41. Entrega

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Al oír aquella confesión, Alma no supo cómo reaccionar, por un lado, le dolió confirmar que Aaron le había mentido, pero por otro, sintió alivio de que sea él quien esté justo ahora con ella.

- ¿Encubiertos? Es por eso que te hiciste su socio.

- Sí, para estar cerca y saber sus movimientos, es más, el negocio del restaurante fue idea mía. Y en realidad, eso también es una fachada para saber cómo es que ha estado trayendo la droga desde Europa sin ser descubierto. Solo así podremos cogerlo con las manos en la masa - Alma sintió que ya no podía más con tanta información, las piernas le temblaban por lo que se sentó en el sofá, él lo hizo frente a ella, en el baúl que cumplía la función de mesa de centro y la tomó de las manos - Es por eso que hace un momento te dije que el hecho que no confiaras en mí tenía todo que ver con esto.

- Aaron, yo no... - Alma no quería esa explicación, se sentía demasiado afectada en ese momento.

- Por favor, déjame hacerlo, te lo mereces - Oyendo el tesón y la súplica en sus palabras, asintió. Él la miró directo a los ojos y empezó su relato.

«Cuando te hablé por primera vez, allá en Hawái, los muchachos y yo estábamos en medio de una investigación, en ese momento no podía decirte a qué me dedicaba realmente y te dije lo primero que se me cruzó por la cabeza. No sabía si te volvería a ver, no sabía lo que sucedería después entre nosotros. Te juro Alma que no sabía que me iba a enamorar de ti de la manera en que lo hice - La cara de Alma era la de un completo poema, no sabía qué decirle - Lo sé, debes estar pensando que tuve oportunidades de sobra para hacerlo y te juro que lo intenté. La primera vez que te lo quise confesar, fue el último día que estuviste en mi apartamento, ese día me di cuenta lo enamorado que estaba de ti. Pero la llamada de Dom me interrumpió y ya no pude hacerlo. Pensaba que ese era un tema delicado para tratar por teléfono o en una video llamada, debía hacerlo personalmente. La segunda vez, el jefe nos había dado el fin de semana libre y yo compré, ese mismo jueves, mis boletos para ir a verte y contártelo por fin, pero en la madrugada nos informaron que la misión debía empezar en ese preciso momento. Mariposa - Alma suspiró, una agradable sensación se instaló en su pecho al oír que él llamaba de esa forma - Mi intención nunca fue engañarte o hacerte daño, no voy a negar que debí hablarte con la verdad desde un principio, pero entiéndeme, por cuestiones del trabajo, no era correcto hacerlo. Cada noche mariposa, cada maldita noche me he arrepentido de ello, porque si lo hubieras sabido, te hubiera podido explicar que no te estaba dejando, que no me estaba alejando de ti, yo no te iba a dejar. Después de tanta espera, al fin había encontrado en ti a esa persona que me hiciera sentir completo y no te iba a dejar ir por nada en este mundo. No quería hacerlo, ya no podía dejarte porque te amaba y yo... Aún lo hago. Te amo mariposa, más que a nada en esta vida y créeme cuando te digo que se me partió el alma cuando tuve que irme de esa manera tan cobarde en la que lo hice. Se que ninguna excusa es válida, solo espero que, al decirte esto, algún día puedas perdonarme.»

Las lágrimas no habían dejado de caer, a esas alturas debía verse terrible por haber llorado tanto, pero no le importó, al fin tenía la respuesta que por tanto tiempo había esperado. Alma tenía sentimientos demasiado contradictorios, que la hacían sentir abrumada. No sabía que decir ante semejante confesión.

- Aaron, yo no sé...

- No tienes que decir nada, sé que he dicho muchas cosas hoy, pero quiero que sepas mariposa, que cada una de mis palabras son ciertas, es la verdad. Mi verdad, la única. Te lo juro.

- Lo siento, necesito un poco de aire - Dijo levantándose para encerrarse en el baño.

Su cabeza aún no procesaba del todo lo que le estaba sucediendo. El hombre con el que tenía una relación era un buscado narcotraficante y el hombre que supuestamente había desaparecido sin dejar rastro, resultó ser un agente encubierto. Era demasiado para ella. Luego de estar por un buen rato absorta en sus pensamientos, abrió la llave del grifo, se lavó el rostro y humedeció su nuca, eso la refrescó y la hizo sentir algo más tranquila. Acomodó su cabello en un moño desordenado y salió de su refugio, buscó a Aaron con la mirada, pero no lo encontró por lo que lo llamó un par de veces y este apareció por la puerta de entrada.

- Lo siento, imaginé que ibas a estar allí largo rato, por lo que resolví ir por algo de comida, supuse que tendrías hambre - Dijo Aaron mostrándole las bolsas que traía en las manos.

- No Aaron, yo lo único que quiero es ir por mis cosas. Gracias, pero no tengo hambre - Dijo Alma, sin embargo, su estómago traicionero rugió por el olor a comida. Eso hizo que Aaron soltara una sonrisita soberbia y ella rodó los ojos con fastidio - Está bien, comeré - Bufó.

Aaron se dedicó a servir la comida china que había traído, mientras ella lo observaba desde el taburete de la barra donde estaba sentada. Colocó un plato delante de ella y el otro a su lado, sirvió dos vasos de limonada y se sentó a comer. Cenaron en perfecto silencio, mientras él la contemplaba con devoción y ella intentaba no sentirse afectada por esos ojos café que le calaban las entrañas. Al terminar de cenar, Alma recogió los platos y se dispuso a lavarlos, abrió el grifo y de inmediato la voz de Aaron en su espalda se hizo escuchar.

- ¿Qué crees que haces? - Preguntó con voz cargada. Estaba detrás de ella, había colocado las manos en el filo del lavabo, a ambos lados de sus caderas. El aliento de sus palabras rozó su nuca, provocando que todos sus músculos se tensaran y se le erizara la piel. Aaron notó la reacción de su cuerpo y supo de inmediato que no le era indiferente, eso lo animó a continuar. Moría por tenerla nuevamente.

- Voy a lavar lo que hemos ensuciado - Respondió fingiendo indiferencia, pero él, muy perspicaz, pasó la punta de su nariz por el largo del cuello hasta su clavícula. Con esa simple acción la hizo estremecer, al punto de detener su respiración por unos segundos, él no podía estar haciendo eso, le estaba jugando sucio.

- Deja eso - Insistió él repitiendo la acción anterior, esta vez del lado contrario, logrando trastocar su concentración. Alma hizo acopio de toda su voluntad y se giró con el ceño fruncido, arrepintiéndose al instante, pues lo tenía demasiado cerca.

- ¿Qué crees que estás haciendo tú?

- Yo, solo intento detenerte. No tienes por qué lavar.

- Pues está bien, lo dejaré, pero tú deja de hacer eso - Lo reprendió.

- ¿A hacer qué? ¿Esto? - Preguntó simulando inocencia. Se acercó una vez más a su cuello y esta vez pasó su lengua por el camino que había recorrido su nariz anteriormente. Alma estaba segura de que no resistiría más, si continuaba así.

- Aaron, por favor, no hagas esto - La distancia entre ellos era escasa, sus cuerpos estaban demasiado cerca.

- No sabes lo mucho que te he extrañado - Susurró inhalando el aroma de su cuello - No he dejado pensar en ti ni un segundo, incluso te he soñado casi a diario. Tu olor se quedó grabado en mí, tus caricias aún las siento en mi piel, puedo recordar cada lunar de tu espalda, y tu tatuaje, ese sexy tatuaje que no te llegué a preguntar qué significado tenía - A esas alturas todas las barreras de Alma estaban siendo derribadas como si de una torre de naipes se tratara.

- No, por favor - Susurró con la poca voluntad que le quedaba.

- Mariposa, añoro tenerte entre mis brazos, necesito sentir tu piel, besar tu boca, necesito hacerte el amor mi mariposa - Se separó un poco de ella y la miró directo a los ojos - Pero te juro que, si me dices que de verdad no quieres, me detengo en este preciso instante.

- Aaron, no. Yo no puedo... También quiero esto, te deseo - Balbuceó. Alma no podía resistir más, estaba segura de que él había sido sincero. Al final ella también lo había extrañado de esa manera tan intensa, tan pasional, no lo había olvidado por más que lo intentó y siendo sincera con ella misma, moría por ser suya una vez más.

Al oír su respuesta, él sonrío con suficiencia sobre sus labios para luego atacarlos con ansias. La castaña se perdió ante aquel contacto, había extrañado demasiado esos labios carnosos. Se dejó llevar en aquel baile en el que se devoraban la boca sin piedad. De pronto, sus lenguas se encontraban en un vaivén de movimientos. Los gemidos y jadeos se hacían cada vez más audibles, hasta que Alma tiró con sus dientes del labio inferior de Aaron y como si hubiera apretado un interruptor, encendió la locura del pelinegro que reaccionó colocando las manos en su trasero, levantándola sobre sus caderas. Ella enredó las piernas en su cintura. Ya no había vuelta atrás, estaban totalmente entregados a la lujuria y a la pasión, producto del tiempo que permanecieron separados.

Sin dejar de besarla, Aaron avanzó con ella a cuestas por el pequeño pasillo hasta llegar a la habitación, donde sutilmente la depositó sobre la cama quedando sobre ella, apoyando todo el peso sobre sus codos para no lastimarla. Se miraron fijamente, ambos tenían los ojos más oscuros por el deseo y las pupilas dilatadas a causa de la excitación. Las caricias no se hicieron esperar, desencadenando la impaciencia por ser solo uno.

Aaron se apretó contra ella, restregando su gran erección en sus pliegues. Alma gimió en respuesta e impaciente tomó el borde la camiseta del pelinegro y la sacó rudamente por su cabeza para pasear sus manos inquietas por su ancha espalda, acariciándola y rasguñándola sutilmente. Inmediatamente Aaron le arrebató el vestido, dejando a la castaña solo en ropa interior, sus ojos brillaron llenos de deseo al admirar la falta de ropa en su cuerpo. Ella atacó sus labios con fiereza y a él le encantó sentirla así, desesperada. Sin saber cómo, las demás prendas fueron desapareciendo, hasta quedar completamente desnudos. El aire ardía, sus cuerpos quemaban y las caricias se grababan en la piel, como si de hierro ardiente se tratara. El pelinegro se colocó entre las piernas de Alma, que lo esperaba anhelante. Tomó su vibrante erección, la colocó en su entrada y sin quitarle la mirada de encima, se hundió en ella. Ambos soltaron un prolongado jadeo cargado de deseo debido a la invasión. Tal como él lo recordaba, Alma seguía sintiéndose tan apretada, logrando que acelerara sus embestidas, desesperado, mientras la castaña movía las caderas en busca de más.

Alma de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora