NAOMI.

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—¿Qué sucede allá atrás? —pregunta la maestra.

Por segundos largos nadie dice nada. Hasta que Naomi habla. Esta vez los ojos de McCall van a dar a la cara de la chica, proyectando toda la ira que pueden. Naomi lo nota y una risa torcida se planta en su cara.

—Gabriel ha llamado *zorra* a Erika —sentencia, y él azota el puño contra su escritorio. —Y ella está llorando —la aludida la mira, incrédula.

¡Maldita metiche! Naomi está disfrutando de exponer a esos dos después de semanas de observar la batalla silenciosa que llevaban.

—¡McCall! ¿Eso es cierto?  —vocifera la docente, mirándole a los ojos.

—Si —responde Naomi—, y también le ha llamado *zorra* a usted —continua.
La confusión en el aula crece. ¿AH? La maestra suspira pesadamente y Gabriel sonríe. Por ningún motivo dejara que Naomi le haga quedar en ridículo: con él siempre puede ser peor. La chica lo observa frunciendo el ceño, sin entender que ha pretendido su compañero con esa risa y porque parece no afectarle como debería.

—A la oficina del director, ahora mismo —le ordena la maestra, extendiendo un boletín sobre su mesa.
—Te va a salir caro, N.a.o.m.i —murmura él al pasar por su lado, mientras ella siente que se le eriza el vello de todo el cuerpo.

Naomi mira a su alrededor. Erika está observandole fijamente, con esa mirada acusatoria intensa que la caracteriza, pero ésta no hace que ella baje la cabeza, y simplemente decide ignorarla.

***

Pasan por lo menos dos horas antes de que Gabriel vuelva y Naomi pueda olvidar lo que él le dijo. Pero no tiene miedo, al fin y al cabo nadie sabe de lo que Naomi es capaz de hacer con tal de ganar una batalla como la que Gabriel ha pactado. Tan fácil que hubiera sido solo defenderse pero aún así no lo hizo y aceptó un castigo injusto. Ahora comprende porque lo que le dijo McCall le ha hecho poner los pelos de punta.

Tal vez está preparando algo peor, mucho peor. Ya había pasado antes, no es la primera vez que se enfrenta a su compañero de clase y siempre termina olvidando que él es tremendamente astuto y que no tiene miedo de nada, así que el impacto de verlo salir luego de dos horas y media de la oficina del director fue mayor.

—Necesito hablar contigo —dice él, plantandose justo frente a ella, sin intención de dejarle pasar.

—¿Qué quieres? —gruñe, evadiendo los ojos de Gabriel. —Dejame pasar, imbécil.

No más de dos segundos de decir ésto y la mano de él estaba sujetándola fuertemente del brazo.


ANTISOCIALES. [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora