42. Secretos Revelados

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Alma llegó a casa de Enzo, con una pesada sensación en el pecho. Aunque le sería muy difícil actuar como si nada sucediera, estaba dispuesta a poner todo de su parte para lograrlo. Por suerte, no se topó con nadie camino a la habitación. Lo primero que hizo al llegar, fue empacar sus cosas, solo las que ella había traído de San Francisco, como era de esperarse, no se llevaría nada de lo que Enzo le hubiera regalado. Hizo su pequeña maleta, tomó sus documentos, su móvil y los guardó en su bolso. Cuando terminó, escondió la maleta bajo la cama y decidió darse un baño, ya que no había tenido tiempo de hacerlo antes. Tomó el aparato que Aaron le había entregado y entró en el baño, se duchó con mucha paciencia.

Luego de varios minutos, salió de allí envuelta en un albornoz, pasó directo al walk-in closet, donde había dejado un perchero con que lo vestiría. Se había decidido por unos vaqueros, una camiseta de tirantes color blanco y ballerinas. Secó su cuerpo, se colocó la ropa interior y salió con el perchero en la mano para terminar de vestirse. Al entrar nuevamente en la habitación, se encontró con Enzo que la miraba fijamente. Estaba recostado en la puerta, lucía pensativo y sus ojos tenían una expresión que Alma no supo reconocer. Verlo ahí, la hizo dar un respingo y él le mostró una sonrisa ladina.

- Enzo, por Dios me asustaste – Soltó realmente sobresaltada y como acto reflejo cerró el albornoz.

- Buenas tardes mi estrella – Saludó él. Alma hizo acopio de toda su fuerza e intentó sonar lo más normal posible.

- Lo siento cariño, no quise gritar, pero me asusté. No te esperaba aquí tan temprano.

- ¿Y a qué hora me esperabas? – Preguntó inquisitivo y Alma notó la mordacidad con la que lo había dicho.

- No lo sé, simplemente me sorprendí de verte. He pasado hace dos segundos por aquí y no estabas ¿Sucede algo? – Cuestionó fingiendo inocencia.

- No sé, dímelo tú – Respondió, acercándose lentamente como un león acechando a su presa.

- ¿Qué ocurre Enzo? Estás extraño ¿Hay algo que deba saber?

- Tal vez – Respondió rodeándola, se colocó detrás de ella, la abrazó por la cintura, su toque era algo brusco. Metió la cara en el hueco de su cuello absorbiendo su aroma – Siempre oliendo tan delicioso mi estrella – En ese instante, lo único que la castaña quería era salir corriendo de allí, cerró los ojos totalmente asqueada y se aferró al móvil que tenía escondido en el bolsillo del albornoz.

- Enzo, no – Intentó zafarse, pero él la apretó más fuerte – ¡En serio Enzo, no! ¿Qué te pasa, te volviste loco o qué? – Vociferó la castaña, realmente angustiada, con voz quebrada. Lo que hizo reaccionar a Enzo y la soltó.

- Discúlpame mi estrella, no quise hacerte daño. Es que te extrañé tanto, de verdad – Se disculpó intentando acercarse nuevamente a Alma, pero ella retrocedió un par de pasos evitando su toque. Eso generó nuevamente un cambio de actitud en él - No quieres que te yo toque ¿Cierto? ¿Me puedes decir hasta cuándo vas a seguir fingiendo? – Al oír aquello, Alma sintió un frío recorrer su cuerpo. ¡Maldición! Se habría enterado de todo, pero ¿Cómo? De ser así, Aaron estaba en peligro ¿Qué le contestaría? Luego de unos segundos, al fin pudo responder.

- No sé… No sé qué quieres decir – Su voz no salió tan firme como deseaba, el miedo se estaba empezando a apoderar de ella.

- ¿Crees que soy estúpido? ¿Qué no iba a darme cuenta de tu juego? Solo quiero saber ¿Por qué? ¿Por qué mi estrella? Si he hecho hasta lo que no imaginas por ti. Si lo único que he hecho desde que te vi, es amarte como un desquiciado y ¡Para qué!... ¡Para que a la primera que me alejo, me traiciones de esta forma! – Gritó Enzo con ira y Alma se quedó petrificada con aquella declaración, definitivamente él sabía algo, pero qué, a qué se refería con traicionarlo.

- ¿De qué hablas Enzo? ¿Por qué dices que te he traicionado?

- Niégame que ayer estuviste esperándolo en el parque Griffit, niégame que luego dejaste el auto en el estacionamiento Rivers, que casualmente, está a una calle del hotel Kings.

- Enzo no sé de qué me hablas, yo no conozco ese lugar.

- No me mientas más ¡Maldita sea Alma! El GPS del auto no miente y tu actitud al salir del restaurante deja mucho que desear. A mí no se me pasa nada estrellita. A mí no me puedes ver la cara. Atrévete a negarme que pasaste la noche con él. Dime que has dormido aquí ayer ¡Dímelo! – Alma no supo que decir, la garganta se le había secado y las palabras no salían. Tuvo que tragar fuerte para poder pronunciar palabra.

- No sé quién te habrá dicho esas cosas, pero te juro que son mentiras. Yo no he ido a ningún hotel.

- ¡Deja de mentirme! – Gritó enfurecido, soltando el agarre de sus brazos para propinarle una bofetada a la castaña que terminó tirada en el suelo. Alma no se lo vio venir, nunca, nadie, le había puesto una mano encima, estaba en shock. Sintió el sabor metálico de la sangre en su boca, se pasó el dorso de la mano y confirmó que le había roto el labio.

- Enzo, no me hagas esto, por favor – Suplicó sollozando – No tengo nada con nadie, te lo juro.

- ¿Sabes qué es lo más irónico de todo esto? Que yo pensé que eras especial, que eras diferente, pero resultaste siendo igual que todas. Terminaste siendo una puta más, una maldita puta más que aprovechó mi ausencia para revolcarse con el primero que pasó ¿Cierto? – Bramó con ira y se lanzó sobre la castaña para golpearla sin piedad, lo único que ella atinó a hacer, fue intentar cubrirse con los brazos.

Alma recibió golpe tras golpe, en la cara en los brazos y en el cuerpo, mientras imploraba entre lágrimas que se detuviera, que no le hiciera más daño, pero Enzo no se tocó el corazón, estaba totalmente fuera de control.

- No más por favor Enzo, ya no más. Déjame ir, te lo ruego – Él se detuvo y ella pensó que, con su pedido de clemencia, había logrado distraerlo de su cometido, pero no fue así. La tomó por el cabello y la arrastró hacia él.

- No Alma, tú de aquí no vas a salir. Tú eres mía. Óyeme bien estrella, eres mía y de nadie más – Dijo con los labios pegados a su oreja para luego acercar la nariz a su cuello y absorber su aroma una vez más, como si su olor fuese su droga.

De un solo movimiento, la colocó debajo de él, con una mano le sujetó las muñecas sobre su cabeza y con la otra iba jalando el albornoz que la cubría. Alma rogaba porque él no notara el móvil que llevaba escondido en el bolsillo, por lo que no opuso mucha resistencia a que se lo quitara, quedando solo en ropa interior. Enzo la recorrió con una mirada lasciva que la aterró aún más, pues adivinó la dirección en la que iban sus pensamientos y él no demoró en deshacerse de su sujetador.

- ¡No lo hagas! ¡Así no Enzo, por favor! – Rogó Alma, con lo poco de fuerza que le quedaba. Él se apoyó sobre ella hasta quedar muy cerca de su rostro.

- ¿Qué pasa Alma? ¿No te gusta cómo te lo hago? O es que acaso, crees que él te coge mejor que yo – Ella solo pudo negar apretando los ojos, dejando salir otro cúmulo de lágrimas que le escocieron el rostro debido a las heridas que tenía por los golpes – ¡Dímelo Alma! Dime quién es el que te ha hecho retozar en sus brazos anoche. ¡Dime ¿Quién carajos es?! Porque me va a importar una mierda y mataré a cada uno de los empleados de ese puto restaurante – El sollozo de Alma fue lo que obtuvo como respuesta y él sin soltar su agarre, con una sola mano, se quitó la camiseta y empezó a desabrocharse el vaquero que llevaba puesto, mientras Alma intentaba luchar pataleando casi sin fuerzas, negándose a que le suceda semejante vejación.

Unos insistentes golpes en la puerta sacaron a Enzo de su intención, evitando por un momento que lograra su bajeza. Tomó el cinturón del albornoz y ató a la castaña por las muñecas.

- No te muevas mi estrella, ya vuelvo – Soltó socarrón cerca de su oído. Se acomodó los pantalones y abrió la puerta. A lo lejos Alma pudo oír la voz de Tony.

- Jefe, disculpe que lo interrumpa, sabe que, si realmente no fuera importante, no lo estaría molestando.

- Habla de una buena vez Tony ¿Qué no ves que estoy en medio de algo? – Espetó ofuscado.

- Adelantaron la llegada y nos tenemos que ir ahora mismo si queremos que todo salga bien.

- ¡Maldita sea! ¿Y Jake? – Bramó

- No hay tiempo para llevarlo jefe, seremos solo nosotros.

- Está bien, dame cinco minutos. Dile a alguien del servicio que me traiga una jarra con agua y treme al más efectivo de tus hombres, necesito montar guardia aquí.

- Como ordene jefe, se los mando ahora mismo – Respondió Tony. Enzo volvió a la habitación y se acercó a Alma que continuaba inmóvil donde la había dejado.

- Te salvó la campana mi estrella… Por ahora – Se burló soltando una perversa carcajada.

Alma lo vio salir de la habitación y sintió un alivio inmenso. Se estiró, logrando alcanzar el albornoz y como pudo logró sacar el teléfono, pero de pronto, un dolor infernal en el costado izquierdo se lo impidió, dejándola sin fuerzas. Dio un suspiro y todo se fue poniendo negro.

Por su parte Aaron se encontraba camino al Liquid, luego de haber dejado, sin problemas, los documentos en el restaurante. Su móvil empezó a sonar, era Chicco, informándole que Enzo ya había llegado a su casa. En ese momento, sintió coraje de que ese desgraciado pudiera, si quiera, estar cerca de su mariposa… «Su mariposa» pensó y de inmediato una sonrisa apareció en su rostro al recordar que horas antes, ella le había dicho por primera vez que lo amaba. Se sentía realmente feliz de saber que era correspondido, que no lo había olvidado, pero sobre todo que le creyera y que confiara en él.

Llegó al Liquid y sus ánimos cambiaron, Trisha era lo último que quería ver en ese momento, pero tal y como Alma le había dicho era solo una noche más. Bajó del auto y se encaminó al reservado principal donde se encontraría con Enzo, según habían acordado días antes irían juntos al puerto a recibir el contenedor que traería la mercancía.

La manera en la que Enzo metía la droga al país era sencilla. Hacía pedidos para el restaurante, de productos netamente italianos, los cuales llegaban por barco en inmensos contenedores. En estos productos mezclaba la droga de forma líquida o la camuflaba sólida entre ellos. Al ser traídos en barco, no eran fácilmente detectadas, ya que la seguridad portuaria no se daba abasto para revisar uno por uno los contenedores que llegaban al puerto. Las veces que habían logrado encontrar droga en los contenedores, era por operativos sorpresa o por soplo, pero nunca habían dado con Enzo.

Mientras Aaron esperaba, Trisha hacía su show, miró su reloj notando que Enzo llevaba casi quince minutos de retraso y le pareció extraño, pues era un tipo muy puntual, sobre todo con lo que respectaba a su mercancía. Pronto el show de Trisha terminó, la morena se colocó solo una bata y subió apresurada al reservado.

- Buenas noches querido. Qué bueno que ya estés aquí – Saludó lanzándose a sus brazos, pero Aaron se resistió.

- Ahora no Trish. Enzo está por venir, tenemos cosas que hacer.

- Yo creo que esperas en vano Jake – Dijo sonriendo maliciosa.

- ¿A qué te refieres? – Preguntó intrigado, no le gustó el tono en el que había dicho aquello.

- Nada, simplemente es lógico, que siendo lo posesivo que es, esté recuperando el tiempo perdido con “su estrella” ¿No crees? – Respondió irónica y a Aaron le cambió el gesto, sus músculos se tensaron y su actitud cambió por una más arisca, cosa que no pasó desapercibido para la morena.

- No sé y tampoco me interesa Trisha – Fingió indiferencia – A mí lo que me importa son mis negocios con él, el resto es su problema.

- ¿Estás seguro Jake? – Aaron asintió con convicción – En ese caso, te puedo asegurar que no vendrá. Debe estar muy ocupado, intentando hacerla confesar con quién lo engaña – Al oír aquello, el miedo se apoderó del pelinegro ¿De qué estaba hablando Trisha? ¿Sabría algo de ellos?

- ¿Qué quieres decir?

- Simplemente le di un motivo para que desconfiara aún más de la mosquita muerta esa. Ayer la vi salir del restaurante, algo nerviosa, y se lo dije a Enzo, ¿Sabías que anoche no llegó a dormir? Eso ayudó mucho a mi teoría – Aaron estaba aterrado.

- ¿Por qué mierda has hecho algo así Trisha? ¡Maldición! ¿Qué te ha hecho ella?

- ¡¿Qué me ha hecho? ¡¿Qué me ha hecho?! – Vociferó furiosa – Meterse en mi camino, primero Enzo y luego tú… El día de la inauguración, me di cuenta de cómo la mirabas y lo tenso que te ponías cuando la veías cerca de Enzo, no lo iba a permitir; no iba a permitir que esa mojigata me robara tu atención también, no iba a permitir que te quitara de mi lado Jake. Por eso lo hice Jake, tú eres mío, soló mío – Chilló histérica, dejando a Aaron en shock. Alma estaba en peligro y él estaba lejos para poder ayudarla. En su desesperación, la tomó por el cuello, apretando fuerte, hasta que vio el terror en los ojos de la morena. Fue ahí donde se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer, él no era como Enzo, no era un asesino, él era una persona correcta y con principios. Reaccionó soltándola de inmediato y ella inspiró profundo en busca de aire para luego empezar a reírse con demencia.

- ¡Lo sabía! Sabía que esa perra te interesaba, pero a estas alturas, Enzo ya la debe haber matado – Soltó la morena con odio.

Alma de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora