32. Inauguración (Alma)

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La mañana llegó y al despertar, Alma se encontró sola en la habitación, rodó sobre la cama para alcanzar su móvil que estaba en la mesita de noche y se encontró con un tulipán lavanda y una nota al lado de éste.

“Buenos días mi estrella, te espero en la piscina para desayunar juntos. Te amo.
Enzo”

Eso le sacó una sonrisa, Enzo tenía ese efecto en ella, siempre con un detalle que la hacía sentirse especial, quería retribuirle de alguna manera lo bien que la hacía sentir. Se colocó un lindo bikini y un vestido sencillo de algodón, lavó su rostro, peinó un poco su cabello y calzó unas sandalias bajas, tomó el tulipán y bajó al patio trasero donde él se encontraba. Al llegar logró ver una pequeña mesa redonda y dos sillas muy cerca de la piscina, al acercarse un poco más, notó que la mesa estaba dispuesta para el desayuno. Llegó hasta donde estaba él sentado leyendo el periódico. Llevaba puesto una sencilla camiseta blanca y su traje de baño, estaba descalzo. Lo abrazó por detrás, inclinándose un poco para darle un cariñoso beso en la mejilla.

- Buenos días cariño. Gracias por el tulipán – Saludó contenta. Enzo acarició suavemente sus brazos y tomando uno de ellos la hizo rodear la silla hasta que quedara frente a él.

- Buenos días – Respondió, luego la jaló un poco para sentarla sobre su regazo, haciendo que Alma riera mientras él la miraba con una ternura que jamás había visto en sus ojos.

- ¿Qué haces? – Preguntó ella sin dejar de reír.

- Nada, solo estoy feliz, es la primera vez que no me llamas simplemente Enzo – Alma frunció el ceño algo confundida – Me has dicho cariño mi estrella y me has hecho muy feliz con eso – Contestó él dándole un casto beso en los labios y esbozando una sincera sonrisa.

Él era consciente que ella tenía sus limitaciones en cuanto a demostrar sus sentimientos, sabía lo que había pasado con Matt y no necesariamente porque ella se lo hubiera contado. Era por eso que no la presionaba, estaba convencido que con el tiempo ella lo llegaría a amar tanto como él lo hacía. Alma se había convertido en su todo, en su vida, en su mundo. En su obsesión. La castaña le sonrió y acarició su mejilla para luego darle otro beso.

Cuando terminaron sus demostraciones de cariño, Enzo ordenó que trajeran el desayuno y así lo hicieron. Desayunaron juntos, conversando sobre el itinerario del día. Al acabar su desayuno, disfrutaron del día soleado y se metieron a la piscina, estaban jugando en el agua, él la levantaba en brazos y luego la tiraba al agua bajo los gritos y risas de la castaña. De pronto Tony se acercó al borde de la piscina.

- Señor, disculpe – Llamó a Enzo agachando un poco la cabeza – Señorita Alma, buenos días – Saludó a la castaña casi sin mirarla quien le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza. Tony le dijo algo en el oído a Enzo, y este de inmediato endureció el gesto y tensó sus músculos
- Estrella – La sacó Enzo de sus pensamientos – Lo siento, sé que prometí quedarme todo el día contigo, pero hemos tenido un pequeño problema con uno de los proveedores y tenemos que solucionarlo ya ¿No te molesta quedarte sola por un rato?

- No te preocupes, ve a arreglar eso y yo me quedo aquí, esperándote – Para Alma no pasó desapercibido que el asiático había estado observándolos desde un rincón del jardín, no le gustaba cómo la miraba, como si no confiara en ella, la mirada de ese hombre era fría y dura, le generaba hasta escalofríos.

- Gracias mi estrella, prometo que te lo compensaré – Se acercó a ella y juntaron sus labios. Enzo salió de la piscina, se envolvió en un albornoz que estaba sobre una de las tumbonas y se dirigió adentro de la casa, Tony le lanzó una última mirada a la castaña y se retiró con dirección al garaje. Alma decidió relajarse un rato más en la piscina.

El día pasó y Enzo aún no volvía, eran ya las cuatro de la tarde cuando Alma decidió subir un momento a la habitación a descansar, la piscina la había dejado totalmente laxada. No supo cuánto tiempo había dormido, pero despertó sintiendo cómo Enzo besaba sutilmente su cuello, provocando un leve jadeo de su parte, abrió los ojos y se encontró con esa mirada avellana llena de deseo.

- ¿Qué haces? – Preguntó algo confundida.

- Buenas tardes mi estrella, solo estoy compensando mi ausencia – Respondió él mientras bajaba lentamente las tiras de la bata que Alma tenía puesta y dejaba besos húmedos en su clavícula.

- Enzo – Susurró con la voz algo entrecortada – Se nos va a hacer tarde – Suspiró audible – Llegaremos tarde – Enzo detuvo su camino, la miró y sonrió ladino.

- No vamos a llegar tarde, porque no pueden empezar sin nosotros – Besó nuevamente su cuello y empezó a bajar por el camino que formaba el centro de sus pechos, Alma solo pudo cerrar los ojos y no se opuso más. Enzo volvió a sonreír al ver su disposición y bajó su bata hasta su cintura, sin dejar de llenar de besos su cuerpo.

Luego de su agitado momento, el teléfono de Enzo sonó, miró la pantalla y de inmediato se levantó, enrolló una sábana a su cintura y salió de la habitación, Alma aprovechó el momento para meterse en la ducha. Al salir, Enzo no estaba por ningún lado, empezó a alistarse, secó su cabello y lo peinó haciendo una coleta alta, le hizo unas ondas con la tijera y dejó caer un par de mechones por delante. Luego maquilló su rostro sutilmente, resaltando sus hermoso ojos miel y sus labios con un color rosa oscuro. Se calzó los zapatos, se colocó la ropa interior y luego el hermoso vestido que se había comprado días antes. Al terminar, se miró al espejo y le agradó cómo se veía. De pronto tocaron la puerta, era Enzo, que ya estaba listo, llevaba un traje color gris oscuro, una camisa en un tono gris más bajo que el traje y zapatos negros. No llevaba corbata, la vestimenta para el evento no era de gala, más bien algo un poco más casual. Él posó sus ojos sobre ella, y la miró detenidamente desde la cabeza hasta los pies, quedándose sin palabras por un momento.

- Decir que estás hermosa es poco Alma, te ves maravillosa mi estrella – Dijo él sin quitarle la mirada de encima – Creo que hoy tendré que hacer uso de todo mi autocontrol para no dejar ciego a todo aquel que te mire.

- Exageras ¿En realidad lo crees? – Preguntó ella dando una vuelta sobre su lugar para lucir el vestido y él asintió sin dudarlo – Gracias, tú también te ves muy bien – Se acercó a él y acomodó un poco el cuello de su camisa. Enzo aprovechó eso para tomarla de la cintura y la besarla cálidamente.

- ¿Nos vamos?

- Sí, déjame tomar mi bolso y nos vamos.

Al salir de la casa, una limosina Audi A6 los esperaba, Steve como siempre estaba al pie la misma y atrás otro auto donde sin duda estaba la gente de seguridad, pues Tony estaba a un lado de ésta.

- Buenas noches señorita Alma, señor – Saludó el chofer. A lo que Enzo le respondió con un leve asentimiento de cabeza.

- Buenas noches Steve – Contestó Alma, mientras entraba al vehículo y vio que Enzo le daba algunas indicaciones a Tony para luego subir al auto que de inmediato salió en dirección al restaurante.

Mientras más cerca estaban, Alma se empezaba a sentir más nerviosa, sabía que iba a ser en cierta forma un foco de atención por ser la acompañante de Enzo, pero estaba segura de que era algo más que eso.

Durante todo el camino, Enzo tenía a Alma tomada de la mano, sólo la soltó para servir la champaña y proponer un brindis por el éxito de su nuevo proyecto. Veinte minutos después llegaban al restaurante. Al bajar del auto, una fina alfombra azul les mostraba el camino hacia la entrada del restaurante, a los lados unos separadores de terciopelo negro impedían el paso de la prensa que se había dado cita en el lugar. Caminaron por la alfombra, posaron para las cámaras, Enzo respondió algunas preguntas de los periodistas y luego entraron al restaurante, que sólo abría la puerta a los invitados y luego las volvía a cerrar. Alma nunca soltó el brazo de Enzo.

El salón que Alma había visto todo cubierto de telas blancas la primera vez que estuvo allí, ahora lucía totalmente diferente. Las paredes pintadas de color blanco perla y café oscuro estaban decoradas con algunos cuadros de estilo moderno, el piso de parqué perfectamente lustrado relucía como un brillante. Las mesas eran redondas y estaban cubiertas con finos manteles blancos y sobre ellos se podían ver los platos, cubiertos, copas y vasos de gustos refinados, las sillas acolchadas hacían juego con el color de las paredes. Al lado derecho había un bar muy surtido con banquetas altas forradas de piel café en la parte de adelante.

En el centro de todo el salón una pequeña tarima contenía un elegante piano de cola todo de cristal y al lado un micrófono estilo vintage sobre un parante todo en plateado. El lugar gritaba lujo y opulencia por todos lados. Algo que llamó la atención de Alma fue que los centros de mesa estaban hechos de tulipanes de diferentes colores, menos lavanda. Sólo una de las mesas la más grande, que estaba al centro del salón, al lado del piano, que supuso era la principal, llevaba el centro de mesa de este color. Varios maîtres se paseaban por todo el salón con copas de champaña y canapés sobre bandejas de plata, ofreciéndoselas a los invitados.

Mientras paseaban por el salón, muchas personas se acercaban a ellos para felicitar a Enzo y él aprovechaba para presentar a Alma como su hermosa novia, eso la hacía sentir mal, ella ni siquiera tenía una etiqueta para él, pero estaba lo suficientemente nerviosa como para pensar en algo así justo en ese momento. Caminaron por todo el lugar que cada vez se llenaba más de gente, toda ella muy importante, al igual que en la gala benéfica había un par de actores, unos cuantos cantantes, escritores y gente de la más alta sociedad de Los Angeles. De pronto entre tanta gente extraña, Alma vio unas caras conocidas, eran algunos socios del hotel y ciertas personas con las que ella había hecho buenas migas allí, se acercaron a saludar, estuvieron conversando por un momento hasta que una vez más Tony se acercó a Enzo para decirle algo al oído y éste se disculpó diciéndole que tenía que ir a ver algo en la cocina. Dejó a Alma con sus conocidos y se retiró de allí. Pasaron cerca de quince minutos para que Enzo volviera.

- Disculpa la demora hermosa, cosas de último momento ya sabes.

- Pierde cuidado, te entiendo. Más bien si hay algo en lo que te pueda ayudar – Enzo miró sobre su hombro y sonrió.

- No mi estrella, solo quiero que disfrutes de la noche. Ahora, dame unos minutos, ya vuelvo – Volvió a dejarla con la gente del hotel y se dirigió a saludar a una pareja que recién llegaba. Alma no pudo ver quién era pues la pareja le daba la espada. Vio cómo Enzo se acercaba y los saludaba de manera afectuosa.

- ¿Cuándo vuelves al hotel? Te extrañamos por allí – Preguntó Sully uno de los socios del hotel.

- En tres semanas, Enzo y yo haremos un viaje el próximo jueves de dos semanas.

- De todo el tiempo que lo conozco, nunca antes lo vi así, realmente lo has cautivado Alma, por ti ha sido capaz de cambiar sus negocios de un momento a otro, si eso no es amor, no sé lo que será – Alma sonrió por compromiso, lo que Sully le dijo la hizo sentir culpable. De pronto sintió una mano en su cintura, se giró para ver a Enzo.

- Te está molestando el grandulón – Bromeó Enzo.

- No, para nada, simplemente estábamos conversando.

- Bien pues, si me disculpas Sully debo llevar a mi linda novia a que conozca a alguien – Su ex socio asintió y se despidió de Alma.

- ¿Dónde vamos? – Preguntó curiosa la castaña.

- Ven mi estrella, te voy a presentar a Jake – Le respondió él mientras la llevaba de la mano hacia un grupo de personas que para ella no eran conocidas, sólo Tony que estaba un poco más atrás.

Enzo tomó del brazo a un hombre que les daba la espalda. Era alto, fornido, de espalda ancha, su cabello era ondulado, oscuro con ligeros reflejos rubios, algo largo. Llevaba un sombrero de ala pequeña color café, camisa negra, pantalón gris y zapatos casuales en color negro. Enzo le dijo algo al oído que lo hizo sonreír, luego se giró lentamente hacia donde estaba Alma.

Alma de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora