secretos para ella.

ojos.

Si menciono esa palabra, lo primero que se me viene a la mente son lo preciosos que eran sus ojos, un pequeño factor, digamos, el 10% eran porque eran verdes, con una pequeña mezcla de otros colores, como un poco café, o un azul, realmente eran hermosos.
Pero lo que realmente enamoraban de esos ojos, era lo profundo que podían llegar a ser, podías vivir en sus ojos, y SABIAS que ahí estaba el mundo entero.
Has imaginado alguna vez, que viajas a un lugar remoto del mundo, un lugar que te acoge de tal manera que puedes llegar a creer que encontraste el paraíso, que no necesitas ver nada más del mundo, porque estás en el lugar indicado.
Así me sentía yo cada vez que me miraba con sus ojos, esos preciosos ojos que eran dignos de una fiera, de un lobo.
¿Cuál es el símbolo de vida, la forma en que todo fluye, todo funciona? Simplemente, es un triángulo, para mí, era el triángulo de la vida, era mi triangulo de vida. Justo la distancia comprendida entre sus labios, pasando por sus mejillas, hasta llegar a sus ojos, donde conectaban.
Esa era mi vida, la razón de todo existir.

Me explico.

Estaba enojada. ¿Cómo lo sabía?: sus ojos me miraban un poco fruncidos, sus labios estaban cerrados y apretados, y sus mejillas estaban relajadas. Eso indicaba el fin del mundo para mí.

¿Estaba feliz? Sus ojos brillaban, sus labios sonreían y podías ver un poco de su perfecta dentadura, y sus mejillas tenían esos maravillosos hoyitos que eran característicos de ella.

En fin, así podía ver todo lo que le pasaba a ella sin si quiera preguntarle, lo cual me salvó la vida muchas veces. Aún recuerdo una vez que estaba yo en mi trono, sentado en el lugar que por poco tenía mi nombre en una placa, como siempre. Era mi espacio y todo el mundo lo sabía.

Ella estaba enojada en ese tiempo conmigo, pero de una manera que es indescriptible. Entonces estaba yo, sentado en ese lugar, con una chaqueta con gorro, una bandana que me cubría la cara hasta los ojos, la cual la usaba para el frio, lo que me recuerda que era invierno, y eran como las 9:40 a.m. Yo abrí una leche en caja, puse la bombilla con cuidado, mientras escuchaba música, y miraba a los demás como charlaban entre ellos, como socializaban, cuando acerqué a mi boca la bombilla, listo para dar el primer sorbo de mi desayuno, cuando caigo en cuenta que estaba mi bandana. Sonreí por dentro, había sido estúpido.
Entonces ella aparece, exclama algo como si hubiera sido tierno, se rio un poco, se acercó mucho a mí, me bajó la bandana y me acercó la leche en caja, para que intentara tomar de nuevo. Ella se puso de pie, me sonrió y se fue.

Esa vez, justo en ese momento, sus ojos me miraban, sus labios sonreían, y sus mejillas estaban rojas. Estabas sonrojada, estabas feliz. Esa vez, me volaste la cabeza como si hubiese sido el primer beso que me diste, y eso que ni siquiera me tocaste.

¿Un plan fallido?

Que Emma, en ese famoso libro que nunca terminé, tuviera tu pelo, tus ojos, tus labios, tus mejillas, y sólo por eso, nunca podré terminar.