarre de mis caderas y sentí mis piernas flaquear.

—Lo estás haciendo demasiado fuerte... —me quejé.

—Te soltaré si te detienes —amenazó.

Rayos, cuando se trataba de Elizabeth iba en serio en todo.

—Lo diré de otra forma —sentí que tocaba mi espalda y de pronto, caí—. Si le haces daño... no te perdonaré la vida, Hitsuji.

Cerré los ojos y solté un gruñido.

—¿Qué no lo ves? —lo vi desde el suelo—. Ella no es la Elizabeth que tú conoces, ella ha cambiado.

—Lo siento... Aun así no puedo dejar que la lastimes.

Odiaba cuando ella recuperaba sus recuerdos. Meliodas se hacía más sobreprotector que nunca y siempre andaban juntos, supongo que Meliodas disfrutaba de los tres días antes de que Elizabeth llegase a morir.

Pero... Parecía que esta vez era diferente.

Y eso me hacía recordar... Lo horriblemente enamorado que estaba de ella.

Hice una mueca y vi al frente. Por alguna razón, Elizabeth estaba frente a mí, agachada a mi altura.

—Hitsuji... ¿Lo recuerdas? —ladeó la cabeza—. ¿El día en el que él murió en tus brazos?

Tensé mi mandíbula e iba a golpear su cara con mis puños, pero el Capitán detuvo mis manos y los sostuvo en la parte baja de mi espalda.

Jadeé con enojo y me moví en el intento de separarme.

—Ese justo momento... Cuando lo viste morir... Aún con su traje de bodas.

De prisa, mis ojos se llenaron de agua y volteé al suelo. En un intento de parar mis lágrimas cerré los ojos, pero simplemente salieron lágrimas más grandes y rápidas.

—Elizabeth, detente de una vez, ¿De qué estás hablando? —escuché al Capitán.

—Simplemente le estoy diciendo la verdad... Algún día lo tiene que superar, ¿No?

Comencé a jadear.

—Cállate, Diosa. Todo esto ha sido tu culpa... —temblé—. ¡Todo...!

—¿Jeee? —dijo burlona—. ¿Mi culpa? Tú fuiste la que aceptó. No me eches la culpa por algo de tu palabra.

—Ustedes dos, dejen de hablar —su tono fue fuerte.

Ambas nos quedamos en silencio.

—Elizabeth, has destruido Boar Hat y...

Ellos siguieron hablando. Pero por mi cabeza explotaron todos mis recuerdos.

Recordé aquel dolor... Aquella felicidad. Aquel enojo y aquella alegría. Un manojo de sentimientos me aturdida y me agitaba como si nada.

| Miracles | Nanatsu No Taizai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora