Parte 3

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El tiempo ha bía sido desapacible durante unos días, hasta que por fin amaneció luminoso y despejado. Lena se preparó para el siguiente encuentro con Julian.
Sabía, gracias a Alina, que estaría en la casa trabajando en el nuevo tejado y decidió que era hora de empezar a llevar sus cosas, dado que había terminado con las reparaciones del interior.

Alina y Logan la habían instado intensamente para que se quedara, pero quería darles espacio; se imaginaba cómo se sentiría si tuviera que acomodar a su hermana cuando empezab a una nueva vida con el hombre que amaba. Eso solía eliminar la espontaneidad en el romance. No habría ningún encuentro ardoroso delante del hogar o en la mesa de la cocina si la hermana de una podía entrar en cualquier momento. «Eso sería una situación bastante desagradable», pensó con una mueca.

Después del desayuno pasó algún tiempo cargando el coche con las cajas que sus padres la remitieron, tras telefonearles para comunicarles su decisión de mudarse a Whispering Springs. Igual que Alina, tenían sus dudas sobre que hubiera dejado su trabajo, pero, como de costumbre, le dieron todo su apoyo. Se alegraron al saber que sus hijas estarían juntas en la misma localidad y que podrían cuidarse mutuamente.

Habiendo dejado para el final su precioso ordenador portátil último modelo, Lena cogió el estuche que le guardaba e hizo el último viaje a la planta baja. Logan y Alina habían estado ausentes todo el día. Cerró la puerta con llave e instaló su ordenador cuidadosamente en el asiento del pasajero, antes de situarse detrás del volante.

Lena se dirigió hacia la casa con parsimonia, relajada, admirando la vista y permitiendo que la anticipación tomara las riendas.

Después de su charla con Logan, estaba en ascuas, preguntándose cuál sería el siguiente movimiento por parte de Julian, si es que hacía alguno.
Odiaba la idea de que Julian no pudiera sentir nada salvo deseo y, la verdad, eso sería una gran desilusión.

En conclusión, se alegraba de que, de una manera u otra, en los próximos minutos lo sabría con toda seg uridad.

Al acercarse a la casa, la imagen de la camioneta de Julian en la entrada del garaje hizo que se tensara. Aparcó su coche al lado, intentando tranquilizarse.

La primera cosa que notó fue el sonido del golpeteo, pero sin nadie a la vista. Tomando su ordenador portátil, avanzó unos pasos y subió al porche. Usando su llave entró por la puerta delantera.

Lena puso su ordenador en el sofá y atravesó la cocina, saliendo por la puerta trasera que estaba abierta. Siguiendo los rítmicos sonidos del martillo, bajó por la parte trasera del camino y el cercado; una vez que estuvo algo alejada de la casa se volvió para levantar los ojos hacia el tejado.

Lo encontró ahí, trabajando duro y aparentemente indiferente a la altura, se encontraba Julian, golpeando con un martillo un clavo en una tabla.

El corazón de Lena brincó sobresaltado y la mandíbula se le descolgó.

En deferencia al calor, Julian se había quitado la camisa. Su torso descubierto brillaba un poco lustroso con una ligera capa de sudor, los músculos se tensaban con cada movimiento y, cuando ajustó su posición volviéndose ligeramente, pudo ver los esculpidos músculos, la espalda y su abdomen tonificado.
Su six pack hizo que tuviese la necesidad de tocarlo, cosa que hizo que los dedos de Lena sintieran la necesidad de besarle. ¡Oh esto sí que no era justo!, pensó, mientras automáticamente concedía el primer punto a Julian, en una competición de la que ni siquiera era consciente.

Tentar a un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora