El "Ankus"1 del Rey

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Cuatro cosas hay que nunca están contentas, que siempre son insaciables: la boca de Jacala2 el buche del milano; las manos de los monos y los ojos del hombre. (Adagio de la selva)

Kaa, la enorme serpiente pitón de la Peña había mudado su piel quizás por ducentésima vez desde su nacimiento, y Mowgli, que nunca olvidó que le debía la vida a Kaa por aquella noche en que ella trabajó tanto en las moradas frías -como acaso recordarán ustedes-, fue a felicitarla. La muda de la piel siempre hace que una serpiente se sienta irritable y deprimida, lo que dura hasta que la piel nueva empieza a mostrarse hermosa y brillante. Ya no volvió Kaa a burlarse de Mowgli, sino que lo aceptó, como lo hacían los demás pueblos de la selva, como amo y señor de ésta, y le traía cuantas noticias podía naturalmente escuchar una serpiente pitón de su tamaño. Lo que Kaa no sabía acerca de la selva media, como la llamaban -la vida que se desliza por encima o por debajo de la tierra entre piedras, madrigueras y troncos de árbol-, podría ser escrito en la más pequeña de sus escamas.

Aquella tarde Mowgli estaba sentado en el círculo que formaban los grandes repliegues del cuerpo de Kaa, manoseando la escamosa y rota piel vieja que estaba entre las rocas formando eses y enroscada, tal como Kaa la había dejado. Kaa, con mucha cortesía, se había hecho un ovillo bajo los anchos y desnudos hombros de Mowgli, de tal manera que el muchacho descansara en un sillón viviente.

-Es perfecta hasta las escamas de los ojos -dijo Mowgli entre dientes, jugando con la piel vieja-. ¡Qué extraño es ver uno mismo, a sus pies, la cubierta de su propia cabeza!

-Sí, pero yo no tengo pies -respondió Kaa-; y como es esta la costumbre de toda mi gente, no lo encuentro extraño. ¿No se te vuelve la piel vieja y áspera?

-Entonces, voy y me lavo, Cabeza Chata; pero es cierto: en los grandes calores he deseado poder mudar la piel sin dolor, y correr luego sin ella.

-Pues yo me lavo y además me quito la piel. ¿Qué te parece mi abrigo nuevo?

Mowgli pasó su mano sobre la labor diagonal de taracea de aquel inmenso dorso.

-La tortuga tiene la espalda más dura, pero es de colores menos alegres -dijo

sentenciosamente-; la rana, mi tocaya, los tiene más alegres, pero no es tan dura. Su aspecto es muy hermoso.., como las manchas que hay en el interior de los lirios.

-Necesita agua. Una nueva piel nunca adquiere su verdadero color antes del primer baño. Vamos a bañarnos.

-Yo te llevaré -dijo Mowgli; se agachó, riendo, para levantar por el centro el enorme cuerpo, precisamente por donde era más grueso. Un hombre hubiera podido de igual manera intentar levantar un largo y ancho tubo de los drenajes; Kaa permaneció tendida muy quieta, soplando tranquilamente, muy regocijada. Empezó entonces el acostumbrado juego de todas las tardes (el muchacho con todo su vigor que era mucho, y la serpiente pitón con su magnífica piel nueva, uno frente al otro para luchar).., juego para ejercitar tanto el ojo como las fuerzas. Por supuesto, Kaa hubiera podido pulverizar a una docena de Mowglis si hubiese querido; pero jugaba con mucho cuidado y nunca empleaba ni la décima parte de su fuerza. En cuanto a Mowgli, tenía suficiente para resistir la rudeza de aquel juego. Kaa se lo había enseñado, y con ello ganaron sus miembros en elasticidad mejor que con cualquier otra cosa. Algunas veces, Mowgli permanecía de pie, envuelto casi hasta el cuello por los movedizos anillos de Kaa, y se esforzaba en sacar un brazo y cogerla por la garganta. Entonces Kaa se deslizaba suavemente, y Mowgli, con sus dos pies de movilidad extrema, intentaba detener todo movimiento de la enorme cola que retrocedía buscando una roca o el pie de un árbol. Balanceábanse también, cabeza con cabeza, cada uno esperando un momento para atacar, hasta que el hermoso grupo, parecido a una estatua, se deshacía en torbellinos de negros y amarillentos anillos y en piernas y brazos que luchaban una y otra vez por levantarse.

El libro de las tierras virgenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora