Capítulo 2: Fantasear es bueno, pero no hacerlo en exceso

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No sé si la chica esperaría a encontrarse conmigo o no a la noche siguiente. No mentí con respecto a lo de entrar a trabajar temprano. Dado que mi jornada fue durante la mañana, tuve la tarde libre y la aproveché para darme una vuelta por el centro.

Era un día perfecto para llevar a cabo el famoso Peregrinaje en busca de la mejor moto, llevada a cabo por el fiel fanático de las motocicletas conocido como Roland.

Luego de entregar la tienda a mi compañero, Carlos, me dirigí directamente hacia la primera agencia de motocicletas que había en el centro.

Si hay algo que le agradezco a mis antiguas fantasías, es que gracias a ellas pude entender muy bien lo que me gustaba. Por lo tanto, no era nada raro que a veces mis dibujos se asemejaran a algo que ya existía, pero con lo que no me había topado todavía. Si bien era poco probable encontrar una motocicleta que se pareciera a alguna de las que había dibujado hacía ya tanto tiempo, quizás podría encontrar una que al menos me gustase.

Recorrí el centro histórico de la ciudad con las manos metidas en el bolsillo de mi sudadera. Ya que estuvo fresco por la mañana, no hacía mucho calor.

Dada la hora que era, me crucé con muchos chicos con uniformes escolares que caminaban en todas direcciones. Para algunos ya había terminado la jornada escolar de aquel día, mientras que para otros apenas comenzaba. Me sentí dichoso por no tener que preocuparme más por llegar temprano a clases.

Llegué hasta la primera agencia, la cual se hallaba en una estrecha calle cercana a un jardín y una iglesia, en un barrio conocido como El Encino. Era la primera parada de mi famoso peregrinaje y la que tenía buenos modelos a precios accesibles.

Quizás los humildes ahorros que tenía por fin cumplieran su objetivo.

––Pero miren nada más quién se deja ver después de un mes ––vociferó alguien desde el fondo de la agencia en cuanto di el primer paso en el interior.

Esbocé mi mejor sonrisa cordial, aunque mis manos permanecieron dentro de la sudadera.

Un hombre robusto se acercó hasta mí y me palmeó los hombros enérgicamente. El hombre vestía unos vaqueros y una camisa a cuadros con las mangas arremangadas hasta los codos. Se estaba quedando calvo, pero después de tantas conversaciones sostenidas con aquel personaje me convencí de que en realidad disfrutaba de ello.

––Rogelio, veo que esta vez no te olvidaste de encerar el toldo ––dije.

Rogelio soltó una amplia risotada, al mismo tiempo que se llevaba una mano hasta la calva para frotársela. Juro que por un momento su cabeza pareció arrojar un destello como si fuera el capó de un coche.

––Tan bromista como siempre, chico listo ––dijo el hombre––. ¿De nuevo buscando caballo?

––Aun no lo he encontrado. Espero que hoy sea el día.

––Me uno contigo al rezo, porque no hemos tenido buenas ventas el último mes. Venga, pasa, pasa. Tenemos un par de modelos nuevos recién salidos de fábrica que quizá te gusten

Ambos nos adentramos en la agencia. Mientras avanzábamos, vi las primeras cuatro motocicletas que se hallaban exhibidas, acomodadas a ambos lados de la estancia.

––Éstas son las de dos cilindros, ideales para aquellos que se dedican mucho a recorrer la ciudad y que quieran impresionar a las chicas ––explicó Rogelio––, pero creo que eso tú ya lo sabes.

Eran las mismas que había visto el mes pasado. Mucha gente las consideraba desechables, pues sus motores no estaban bien diseñados y tenían la tendencia de averiarse muy rápido. Y una motocicleta averiada puede llegar a costar un buen dinero. Además, tenían diseños muy rudimentarios, casi para usarse exclusivamente en el trabajo.

El extraño mundo de mi noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora