Los siguientes días pasaron sin ningún problema. Julian continuó trabajando en el tejado, al mismo tiempo que se adentraban en la fase de agradable compañerismo que incluía hacerse bromas mutuamente y un obvio aumento de su afecto.
No se volvió a repetir esa intensa sesión que tuvo lugar en la camioneta. Julian no ocultó el hecho de que tenía su total y lujuriosa atención puesta en Lena, pero que ante todo tenía una paciencia llevada hasta límites extremos. Sus ligeras caricias y besos eran, en cierto modo, muestras dulces y apasionadas que solo hacían que su deseo se encendiera y lo chamuscara por dentro.
Por los indicios que le daba, Lena sabía que se estaba abriendo, pero a su manera, para contarle cosas sobre sí mismo. No podía negar que este hecho la intrigaba, pero también se encontró que estaba siendo extraordinariamente paciente.
Los dos se habían propuesto de manera muy clara edificar los cimientos para un compromiso, quedando de acuerdo, aunque solo fuera por un corto periodo de tiempo, en controlar el deseo que les consumía, disfrutando de su mutua compañía sin ninguna presión y permitiendo que la relación fuera a su ritmo.En la superficie parecían tranquilos, pero en lo más recóndito de su interior seguían burbujeando sus sentimientos. Sabían que solo era cuestión de tiempo que esta tregua se rompiera y, la verdad, los dos parecían determinadas a disfrutar de la tensión que crecía con cada momento.
Una tarde, varios días después del incidente en Morgan’s, Lena estaba en la librería esperando para almorzar con Alina. Sentada en uno de los rincones donde se podían relajar los clientes, empezó a pensar cuánto le encantaría compartir con Alina lo que estaba ocurriendo entre ella y Julian, y cómo progresaba su relación.
Por un lado, quería gritarlo a los cuatro vientos, pero por el otro, quería abrazar esa trémula alegría para sí. No se le ocurrió que la persistente sonrisa que llevaba puesta era de lo más delatora.
Alina y Clare llevaban todo el día dándose codazos e intercambiando sonrisitas ante la muy obvia distracción de Lena.
Alina había pasado toda la mañana contándole a Clare su aventura en Morgan’s y lo que parecía una incipiente relación entre su hermana y Julian.
El sonido de la campanilla de la puerta anunció la entrada de otro cliente y Lena salió de su distraído ensueño ante el sonido de la voz de Alina. El habitual tono de bienvenida resultó ser en este caso una fría pregunta.
A: ¿En qué le puedo ayudar?
X: Bueno, pues es maravilloso que me lo pregunte. No fue usted demasiado amistosa la otra noche.
A: Señor, le recuerdo que este es un establecimiento comercial. Si no hay ninguna lectura que le atraiga, le sugiero que salga.
X: ¿Alguna lectura, hmm? ¿Tienes revistas porno?
A: No vendemos esa clase de literatura en este establecimiento.
X: ¿Eres demasiado finolis para ese tipo de lectura, eh, pu**?
El insulto del hombre atrajo la atención de Lena y Clare, que se acercaron para defender a Alina. Cada una le flanqueó un costado, presentando un frente unido contra los tres hombres que enfrentaban a Alina en el mostrador.
C: Lárguese ahora mismo - ordenó Clare fríamente.
X: ¿Y si no lo hacemos? - desafió el líder.