labios.

11 2 0
                                        

Debe depender de algún factor, que ella siga rondando luego de haberse ido, de que su aroma aun me haga saltar, y que, si la viera caminando, tenga ganas de correr hacia ella, y correr de ella, es por eso que me quedo quieto, muy quieto, si mi corazón deja de latir, quizás ella no me note más, y todo salga bien. El primer beso que le pedí, fue afuera de ese edificio maldito. Éramos amigos y ya lo había aceptado así, pero sus mejillas, su pelo, su forma de sonreír me bombardeaban el estómago como si la tercera guerra fuera dentro de mí. Íbamos caminando, yo, el estúpido, había inventado una forma de ver sus labios sin que se diera cuenta: hacia que ella apretara sus mejillas y que sacara sus labios, juntándolos, como cuando vas a dar un beso, pero en ese momento, yo le decía decir: pollito. ¿Estúpido no? Cómo no tener el valor de robarle un beso y salir por las buenas a primeras, correr lo más rápido que puedas, total ella no te iba a alcanzar (piernas pequeñas), pero no, el cojonudo, el miedoso por no decir otras cosas, no era capaz de robarle un simple beso. Olvidé lo que le dije en ese trayecto que fueron 100 metros, quizás menos, pero íbamos riendo los dos. Reía. Lo que yo no hacía hace mucho tiempo. Luego, en el momento de despedirnos, nos miramos fijamente, nos abrazamos, y eso era todo. ¡Pero No!, no iba a permitir ser el amigo que no tenía el valor de tomar el siguiente paso. Como macho alfa que soy, agarré mis cojones y le dije: -m…m…me… pue…puedes…dar. ¿U…un… be…beso? -. Por el amor de Glob, hasta un perrito lo hubiese pedido de mejor manera. La cosa iba mal, debía haberme ido cuando pude, pero mi tumba ya había sido cavada, mi funeral ya estaba listo, todos estaban vestidos de negro esperándome. Todo esto paso en un segundo, pero mis piernas no respondían, era correr o morir, o, preferiblemente, morir mientras corriera. Pero ella dijo que si. Espera. ¿Qué? ¿SÍ? No recuerdo si ella me besó, o yo la besé a ella, pero apenas nos dimos el beso. Tomé valor y le pedí otro. El manantial había sido abierto, y yo estaba sediento del sabor a miel de su boca. El primer beso me voló los sesos. El segundo fue el disparo que recibí ya muerto, pero que sabes que está ahí, que te mata otra vez cuando aún no caes al suelo. Luego de eso, ella se fue, sus guardias podían verme, y la reina no quería que el vagabundo que acaba de besar muriera de verdad. Ella se fue caminando y yo me fui por el otro lado, apenas doble en la esquina, me puse a correr de manera que no sentía mis pies, y en cualquier momento un ángel bajaba, me regalaba sus alas y yo salía volando de ahí. Sus labios. Eran la pistola que me mataba cada vez que me hablaba si quiera. Eran la ambrosia de mi corazón, que cada vez deseaba más. Por cierto, esa tarde, por fin obtuve su número celular, y cada vez que recibía un mensaje de texto de ella, mis labios recordaban su sabor, y mi cabeza volvía a explotar.

secretos para ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora