«OO4»

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LOS PRIMEROS CAPÍTULOS SERÁN EDITADOS PERO NO QUERÍA DEJARLES MÁS TIEMPO SIN CAPÍTULO.

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Todo a mi alrededor daba vueltas. Lo único que podía hacer en ese momento era rezar para que no nos pasara nada malo. No tenía que voltear a ver a las chicas para saber que también estaban llorando. Seguro el olor que se hizo presente debe ser de los Alfas. Mi abuela me había contado infinidad de cosas de ellos, en especial dijo que su olor podía resultar muy sofocante para nosotros los Omegas. Pero claro, fue en ese entonces, jamás en mi vida pensé en oler esas feromonas. Me maldije una y otra vez por hacerle caso a Hyo y dejar que me influenciara para venir. ¿Pero qué cosas digo? La única culpable aquí soy yo, nadie más. No sabía que hacer, sentía las feromonas de aquellas personas cada vez más cerca de nosotras. Hyo tomó mi mano, y la miré, su rostro estaba bañado en lágrimas. Movió sus labios y formuló un «lo siento» al cual yo le respondí apretando mi mano.






— Levantense ahora mismo. Suelten cualquier tipo de arma que porten. Todo esto háganlo lentamente, de lo contrario tengo el permiso de mis superiores de disparar. —mordí fuertemente mi labio inferior para no soltar los sollozos acumulados en mi interior. Unas extrañas luces se posaron sobre nosotras y escuché algunos gemidos de las chicas.



Apoyé ambas manos en el suelo y poco a poco, las demás imitaron mi acción. Nos pusimos de pie y extendimos las manos, con las palmas arriba para demostrar que no teníamos nada. Jamás en mi vida había escuchado tantas malas palabras en un mismo día. Con unas linternas, nos apuntaban en el rostro y se me dificultaba ver con claridad.



— ¿Qué es lo que se han rociado? —preguntó una voz diferente. Nadie decía nada. — ¡Hablen, carajo!


— Nada, señor. —no reconocí bien la voz de quien había hablado.


— No soy estúpido, quiero saberlo ahora o irán directamente a la silla eléctrica por mentir. No lo preguntaré de nuevo.



De nuevo nadie dijo nada.




— Perfecto, llévese a todas esas chicas a la.....



— ¡Somos Omegas! —gritó Hyo.





Caí duramente al suelo. Mis rodillas y rostro dolían. No tuve tiempo de meter las manos. Ni siquiera se exactamente lo que pasó. No sé si estaba alucinando, pero se escuchaba como si fueran gruñidos. Algo dentro de mi me hizo temer aún más, se me dificultaba hasta respirar o siquiera mantenerme con los ojos abiertos. De pronto un dolor inmenso se instaló en mi pecho. No supe más de mi, porque no pude seguir teniendo los ojos abiertos.









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A lo lejos escuchaba muchas voces, pero no lograba recordar de quiénes eran. Mis párpados parecían estar pegados, así que dolorosamente comencé a abrirlos. Mi espalda dolía como nunca y mi cuello hormigueaba al igual que un lado de mi cabeza. Traté de incorporarme pero me fue imposible. Abrí totalmente los ojos, para darme cuenta que lo que había pasado no era un sueño. Estaba en una especie de pequeña habitación con barrotes, no había nadie ni nada más. El pánico se apoderó de mi otra vez y comencé a llorar. No tenía la más mínima idea de que hacer ni donde estaba. Mis piernas estaban adormecidas, no podía levantarme.




Enfrente de la pequeña habitación con barrotes en la que me encontraba, como a unos dos metros había una puerta. Miré a los barrotes sin saber que hacer, comencé a intentar romperlos o lo que fuera que sucediera si los tomaba de esa forma. Era inútil, estaba muy bien soldados, y desconocía el material, pero sabía que eran muy resistentes. Solté un grito de desesperación. Esto no tenía porque haber pasado, si esto era un sueño quería despertar ya. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, no sabía si mi abuela ya se había dado cuenta de que estaba perdida. Lágrimas calientes bajaban por mi rostro al mismo tiempo que mis sollozos, no me importaba nada más. Iba a morir, de seguro eso van a hacer conmigo. La garganta me dolía demasiado y sentía que me yacía quedado sin lágrimas.







Mi estómago comenzó a rugir exigiéndome comida. Miré a mi alrededor de nuevo para ver si encontraba algo que fuera útil, pero no. Me tomé fuertemente de los barrotes, y con mucha pesadez, me puse de pie. Traté de calmarme, de convencerme de que todo iba a estar bien, pero no era cierto, no sabía en dónde estaba ni que me iban a hacer. Estaba teniendo un ataque de ansiedad cuando me di cuenta de que comenzaba a faltarme al aire y sentía que la cabeza me iba a estallar. Me estaba ahogando, necesitaba ayuda. Justo cuando pensé que iba a morir por falta de oxígeno, un hombre entró corriendo y se percató de cómo me encontraba. Tenía un extraño aparato al cual le estaba hablando. Vi que rebuscó en su bolsa del jean algo.






No se cuantos minutos pasaron, y mi respiración poco a poco fue disminuyendo. No podía respirar, me solté de lo barrotes y mi trasero cayó directamente contra el duro suelo. Ahogué un grito de dolor, y el hombre que se encontraba allí, sacó unas llaves e introdujo una cerca de los barrotes. Ni siquiera me había dado cuenta de que había una puerta, hasta que la abrió. Escuché como alguien venía corriendo. Mi vista comenzaba a nublarse poco a poco por la falta de oxígeno.







— Daniel, por acá. — dijo el hombre levantándome del suelo y cargandome estilo nupcial.




Abrí los ojos de nuevo y ahora me encontraba en una cama, un extraño pitido se localizaba a un lado mío. Había una máquina. No tenía ni idea de lo que había pasado, lo último que recordaba era cuando desperté en esa extraña habitación con barrotes. Una delicada manta cubría mi cuerpo hasta la mitad. La habitación era pequeña, aunque no tan pequeña como en la que estaba antes, pero sin duda no me asustaba como la otra. Necesitaba saber que había pasado con las demás, si estaban bien o que había ocurrido.








Alguien entró azotando la puerta. Estaba concentrada viendo la máquina, que no me di cuenta de quien se trataba. Un hombre con semblante totalmente serio caminó hacia mi, y me miró como si fuera lo más interesante de este mundo. Era rubio, y me asustaba demasiado. Pero, había algo en el que no me asustaba del todo. Su aroma era de fresas y nuez, un aroma para deleitarse. Si no fuera porque me encontraba en esa cama, podía jurar que me hubiera lanzado a sus brazos. No sabía de dónde había sacado eso, lo único que quería en ese momento era abrazar al desconocido.






— Por favor. — salió de mi boca justo cuando me di cuenta de que el hombre estaba a unos centímetros de mi. No sabía que estaba pidiendo.





— Dime que eres. — exigió con tono demandante. Para entonces mis mejillas ya estaban mojadas debido a las lágrimas.




— Por favor.





— ¡Maldita sea, dime que eres ahora mismo! — su voz cambió totalmente a una más ronca. Mis sollozos comenzaron a escucharse por toda la habitación. Quise ponerme de pie y echarme a correr.






— Omega. — declaré con un hilo de voz. — Soy una Omega.




— MÍA, MÍA, MÍA. —acercó su rostro a mi cuello y comenzó a olfatearlo. Me quedé quieta queriendo quitarlo y a la vez no. Algo en mi necesitaba tenerlo cerca. — ¡¿Dónde habías estado?! ¡Seguro que escondida de mi junto con tus amiguitas. ¿Y qué crees? Ya te tengo y no te irás de mi lado jamás. —aseguró mirándome de una horrible forma.





— No, por favor.... No me hagas daño.




— ¡¿Y a ti te importé cuando tu decidiste esconderte de mi?! Eres mía joder, MI MATE.

¿Qué estaba pasando?








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Holaaaaa
Quiero saber que​ opinan de la historia.
Gracias por leer

Anastasia las ama🌷

25/12/17 y 25/05/18

Extinción 「 Kim Taehyung 」 Omegaverse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora